martes 16 de abril de 2024
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Corrupción y después

La imagen del ex secretario de Obras Públicas, José López, intentando esconder bolsos repletos de dinero (unos nueve millones de dólares) en un monasterio de la provincia de Buenos Aires tiene una fuerza inapelable y revela el entramado de corrupción que acompañó la última década de gestión del kirchnerismo. Al enriquecimiento desmesurado de empresarios ligados al poder político se suma la cinematográfica captura de uno de los principales responsables de decidir qué, cómo y cuándo se construía y cómo, cuánto y cuándo se le pagaba a los contratistas. Si se trata de otro funcionario infiel y corrupto (se suma al detenido Ricardo Jaime, responsable del área Transporte) que actuó en soledad o una parte fundamental de un mecanismo digitado por la conducción del gobierno anterior es algo que deberá determinar la justicia. Mientras tanto sus consecuencias políticas son abrumadoras, sobre la dirigencia del peronismo en especial pero también en amplios sectores que acompañaron el proyecto político inaugurado en 2003.

El principal beneficiado por el lanzamiento de bolsos repletos de dólares es el gobierno nacional. En el peor momento de sus primeros seis meses de gestión, cuando las consecuencias del ajuste sobre el salario, la caída del consumo y la inflación empezaba a empujar algunas protestas, la obscenidad de las valijas de López le permitió a Mauricio Macri ratificar la idea de la pesada herencia recibida para justificar algunas medidas odiosas y exhibir a su administración como la antítesis de la gestión anterior donde “se robaron todo”.

Si bien las peripecias delictivas de López no deberían eyectar de la agenda periodística y política a la versión local de los Panamá Papers ni a la causa de evasión y lavado del HSBC ni al tarifazo en los servicios públicos, lo cierto es que estos teman pasaron al final de la lista. “Con qué autoridad puedo cuestionar a (Juan José) Aranguren por ser ministro de Energía y tener acciones de Shell o al Presidente del Banco Nación (Carlos Melconián) por tener el 85 por ciento de su patrimonio fuera del país cuando uno de los principales funcionarios de mi gobierno se llevaba valijas con plata para entarrarlas”, se lamentó un senador del Frente para la Victoria después de la sesión dónde se aprobaron los nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia.

El golpe al Frente para la Victoria es contundente. En el plano judicial, las causas en las que se investigan posibles hechos de corrupción de ex funcionarios recibieron un fuerte impulso. El fiscal Federico Delgado ensayó una autocrítica: “La justicia se chocó con la realidad”. Con los bolsos con dólares para ser más precisos. Las primeras denuncias que involucraban a López datan de 2006. La causa por enriquecimiento ilícito es de 2008. La declaración jurada del ex Secretario de Obras Públicas de 2015 no contempla la tenencia de moneda extranjera y no tiene inscripta la formidable casa de El Tigre desde dónde salió rumbo al Monasterio. Una vez más los jueces federales, los que tienen la responsabilidad de investigar a los funcionarios, evidencian un ritmo de trabajo inversamente proporcional al poder de los investigados. Lentísimo cuando éstos tienen poder y veloz cuando lo pierden.

Más allá de las complicaciones judiciales para una decena de ex funcionarios y que la bomba estalló en el corazón del Frente para la Victoria, en términos políticos las esquirlas alcanzaron a casi todo el universo peronista. Es difícil imaginar ahora una opción política con cierta vitalidad para las legislativas del año próximo que pueda ser encabezada por Cristina Fernández o, incluso, por Axel Kiciloff. Queda en duda la idea de la conformación de un Frente Ciudadano si las figuras que lo convocan son las más destacadas del gabinete anterior. Las aspiraciones de Daniel Scioli, ex gobernador y candidato a presidente, quedan recortadas al máximo.

A los que saltaron recientemente del FplV también les será complicado borrar su pasado. Diego Bossio es el mejor ejemplo. Fue el último titular del organismo que controlaba las jubilaciones. Hasta a Sergio Massa le costará más de una chicana su paso por la gestión kirchnerista. Fue titular del Ansses y Jefe de Gabinete. Su ventaja es haber tomado la decisión de romper de manera estridente y haber contribuido a la victoria de Macri. Florencio Randazzo también cargará con el costo de su paso por la gestión, tiene a su favor haber sido vapuleado por la ex presidenta y no contar con denuncias de corrupción en las distintas áreas que ocupó. El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, parece el menos afectado pero, por su gran cercanía con el actual presidente, es el candidato opositor con menos perspectiva electoral. “Cuando llueve fuerte todos se mojan un poco”, confesó un diputado peronista que pasó de la alegría a la preocupación con las noticias del monasterio.

En tanto, las redes sociales fueron y son la caja de resonancia de la bronca, la tristeza y la decepción de miles de militantes. Para muchos de ellos la explicación brindada a través de Facebook por Cristina Kirchner tuvo sabor a poco. Que la ex presidenta no le haya dado la plata a López, que exista responsabilidad empresaria en las coimas, no son argumentos suficientes para justificar la presencia todopoderosa de semejante personaje durante doce años manejando un área fundamental del Estado. Para Cristina Kirchner “no hubo errores, no hubo excesos”, por recordar una vieja consigna. El texto no incluye ni una línea de autocrítica.

Tal vez estuvo dirigido a un grupo cada vez más reducido: los que no aceptan la veracidad de la escena de López. Los que insisten en la extraña teoría “del complot contra el proyecto nacional”. Deberán entender que la corrupción no tiene ideología. Y que no se puede ni debe defender lo indefendible. Esos dos conceptos tendrían que ser parte esencial del catecismo democrático. Deben estar en la base de cualquier discusión de ideas. Un ladrón de fondos públicos es el peor ladrón y debe ser castigado con todo el peso de la ley. No hay proyecto político en el nombre del cuál se pueda justificar el latrocinio.

“Todo me falta”, le escribió Martín Miguel de Guemes al General San Martín mientras seguía peleando con un puñado de gauchos por la independencia contra los enemigos de afuera y de adentro. Doscientos años después muchos de los que suelen reivindicarlo, y hasta convirtieron la fecha de su muerte en feriado nacional, sólo podrían escribir “todo me sobra” porque se lo robaron.