martes 19 de marzo de 2024
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“Vamos a trabajar para que en el Congreso se apruebe y tenga continuidad la Asignación Universal por Hijo”. “Aerolíneas Argentinas seguirá siendo estatal pero bien administrada”. “YPF seguirá en manos del Estado”. “Las jubilaciones seguirán en la ANSES”. Están son algunas de las frases que Mauricio Macri, el principal candidato opositor a la presidencia de la Nación, eligió el domingo pasado para articular su primer discurso de campaña hacia las Primarias Abiertas y Obligatorias del 9 de Agosto próximo. Todavía el bunker del PRO estaba atravesado por la sorpresa: Horacio Rodríguez Larreta ya era el nuevo Jefe de Gobierno porteño pero por apenas tres puntos de diferencia sobre Martín Lusteau. “Va a ser prioridad de nuestro gobierno
terminar con la pobreza”, aseguró Macri. Luego se dedicó a bailar. Sólo algunos de los militantes del PRO que saltaban al ritmo de Tan Biónica comprendieron de inmediato que el candidato acababa de dar un giro drástico en su estrategia electoral. Los demás lo entendieron luego. Del “está todo mal” al “muchas cosas se hicieron bien y las vamos a perfeccionar”. Del “continuidad” versus “cambio”, al “continuidad” versus “cambio pero no tanto”.

El cambio no tuvo que ver con el ajustado triunfo de su delfín en el balotaje. Esperaban, y así lo indicaban las encuestas, una diferencia de diez puntos. Fue producto de un intenso debate de la mesa chica del PRO a partir de algunos estudios de opinión pública que conocieron en las últimas dos semanas. Sólo un 20/25 por ciento de los consultados apoya un cambio drástico en las políticas sociales y económicas. De acuerdo a estos números el antikirchnerismo puro y duro no supera el tercio de los consultados. Estiman que hay otro tercio que expresa su adhesión incondicional a las políticas del gobierno y acompañará la candidatura de Daniel Scioli. La conclusión es obvia: el sector anti k ya es parte del colectivo fiel que votará a Macri, el electorado a conquistar es el denominado independiente o crítico moderado. Un segmento que, para los estrategas del PRO, es indispensable para seducir si se quiere ganar una elección presidencial. A ellos les habló Macri el domingo pasado.

Cristina Kirchner lo tomó como una reivindicación de sus políticas aunque no se privó de una ironía. “Hace un año no nos votaban las leyes. Ahora se dieron cuenta de lo bueno que era Aerolíneas, el ANSES, e YPF en manos del Estado” y agregó: “Qué suerte, a mí me pone muy contenta. No hay que enojarse, al contrario. Lo único que pienso es que si se hubieran dado cuenta antes, cuánto tiempo de debate nos hubieran ahorrado”.

Macri se defendió: “ellos (el PJ) fueron los que privatizaron todo en los noventa” y en su gira por Tucumán afirmó: “El Estado no puede ser usado para solucionarles los problemas de trabajo a los amigos o para darle a la maquinita de hacer billetes”. En tanto, las usinas liberales que veían en Macri algo así como la esperanza blanca encendieron luces de alerta. Por ahora revelarán su desconcierto pero en privado. “Menem anunció la revolución productiva y el salariazo -confesó un economista mediterráneo- no hay que alarmarse por lo que se promete en campaña”. Una lógica inquietante que podría extenderse a todos los candidatos.

“Cuando lo escuché hablar bien de Aerolíneas Argentinas pensé que era Mariano Recalde (actual titular de la empresa)”, disparó Máximo Kirchner a una de las filiales de Radio Nacional. Si bien las principales espadas del kirchnerismo hicieron fila para “pegarle” a Macri, el más molesto con el giro del ex presidente de Boca es Daniel Scioli. El gobernador de Buenos Aires y candidato a Presidente por el Frente para la Victoria se sentía cómodo con la lógica “continuidad o cambio” que había propuesto Macri. Además era la mejor manera de dejar fuera de la pelea de fondo a Sergio Massa.

El candidato del Frente Renovador, envalentonado por el estrecho margen que obtuvo el referente macrista en el balotaje de CABA y por el fracaso de las encuestas, volvió al a carga. En su entorno aseguran que la pelea presidencial sigue siendo cosa de tres y no de dos como lo plantean Scioli y Macri. El ex intendente de Tigre tratará de hacerse fuerte en el distrito donde se impuso al kirchnerismo en las últimas legislativas. Ampliará sus críticas al gobierno por deficiencias en la gestión, en especial en el área seguridad y tratará de apuntalar la candidatura de Felipe Solá para suceder a Scioli.

Scioli parece haber superado las resistencias de gran parte del kirchnerismo más purista. Por ahora sólo Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, expresó su rechazo al candidato oficialista. El gobernador vivió el martes pasado su día más feliz de los últimos meses. Cristina Kirchner se paró para aplaudirlo. Fue después que anunciara la creación de un Ministerio de Derechos Humanos. “Que Daniel haya tomado la decisión de crear el Ministerio me da mucha tranquilidad y mucha seguridad. Porque no sólo se va a ocupar de finalizar con un capítulo de la tragedia de los argentinos, además va a custodiar los nuevos derechos ampliados que hemos logrado estos años como la lucha contra la discriminación, el matrimonio igualitario y la igualdad de género”, dijo la Presidenta. Fue el elogio más contundente cosechado por Scioli desde que fue designado candidato único del Frente para la Victoria.

Al apoyo presidencial, el gobernador sumará el de amplios sectores del peronismo. Con esa idea, el viernes próximo en Parque Norte se realizará un encuentro organizado por el Instituto Gestar, que conducen José Luis Gioja y Diego Bossio. Bajo ese paraguas se agrupan gobernadores e intendentes peronistas, considerados clave por Scioli para tratar de empardar en el futuro el poder del cristinismo. La enorme capacidad para unir lo diverso ante una elección, es una fórmula del Justicialismo que provoca envidia en la oposición. Por ahora cantan la misma canción: “todos unidos triunfaremos”. Imposible saber hasta cuándo.