jueves 28 de marzo de 2024
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Quién es Carlos Pagni

El columnista del diario La Nación fue entrevistado por la revista Crisis y diseccionó la realidad argentina con una mirada en la historia lejana y en la más reciente, con el peronismo como centro y como obsesión. Lo que sigue son las frases destacadas de esta recomendable entrevista para conocer a fondo el pensamiento de este periodista.

Hay una quita de consenso a la política económica de quienes la sostenían, no de quienes la impugnaban.

La ficción consentida de que ahora viene la renovación del kirchnerismo con Alberto Fernández, solo la pueden creer los que escriben “cristinismo”.

Si yo tuviera que explicarle a un sueco cuándo el país va hacia la crisis, tomaría como índice los 37 puntos de diferencia entre Cristina y su segundo. No importan tanto el 54 por ciento, sino la diferencia con el segundo.

Los Kirchner tuvieron dos socios extraordinarios: Lilita, que dinamitó todo lo que pudo y Durán Barba, que lo convenció a Macri de que se puede llegar al poder por mensaje de texto.

El peronista, una vez que encuentra al líder que conecta, pregunta: ¿de qué nos disfrazamos? Yo le digo a Oscar Parrilli, miembro informante de la privatización de YPF en 1991: ¿y la incoherencia cómo la explicás? `No encuentro la incoherencia. En cada caso, hice lo que tenía que hacer´. Eso le da la posibilidad de ser un mutante. La falta de definición ideológica es estratégica, porque si tengo una ideología, cada vez que muto tengo que hacer el treintaiochoavo congreso y autoflagelarme porque no vi lo que venía.

Los medios cuentan una telenovela, son relato; el gobierno quiere tener su propio relato y por ahí viene el conflicto. Ya en 1994, esto creo que nunca se contó, hubo un grupo de gente de Alfonsín en el que estaba Jaroslavsky y un grupo de Menem, que estuvieron a punto de poner un artículo en la Constitución en contra de Clarín. Y lo frenó Bauzá, no sé si por pedido de Menem o no. Fue un operativo comando que organizaron una noche en la Constituyente de Santa Fe.

Yo no tengo la idea de que, porque se termina el ciclo de Cristina, la democracia mejora. Es más, mi hipótesis hoy es que nos reencontramos con las viejas lacras anteriores a la emergencia del kirchnerismo. Volvemos al 2002, si querés. Estoy en contra de pensar que viene el fin del ciclo y nace una nueva institucionalidad. Me parece de una ingenuidad irritante.

Hay miedo a Massa. Lo ven como una especie de Néstor joven, que se comió de un bocado a Cristina y a Scioli, y ahora dice ¿qué hay para comer hoy? Los gobernadores peronistas y los empresarios no quieren eso. Quieren un Scioli. ¡Pero perdió! Por eso lo quiero a Scioli. Un Duhalde, un poco de paz, que el ajuste que viene sea conversado. El establishment, en el verdadero sentido de la palabra, tiene problemas con Massa. Scioli entrega el ministerio. Le dio la llave del Banco Provincia a Eurnekian. Massa no, él va a negociar con Eurnekian. Si querés, me parece que Massa tiene mayor aprecio por la autonomía política que Scioli. Y tiene un coraje y una vocación por intervenir en las cosas, por decir `armo una estructura de poder, armo intendentes, armo sindicatos, hago una propuesta, después discutimos qué propuesta´. En eso me parece más interesante que Scioli, que dice `la corriente es más eficiente que yo´.

Bergoglio es un ideólogo. Te va pedir siempre un acuerdo en torno a contenidos, no en torno a reglas. En el fondo, hay una conexión entre Bergoglio, Chávez, Cristina, que es el componente antiliberal del catolicismo. Hay que leer el documento de Aparecida, que lo escribió Bergoglio. Te encontrás con una enorme dificultad para entender cuál es su diferencia con Chávez. Ahora, Bergoglio produce otra cosa: una derrota fenomenal del kirchnerismo. Porque la estrategia del kirchnerismo se basa en dinamitar el centro. Todo tiene que ser kirchnerismo-antikirchnerismo. A o B. Eso te da poder. De golpe, un viejito de 75 años que tenías a 100 metros de tu casa y que ya le tenías tanto desprecio que ni le pinchabas los teléfonos, te recibe vestido de blanco en el centro del Renacimiento. De golpe, la clasificación A o B se disolvió.

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