sábado 20 de abril de 2024
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«La noche de las corbatas», de Felipe Celesia y Pablo Waisberg

CELESIA-WAISBERGLaNocheDeLasCorbatas

Entre el 6 y el 8 de julio de 1977, el Ejército Argentino, junto con cómplices civiles, secuestró en Mar del Plata a un grupo de abogados laboralistas. Los propios secuestradores bautizaron el operativo como «La Noche de las Corbatas». Eligieron a esos profesionales por motivos ideológicos, políticos, económicos y personales. Cinco de ellos murieron o permanecen desaparecidos. Tres eran maoístas; uno, peronista ortodoxo, y otro, peronista de izquierda. Ninguno tenía participación en la lucha armada. Todos defendían a trabajadores. Esta es su historia y la de la época que les tocó vivir.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

Pironio

Aquel Domingo de Ramos de 1975, cuando se disponía a dar su mensaje a la feligresía, en el espíritu de monseñor Eduardo Pironio no había motivos para celebrar, aun cuando se conmemorara la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, un momento clave en la historia de la cristiandad. Tres días antes habían matado a Piantoni y, como respuesta, pocas horas después, la CNU había ejecutado a cinco militantes de la izquierda peronista y marxista. En su sensibilidad de “pastor sin fronteras”, como le gustaba definirse, los episodios de sangre significaban una tragedia irremediable y la promesa de un futuro aún peor.

“Lamentablemente, esta Semana Santa la vivimos con el dolor y en la tragedia de una ciudad y de un país enlutados. Cristo prolonga su Pasión en la historia, en la Iglesia y en los hombres, pero duele que a las puertas de la Semana Santa hayan pasado cosas inexplicables y dramáticas que a todos nos han sacudido hondamente. Yo tan solo les pido que recemos, pero que recemos por todos: que recemos por las víctimas, que recemos por sus familiares tan profunda y cercanamente doloridos, que recemos por aquellos que tienen el corazón lleno de rencor, de odio y de venganza, que recemos por todos”, dijo Pironio.

Una de las víctimas del cinco por uno, Enrique Elizagaray, era discípulo y amigo de Pironio. Tenían contacto frecuente y se estimaban, aunque Pironio no era peronista. Un día después de su muerte, el sacerdote envió al diario La Capital un comunicado exhortando a que “la sangre derramada sea finalmente semilla de unidad y reencuentro”. Insistió: “Pido a todos que desarmen los espíritus, depongan el rencor y la venganza. En nombre de Jesucristo, que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre y hacernos más hermanos, no derramen más sangre ni destrocen más hogares”. La equiparación de la muerte del jefe de la CNU, Ernesto Piantoni, con las de los cinco militantes de la izquierda peronista y marxista, enervó a los cuadros de Montoneros, que sabían de la relación del sacerdote con Pacho. Entonces fueron a su oficina en la Catedral y pidieron verlo.

—Usted lo conocía bien a Pacho y ese fue un crimen a mansalva —le enrostró un compañero de Elizagaray.

—Esto hay que pararlo y no podemos optar por una violencia. Ustedes también ejercen violencia y la única manera de terminar con esto es  condenar la violencia de cualquier lado — contestó el obispo sin amedrentarse.

El montonero se fue muy enojado, pegando un portazo.

 

Pastor de la Virgen

Pironio llegó a Mar del Plata en 1972, cuando el conflicto político empezaba a escalar, y poco después de haber sido designado secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). La Iglesia regional venía creciendo en el tablero de la Santa Sede desde que el Papa Paulo VI, en el Concilio Vaticano II, había animado a sus representantes a que fijaran una agenda propia, que tuviera que ver con su territorio y las necesidades de su pueblo. En la Argentina aquel impulso se expresó en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

El obispo nunca fue parte de esa vertiente contestataria y revolucionaria de la Iglesia, pero su opción por los pobres estaba clarísima y eso lo instalaba en el nebuloso espacio del “izquierdismo” para los sectores más pragmáticos de la derecha marplatense. Por formación y origen, era difícil que Pironio no tuviera la conciencia de clase que tuvo. Hijo de inmigrantes italianos, fue el menor de veintidós hermanos en una familia sencilla de trabajadores. Su madre, Enriqueta, lo incentivó y apoyó para que se convirtiera en sacerdote. Según su propia pluma, fue ella quien, en el 9 de Julio natal, “en los atardeceres crudos de los inviernos más fríos, y en las hermosas noches de las primaveras más sonrientes”, le enseñó a querer a la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.

A los 23 años fue ordenado sacerdote y se dedicó a la docencia. En plena efervescencia peronista, entre 1953 y 1955, estudió en Roma. A su regreso emprendió una intensa carrera como pedagogo en las universidades católicas del país. Como obispo de Mar del Plata, una de sus tareas era conducir la Universidad Católica Stella Maris. Pocos hombres de la Iglesia estaban tan capacitados como él para esa tarea. Pironio convirtió a la Católica marplatense en la primera universidad privada gratuita del país. Para lograr el financiamiento de la casa de estudios, necesitó ayuda estatal y gestionó una fusión con la Universidad Provincial, que finalmente derivó en una universidad nacional para el sudeste bonaerense. Aquella decisión le ganó el más profundo encono del sector conservador de la Católica. Y sus vínculos con dirigentes y referentes de la izquierda peronista terminaron de consolidarlo como un enemigo. En las paredes de la ciudad escribían “Pironio montonero”.

La afirmación era una infamia pero decía algo del grado de relación que el obispo mantenía con Montoneros. En 1974, durante los preparativos para la concentración nacional por el 1º de Mayo, la Conducción Nacional de la organización bajó una directiva muy clara: debían concurrir todos, sin excepciones. Las células locales, que no tenían dinero para el traslado, recurrieron a Pironio. Al principio, el cura se negó, pero fue persuadido a lo largo de varias reuniones. El obispo terminó aportando diez mil pesos de la época, que representaban casi ocho salarios mínimos de mil trescientos pesos, o mil dólares financieros, equivalentes a casi cinco mil dólares a valores de diciembre de 2015.

—Seguro que me voy a ir al infierno por esto —se resignó Pironio cuando entregó la plata en un paquetito.

La devolución del préstamo llegó cuando Montoneros cobró el rescate por el secuestro del empresario de la construcción, Nicolás Dazeo. El obispo, que intuyó el origen de los fondos, no aceptó ese reintegro. Finalmente, Montoneros optó por reembolsar el dinero, de manera indirecta, por medio de un párroco de la Sagrada Familia, ajeno al episodio.

La expresión más alta de condena pública por su “izquierdismo” se produjo en la misa por los difuntos que se celebró en la catedral de los Santos Pedro y Cecilia para evocar la figura del diputado y abogado Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la Triple A el 31 de julio de 1974. Desde 1971, mediante charlas y visitas frecuentes a la ciudad, Ortega Peña venía estrechando vínculos con las organizaciones revolucionarias en Mar del Plata. La convocatoria, entonces, tenía el sentido de despedir a un referente y amigo y también denunciar los ataques contra la izquierda. El crimen de Ortega Peña, a metros del obelisco y con la zona liberada, había sido la presentación pública de la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A.

Montoneros hizo una convocatoria pública a participar del recordatorio y se reunieron unas quinientas personas, mayormente militantes, pero también deudos de las personas que se evocaban en la misa por los difuntos. El cura fue mencionando a los fallecidos y dijo:

—…también tenemos que orar por el compañero Ortega Peña…

Desde el fondo se escuchó el rugido de Demarchi, que había llegado a último momento con unos quince o veinte muchachos de la CNU:

—¡Compañero las pelotas!

Sonó un disparo y se produjo la desbandada.

 

Coca

María del Carmen Maggi tenía apenas unos años más que sus alumnos cuando empezó a dictar clases de Filosofía en los secundarios de la ciudad. A muchos de ellos los vería después en la Católica, ya como miembros de la CNU y en actitud abiertamente hostil. Coca, como la llamaban sus amigos y conocidos, estaba a cargo de muchas horas-cátedra. Se levantaba a las 6 de la mañana y no paraba de dar clases hasta bien entrada la noche. No tenía opción: sus padres eran personas mayores y los ingresos de la carnicería familiar no alcanzaban para pagar todos los gastos. Esa capacidad de trabajo, entre otras virtudes, la instaló como principal colaboradora académica de Pironio cuando éste se hizo cargo de la Universidad Católica.

Coca no temía los desafíos ni las bravatas de la CNU. Cuando Pironio designó a Grimberg como rector, ella fue nombrada primero decana de Humanidades y luego, secretaria académica. Pese a su juventud —tenía entonces 28 años— y a una diabetes que la obligaba a medicarse de manera cotidiana, Maggi encabezó una gestión muy decidida para fusionar ambas universidades y lograr la gratuidad. La “Gorda” Maggi no militaba, y sonreía cuando los estudiantes de la izquierda peronista le decían “Sos de las nuestras”. Al estar convencida del efecto social igualador de la educación, su militancia se concentraba en la rama pública de esa actividad y en sus instituciones. El obispo le había encargado que convirtiera una universidad privada arancelada en pública y gratuita: difícilmente la vida volvería a darle semejante oportunidad. Con un nombramiento ad honorem, se abocó con toda su energía y su pasión a lograr la fusión de las universidades, que no era solamente administrativa o financiera: también implicaba transformar la estructura pedagógica de la Católica. Necesariamente, la Stella Maris debía adaptar sus carreras y sus materias al marco laico del Estado. Muchos estudiantes, egresados y docentes no estaban de acuerdo con esa transformación. Y la punta de lanza del descontento era la CNU.

Los problemas más serios comenzaron cuando cayó el gobernador Bidegain y en su lugar asumió el metalúrgico Calabró. La polaridad ideológica de la gestión se invirtió y en la Provincial aterrizó como rector Arrighi, que inmediatamente comenzó a trabajar en colaboración con la CNU. El primer roce con Coca se produjo cuando ella apoyó la resistencia estudiantil al nombramiento del nuevo rector. La relación con Arrighi siguió agrietándose, y cuando el rector amenazó con resolver las diferencias en torno a la fusión “por las buenas o por las malas”, Maggi convocó a una conferencia de prensa para denunciar las amenazas. El escándalo le costó el cargo a Arrighi, pero también significó una exposición muy alta para Coca, a quien la CNU identificó como su oposición en el ámbito universitario.

 

Buscando a Maggi

Mayo arrancó fuerte en el sentido literal: a la bomba que Montoneros puso en la sede céntrica de la CNU la siguió otra, la madrugada del viernes 9, en San Lorenzo 2915, la casa de Eduardo Cincotta, secretario general de la Provincial y uno de los rostros más visibles de la CNU. La reacción no se hizo esperar. A las 2.15 de esa madrugada, unos golpes enérgicos despertaron a la familia Maggi. Desde la ventana del primer piso, Domingo, el padre de Coca, vio a doce tipos muy bien vestidos, algunos con ametralladoras. Gritaron que eran de “la Federal” y buscaban a la licenciada Maggi.

El padre les abrió y entraron tres hombres armados. Coca apareció en la escalera y les preguntó qué querían. En tono seco, le contestaron que se trataba de un operativo de rutina. Coca no tuvo más remedio que subir al Peugeot 404 amarillo. Sus padres quisieron acercarle sus medicamentos para la diabetes pero los secuestradores lo impidieron. La caravana partió dejando a sus espaldas la iglesia de Nueva Pompeya.

Los tres autos se dirigieron hacia Mar Chiquita, treinta kilómetros al norte de Mar del Plata. En el camino, los secuestradores se burlaron de la obesidad de Coca y, al llegar, la ejecutaron. Según el testimonio de Mirta Masid, la patota asesina estuvo integrada por su marido, Mario Durquet y Juan Pedro Asaro, “Piero”. Posiblemente también participaron José Luis Piatti y Eduardo Ullúa, según infirió la testigo en base a la descripción que aportó la madre de Maggi y que sirvió para confeccionar los identikits que salieron publicados en los diarios de la zona. “No salí ni parecido”, le dijo Fliper a Mirta cuando vio los dibujos. Uno era de él, el otro de Ullúa, detalló Masid.

De ese crimen, los de la CNU recordaban dos cosas: la fragilidad de Piero Asaro y lo que les dijo Coca antes de morir. Según las conversaciones que escuchó Masid y el relato que solía hacer Durquet, quien se adjudicaba la autoría material del crimen, Maggi les dijo: “Los perdono, porque no saben lo que hacen”. Masid también recordó cómo se burlaban de Asaro. “Se reían porque Piero había vomitado. En qué momento vomitó Piero Asaro, si fue cuando la secuestraron o cuando la mataron, no lo sé”, afirmó. Otra de las consecuencias, tal vez menor, de ese crimen fue la tensión que provocó dentro de la pareja de Masid y Fliper. Ella había escuchado que su marido y Durquet habían movido el cuerpo. Recuerda eso claramente porque su hija había nacido el 1º de mayo y temía que la tocaran luego de haber manipulado un cadáver. Masid también escuchó a su marido y a otros integrantes del grupo operativo repetir que “había que tocarle el culo a Pironio” porque “tenía vinculación con Montoneros”.

El cuerpo de Maggi fue encontrado recién el 23 de marzo de 1976, un día antes del golpe de Estado, por una partida de cazadores. Estaba prácticamente irreconocible por la descomposición y las lesiones. Su cuñado fue a reconocerla a la morgue y aseguró que tenía la cara borrada de un escopetazo.

 

Los Floristas y la retirada

Ricardo Tortosa atendía junto a su hijo Juan Manuel el kiosco de flores contiguo a la Catedral. Ricardo era un peronista conservador y solía reunirse con compañeros en las unidades básicas de la ciudad. Con Pironio, los floristas tenían muy buena relación. Siempre que el obispo entraba o salía de la Catedral se reservaba unos minutos para charlar con los Tortosa de temas variados. En cierto modo, los floristas lo mantenían informado.

Cuando ocurrió el secuestro de Maggi, Ricardo dedujo quiénes habían sido los autores del crimen y los denunció entre los compañeros más allegados. El 31 de mayo de 1975, en la zona de Camet, fue hallado su cuerpo con un simbólico balazo en la boca. A pocos metros estaba Juan Manuel, de 29 años, con cuarenta y ocho disparos en el cuerpo, maniatado y amordazado con cinta adhesiva. La investigación de los homicidios recayó en la Fiscalía Federal de Demarchi, quien habilitó a la policía para que averiguara los antecedentes políticos y partidarios de las víctimas y cerró el expediente en cuarenta y ocho horas.

La presión sobre Pironio iba en aumento y en la Iglesia temían que lo mataran. El Vaticano encontró una salida: el 20 de septiembre de ese año lo designó pro prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, uno de los grandes organismos de la Santa Sede. El papa Paulo VI lo convocó inmediatamente para que tomara funciones. Pironio tomó su cruz y se fue a Roma.

 

Fuentes

Las palabras del obispo en el Domingo de Ramos se tomaron de la declaración por escrito ante el Juzgado Federal, Criminal y Correccional Nº 3 de Mar del Plata, de su entonces secretario, Carlos Malfa.

El comunicado de Pironio luego del crimen de Piantoni y el cinco por uno fue publicado en el diario La Capital del domingo 23 de marzo de 1975.

Los datos biográficos corresponden a La esperanza como camino. Vida del cardenal Eduardo Pironio, de Bartolomé de Vedia, San Pablo, Buenos Aires, 2008, y a la reseña sobre el cardenal hecha por el presbítero Marcelo Siri, disponible en www.accioncatolica.org.ar/wp-content/uploads/2011/02/Cardenal-Eduardo-Pironio-Pastor-yamigo.pdf (ingreso abril de 2016).

El préstamo de Pironio a los Montoneros fue detallado por un ex oficial de la organización que pidió reserva de identidad.

La intervención de Demarchi en el recordatorio de Ortega Peña fue relatada por Julio D’Auro, testigo del episodio, en entrevista con los autores.

La biografía de Maggi se obtuvo en entrevistas con Eduardo Soares, Jorge Casales y Nino Ramella.

Los detalles del secuestro de Maggi forman parte del expediente N° 260 caratulado “Maggi, María del Carmen s/ privación ilegal de la libertad”. Masid declaró ante la justicia federal el 4 de febrero de 2008, bajo identidad reservada, y ratificó la declaración durante el juicio oral el 28 de diciembre de 2015.

Los detalles del crimen de los floristas están tomados de la cobertura seriada del diario La Capital sobre los crímenes de la CNU, en la edición del 8 de diciembre de 2011, y el vínculo con Pironio, de la entrevista con Jorge Casales.

La conversión de los diez mil pesos de abril de 1974 a dólares financieros —el mercado de cambios estaba desdoblado— y su actualización a valores de diciembre de 2015 fue realizada por el economista Matías Kulfas, que utilizó el índice de precios al consumidor de Estados Unidos (Consumer Price Index).

La noche de las corbatas
Relato impactante de la desaparición, en los años 70, de los abogados laboralistas en la ciudad de Mar del Plata. Un hecho de nuestra historia reciente que sigue resonando en la sociedad argentina actual.
Publicada por: Aguilar
Fecha de publicación: 07/01/2016
Edición: 1a
ISBN: 9789877351347
Disponible en: Libro de bolsillo
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