viernes 19 de abril de 2024
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Señales de intolerancia

El presidente Mauricio Macri decidió defender en persona la medida más antipática de su gestión: el tarifazo. La pésima implementación de los aumentos -sin discriminar porcentajes, sectores sociales ni regiones- generó un malestar transversal en la sociedad que desembocó en la primera protesta masiva contra el gobierno. En las tres entrevistas que concedió a los canales de televisión abierta la semana pasada se hizo cargo de la decisión de ajustar las tarifas; defendió a su ministro de Energía; responsabilizó de la medida a la herencia “catastrófica” recibida del kirchnerismo y utilizó la misma imágen para pintar el desastre: el país era una avión a punto de estrellarse. La conclusión: con el gobierno de Cambiemos el país-avión levantó vuelo pero hubo que tomar medidas antipáticas para lograrlo. En la tele el presidente parecía seguro y distendido. Sin embargo estaba furioso.

Cuando le preguntaron sobre la imitación que hace el actor Freddy Villareal en el programa de Marcelo Tinelli (en uno de los últimos sketch terminó en calzoncillos haciendo referencia al ahorro de energía), fue comprensivo: “Lo tomo bien, yo ya me acostumbré, si no te acostumbrás la pasás mal. Igual siempre he tenido sentido del humor, me parece que cuando uno hace una imitación tiene que buscar una ridiculización sino no es graciosa”. Pero sólo se trató de un buen ejercicio de autocontrol. A Macri no le hace ninguna gracia la parodia y no pasó mucho tiempo para hacérselo saber al conductor televisivo.

Primero hubo un aluvión de tuits contra Tinelli en la red social del pajarito con el hashtag #TinellimercenarioK. Luego los periodistas con más afinidad con el gobierno le enrostraron a Tinelli “su silencio” durante los años del kichnerismo. Hasta le imputaron un supuesto rol desestabilizador. La cereza de la torta la puso el ex presidente Fernando De la Rúa que aseguró que el fin de su gobierno estuvo relacionado a una nota que hizo en Showmatch. A Tinelli le bastó mostrar una foto del ex presidente junto a Domingo Felipe Cavallo para demoler esa afirmación. Después fue el propio Macri quien en una charla con Joaquín Morales Solá se despachó con dureza: “Él decidió satirizarme y recibió 150.000 tuits de crítica. Investigamos el tema. No hubo trolls ni el Gobierno tuvo nada que ver. Sí hubo 30.000 tuiteros que lo criticaron. ¿Cómo no va a haber 30.000 tuiteros que simpatizan con el Gobierno si este gobierno es producto en gran medida de las redes sociales? Es increíble que se ofenda. Tinelli me satiriza de mala manera ante tres millones de personas en televisión y se ofende porque lo critican 30.000 tuiteros”. Alentados por las palabras del presidente, los jóvenes del PRO y otros simpatizantes propusieron en las redes un “apagón” contra Tinelli. La idea era restarle público. El efecto, como era previsible, fue el opuesto. El programa de Canal 13 obtuvo uno de sus mejores números de rating.

Las parodias no son el problema sino las políticas que se aplican y, en todo caso, la actitud de los funcionarios. Los tarifazos indiscriminados y no las burlas de Villarreal haciendo de Macri. Los casos de corrupción y no la ampulosa imitación de Cristina creada por Fátima Flores. Las coimas en el Senado y el ajuste despiadado y no las torpezas del propio De la Rúa. El humor, por más ácido que sea, no tiene la capacidad de daño que los afectados pretenden asignarle. Aceptar las sátiras y las críticas es parte del ejercicio democrático.

La pelea con Tinelli es coyuntural. El conductor siempre tuvo buena relación con quienes ocuparon la Casa Rosada. Nada indica que con Macri ocurra lo contrario. Algunos dicen que el cortocircuito original fueron las invitaciones a Daniel Scioli en el ciclo del año pasado. Otros señalan los deseos de Tinelli por conducir la AFA, intento que fue abortado por Macri. La génesis importa poco; ya se arreglarán: en los próximos días habrá un encuentro entre ambos en Olivos o en Casa Rosada.

No se trata de las imitaciones de Tinelli sino de un intento, auspiciado por el gobierno, para limitar la libertad de expresión.

En la misma charla con Morales Solá, el presidente aprovechó para castigar a los jueces que fallaron contra los aumentos tarifarios. El periodista de La Nación, por si hacía falta, aclaró que se refería a los camaristas de La Plata que suspendieron el tarifazo. Los ubicó en la agrupación Justicia Legítima, de simpatía con el kirchnerismo. En buen romance: los jueces que emitan fallos contra medidas del gobierno son opositores. Más allá de la falsedad de la afirmación (sólo uno de los camaristas tiene esa pertenencia), los dichos del presidente funcionan como una velada amenaza hacia todos los magistrados. En especial ahora que el gobierno está muy cerca de controlar el Consejo de la Magistratura, el órgano que puede suspender o sancionar a los jueces.

A siete meses de iniciado su mandato, el presidente Mauricio Macri emitió dos claras señales de intolerancia. Las críticas y las parodias tienen consecuencias. Los fallos que no le gusten al gobierno también.