viernes 29 de marzo de 2024
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La selección: un espejo donde mirarse

El fútbol es la más importante de las cosas menos importantes. Hace años que insisto con esta idea. Diría desde que trabajo en medios de comunicación masivos. Un resultado deportivo no te cambia la vida pero te puede hacer más feliz por un tiempo y también más triste. No es poco. Vengo de una ciudad dónde se respira fútbol. Una ciudad donde la rivalidad originada por ese deporte lo atraviesa todo. Una ciudad partida en su adhesión por Rosario Central y Newell´s. Una ciudad dónde un chico puede faltar a la escuela y un adulto a su trabajo para evitar las cargadas el día después de un clásico. Donde se cumplen las promesas más insólitas. Una ciudad donde el otro hincha es lo más parecido a un enemigo irreconciliable pero también al mismo tiempo puede ser tu mejor amigo o tu hermano o tu esposa. Es lo más divertido. Será por eso que el abrazo de Messi y Di María después del gol frente a Suiza me resultó tan luminoso. Un leproso y un canalla estampados por complicidad. La argentinidad al palo. Y esto apenas es un botón en el traje de la pasión que cubre con distintos colores a todo el país.

Consciente de esa realidad y sin temor al desbarranque quería aprovechar el entusiasmo que despierta en el seleccionado nacional para hacer algunas observaciones. Más allá del resultado del domingo, el equipo de Alejandro Sabella es un lindo espejo para mirarnos como sociedad. Basta repasar algunas de las declaraciones que los protagonistas del triunfo ante Holanda realizaron después del partido. Casi todos destacaron el trabajo en equipo. La idea de grupo está presente todo el tiempo. Lo señaló Javier Mascherano, considerado una suerte de prócer después de su extraordinaria actuación en la semifinal. También lo hizo Messi después de sus dos golazos ante Nigeria.

El técnico Sabella, muy cuestionado por la prensa local hasta el partido con Bélgica, dijo que el mérito era de los jugadores “que han armado un grupo extraordinario” y que esa es la base fundamental para “lograr objetivos superadores”. Una voz en el desierto de la ponderada individualidad argentina. Y después destacó que Alemania era un rival muy difícil pero “con trabajo, humildad y seriedad haremos lo posible para llegar a lo máximo”. Trabajo, humildad y seriedad, deberían estar en la agenda de cualquier proyecto.

El héroe de los penales, Sergio Romero –creo que perdió el apodo de “Chiquito” en esa noche– cuando todos lo ponderaban fue el más modesto: “Es suerte, es la realidad uno puede ir y no llegar como le pasó al arquero de ellos que tocó la pelota (en el penal decisivo de Maxi Rodríguez) y entró igual… pero tenía confianza en mí y gracias a Dios salió bien”. Después agregó: “estos muchachos no regalan nada, se matan en los entrenamientos y se volvieron a matar dentro del campo…Que (los argentinos) disfruten el momento nosotros lo vamos a disfrutar ahora y mañana nos vamos a mentalizar en lo que viene”. Disfrutar el momento. Otra gran sugerencia para una comunidad que suele regodearse en sus pesares.

Y Javier Mascherano, el jugador que hizo hinchar de orgullo a millones de sus compatriotas con su entrega, su juego inteligente, valiente y leal, habló de felicidad y de responsabilidad. Masche no sólo juega bien, también es el inflador anímico de sus compañeros. Sus palabras a Romero antes de los penales son un ejemplo conmovedor. Reúne como pocos la idea de conjunto que tantas veces desechamos en estas pampas. Ojalá en los momentos difíciles de la vida apareciera un Mascherano para decirnos que podemos. Para hacernos entender que la mano que nos puede ayudar está al final de nuestro propio brazo.

Esta selección no es la mejor del mundial, tampoco la que mejor juega pero nos enseña que humildad, seriedad, trabajo, planificación, coraje e inteligencia son los peldaños necesarios para obtener grandes logros. Sólo por eso debemos estar agradecidos. Todos estos elementos no garantizan los buenos resultados. Como en la vida siempre hay imponderables. El azar, y más en un juego, puede ser determinante. Pero sin esos condimentos cualquier partido está perdido antes de comenzar a jugarse.