jueves 25 de abril de 2024
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Panamá Papers: cómo se filtraron los documentos

En 1971 Daniel Ellsberg fotocopió y filtró al diario The New York Times los “Papeles del Pentágono”, 7000 páginas de documentos de máximo secreto sobre la Guerra de Vietnam, que en ese entonces representaban la mayor filtración de la historia. Casi cuatro décadas después, en 2010, WikiLeaks publicó una abrumadora compilación de documentos clasificados del Departamento de Estado de 1,73 gigabytes, que era casi cien veces más grande que a anterior. Esta vez es de una escala nunca antes vista: 2,6 terabytes, o sea más de mil veces más grande que la filtración de WikiLeaks.

El pasado domingo más de cien medios de comunicación de todo el mundo, en conjunto con el ICIJ (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación) con sede en Washington, publicaron la noticia sobre los Panamá Papers o Documentos de Panamá, una colección gigantesca de documentos filtrados que exponen un sistema generalizado de evasión fiscal global. Incluye más de 4,8 millones de mensajes de correo electrónico, 3 millones de archivos de bases de datos, y 2,1 millones de archivos PDF del estudio de abogados panameño Mossack Fonseca que, según el análisis de los documentos filtrados, se especializa en la creación de empresas ficticias, que sus clientes utilizan para ocultar sus bienes. «Estos son aproximadamente casi todos los documentos de la empresa durante los últimos 40 años», aseguró el director de ICIJ, Gerard Ryle.

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Ni el ICIJ ni ninguno de los periodistas que trabajaron en la historia han hecho públicos los datos filtrados. Pero el escándalo resultante de sus informes ya ha tocado a celebridades, deportistas, ejecutivos de negocios y líderes mundiales. Pero más allá de las revelaciones, la fuga representa una historia sin precedentes en sí misma: ¿Cómo un informante anónimo accedió y envió subrepticiamente a un diario, una colección gigantesca de archivos, que luego fueron analizados por más de 400 periodistas en secreto durante más de un año, antes salir a la luz en forma coordinada.

La fuga de los documentos de los Panamá Papers comenzó, según Ryle, a fines de 2014, cuando una fuente desconocida contactó al diario alemán Süddeutsche Zeitung, que había publicado previamente una nota sobre una pequeña fuga de archivos de Mossack Fonseca hacia el gobierno alemán. Un periodista del diario, Bastian Obermayer, afirma que la fuente se puso en contacto con él a través de un chat encriptado, ofreciendo cierta data «para que estos crímenes tomen estado público”. Pero la fuente advirtió que su «vida estaba en peligro», y que sólo estaba dispuesto (o dispuesta) a comunicarse a través de canales codificados, y se negó a reunirse en persona.

«¿De cuántos datos estamos hablando?», preguntó Obermayer.

«Más de lo que viste en toda tu vida», la fuente respondió, según Obermayer.

Obermayer contó que se comunicaba con su fuente a través de una serie de canales codificados que cambiaban con frecuencia, y que cada vez eliminaba el historial de su intercambio anterior. El periodista menciona aplicaciones como Signal y Threema, así como el correo electrónico cifrado PGP, pero se niega a decir específicamente qué métodos utilizaban.

Cada vez que el reportero y su fuente re-establecían una conexión, utilizaban una pregunta y una respuesta sólo conocidas por ellos, para autenticar la conversación. «Yo diría que está soleado?, o yo diría que la luna está lloviendo, o frases absurdas de ese estilo, son las que utilizábamos para verificar a la otra persona en el dispositivo», contó Obermayer.

Luego de ver una parte de los documentos, el diario Süddeutsche Zeitung contactó a ICIJ (que los había ayudado anteriormente a coordinar los megaleaks del paraíso fiscal), cuyos miembros volaron a Alemania para coordinar el trabajo con los periodistas.

Mientras tanto, los envíos de datos filtrados continuaron poco a poco. «Con el tiempo nos hizo llegar más y más, hasta que tuvimos todos los 11,5 millones de documentos,» cuenta Ryle. Obermayer se negó a explicar cómo su fuente envió al Süddeutsche Zeitung cientos de gigabytes, o incluso terabytes, de información a la vez. Claramente es demasiado como para enviar a través de correos electrónicos. Aunque los datos fácilmente podrían enviarse anónimamente en forma de discos duros cifrados. «He aprendido mucho acerca de transferencias seguras de archivos de gran tamaño,» dice Obermayer elípticamente.

Los desarrolladores del ICIJ luego construyeron un motor de búsqueda de dos factores de autenticación, para proteger los documentos filtrados, y la dirección URL con la que los compartieron a través de correo electrónico cifrado con decenas de agencias de noticias como la BBC, The Guardian , Vice y medios extranjeros de todo el mundo. El sitio incluso contó con un sistema de chat en tiempo real, por lo que los periodistas podían intercambiar consejos y encontrar la traducción de documentos en idiomas que no podían leer. «Si quisiera ver los documentos de Brasil, puedo encontrar un periodista brasileño», dice Ryle. «Se podía ver quienes estaban despiertos y trabajando, para comunicarse abiertamente». Los diferentes medios de comunicación, finalmente, llevaron a cabo sus propias reuniones en persona, contó Ryle.

Sorprendentemente, a pesar de del amplio acceso y la apertura, la base de datos completa aún no se filtró al público, tal vez en parte porque es muy grande, y difícil de manejar. Obermayer admite los rumores de la fuga masiva, pero dice que los datos en sí se mantienen a salvo. «El otoño pasado estaba muy nervioso, pensando ‘mucha gente sabe,'», dice. «Los datos se filtraron en algunos lugares. Pero nunca llegó muy lejos».

Ryle asegura que los medios de comunicación no tienen planes para liberar el conjunto de datos completo, al estilo WikiLeaks, y argumenta que hacerlo expondría la información sensible de particulares inocentes, junto con las figuras públicas en las que el grupo se ha centrado. «No somos WikiLeaks. Estamos tratando de demostrar que el periodismo se puede hacer de manera responsable «, dice Ryle. Dice que aconsejó a los reporteros de todos los medios de comunicación participantes a «ir a fondo, pero que nos informaran qué era de interés público en sus países.»

Semanas antes de contactar con los sujetos de la investigación, incluyendo Mossack Fonseca, Obermayer tomó una última precaución: destruyó el teléfono y el disco duro de la computadora que había utilizado para sus conversaciones con la fuente. «Esto puede parecer un poco exagerado», señala, «pero mejor prevenir que curar».

Ryle asegura que, incluso ahora, no sabe quién es en realidad la fuente. «No sé el nombre o la identidad de la persona,» dice Obermayer. «Pero diría que conozco a la persona. En ciertos períodos hablé con [esta persona] más que con mi mujer».

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