sábado 20 de abril de 2024
Cursos de periodismo

«La marchita, el escudo y el bombo», de Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch

portada_la-marchita-el-escudo-y-el-bombo_ezequiel-adamovsky_201609271353

En tres ensayos rigurosos y amenos, Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch exploran la historia de los tres emblemas centrales del peronismo desde su aparición hasta la actualidad. La competencia con otros símbolos hoy olvidados, las luchas de facciones para asegurarse su monopolio, los cambios que sufrieron en sus diseños o sus sonoridades, todo ello jalona un recorrido marcado por las disputas internas dentro del peronismo y por los rechazos y temores que despertaron entre los antiperonistas, desde los tiempos de Perón y Evita hasta los de Menem y los de Néstor y Cristina Kirchner.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

¡Yo escribí la marcha peronista!

En la etiqueta del disco P-1123 de la RCA Víctor grabado por Hugo del Carril no se menciona ningún nombre de autor, ni tampoco en la partitura, editada en 1950. En SADAIC, la marcha peronista figura hasta hoy como «de autor anónimo» y a menudo en los discos figura como D.A.R., es decir «derechos de autor resignados». Ese anonimato puede parecer lógico y hasta justo —socialmente justo—, tratándose de un ejemplo ilustre del canto popular argentino, vinculado a décadas de una historia política cuyo protagonista fue, junto con el «gran conductor», el pueblo mismo. También parece normal que sea anónima la joya musical de lo que a veces se ha llamado el «folklore peronista», pues aun los folkloristas menos anónimos han construido su gloria sobre la idea de que eran voceros o intérpretes de un patrimonio cuyo autor es la comunidad en su conjunto. E incluso el contraste entre el anonimato del autor y la celebridad del primer intérprete puede ser visto como un retrato del movimiento, con la voz y la sonrisa del cantor respondiendo a la sonrisa y la voz del general Perón.

Inútil subrayar que, a pesar de todas esas mitologías del anonimato, para un historiador la pregunta por la identidad de los autores es legítima e interesante y por eso se le da aquí su debida importancia. De hecho, el archivo de prensa acumulado a lo largo de los años, en particular los artículos de Héctor Gambini y Néstor Pinsón, y también investigaciones más sistemáticas como el libro de Jorge Llistosella, buscan presentar «la verdadera historia» de Los muchachos peronistas designando a «los verdaderos autores» a partir de una evaluación de las reivindicaciones contradictorias de su autoría. Por supuesto, el solo hecho de que alguien diga que escribió la marcha no prueba nada por sí mismo, ni que la escribió, ni que no la escribió. Uno puede suponer que la gente dice la verdad hasta que se demuestre lo contrario, pero es difícil que todos tengan razón al mismo tiempo. Y en general esas personas tienen conciencia de que su reivindicación individual, con la esperanza de retribución en gloria o en dinero que supone, contradice el ideal de desinterés del militante y del ciudadano, e incluso la idea misma del canto popular. Igual, todas esas hipótesis están basadas en alguna variante de la frase en primera persona, a veces transmitida por la familia o los amigos: ¡Yo escribí la marcha peronista!

Tratándose de Los gráficos peronistas, se dice que quien escribió la letra fue Rafael Lauría, un obrero gráfico de la Editorial Atlántida. No hay razones serias para dudar de esa afirmación, aun si se basa sobre todo en su propio testimonio y en los testimonios posteriores de su hijo, su yerno y su cuñado: «Él y yo trabajábamos en la sección Encuadernación de Atlántida —dijo este último, Enrique Schenone— y unos del trabajo, peronistas de una unidad básica, le pidieron que hiciera la letra de una marcha para los gráficos. (…) No me contó nada: lo vi yo. En mi casa, porque los dos vivíamos en la misma casa (Azara y Aristóbulo del Valle), y en el trabajo. Él la hacía de a poco. Estaba trabajando, dejaba y escribía. La escribía delante de nosotros, y la cantaba en la sección. La cantaba yo también, con él. Después la cantaron en el comité; y los gráficos, en las asambleas. Se fue haciendo popular sola», dice, antes de agregar que fue el jefe de la sección de fotograbado, Guillermo De Prisco, «amigo de Ivanissevich», quien «hizo conocer la marcha en el ambiente de los políticos». Agrega Schenone, contradiciendo la mítica espontaneidad del «grito de corazón», que Lauría no era peronista sino radical, pero que «no le importaba nada. A él le decían “haceme una letra”, y la hacía».

Llistosella cita también un «insospechable vecino de Barracas», Eduardo Clemente: «Yo nunca le escuché a Lauría decir “la letra de la marcha peronista es mía”, pero en Barracas todos lo decían», y concluye inclinándose «definitivamente» del lado de Lauría. Para reforzar la tesis, el autor evoca también una carta de 1950, de la que se hablará luego, y «dos citaciones de la presidencia de la República, fechada una el 16 de julio de 1954 y la otra el 24 de agosto del mismo año». El dato es relevante, pero esos papeles no dicen por qué se lo citaba a Lauría y nadie sabe si fue o no a esas citas en la Casa Rosada. Su mención muestra más bien una preocupación por los límites de la historia oral, en un contexto donde los documentos de época escasean.

Otro de los gráficos presentes el 2 de mayo en el Teatro Colón, Enrique Odera, afirmaba en 1983 que «nadie podrá reclamar nunca nada porque la marcha es del pueblo». Pero eso no le impedía reclamar para sí la invención del estribillo a partir de la música de una comparsa: «Todo ocurrió un día como tantos, en que, luego del trabajo en la editorial, íbamos hasta el recreo de Quilmes a jugar al fútbol. Allí también había un escenario pequeño en donde muchos artistas cantaban. Y otros que no lo éramos. Yo tenía buena voz y más de una vez estuve amenizando las noches. Un buen día, en vez de jugar el fútbol me quedé recostado en el pasto. Fue cuando escuché una canción que venía del otro recreo. Decía: “¿Pa qué tomás / si te hace mal? / ¡Tomá café que te hace bien! / ¡Los que tomamos / bien lo pagamos! / ¡Tomá café / que te hace bien!” La música era pegadiza y me obligó a acercarme hasta el lugar. La tocaban unos muchachos en bandoneón, que pertenecían a una comparsa, pero nunca dijeron cuál. (…) Era una melodía tan rítmica que empecé a cantar: “Perón, Perón / qué grande sos / mi general / cuánto valés”. Fue el comienzo. Y nosotros adaptamos esa musiquita a la que le agregamos los versos: “Los gráficos peronistas / todos unidos cantaremos”».

Agrega Odera que, en esos partidos de fútbol entre trabajadores gráficos, él y sus amigos de la Editorial Atlántida sentían la falta de una marcha pues las comisiones internas de otras editoriales cantaban La Marsellesa, la Marcha Socialista y La Internacional.159 La creación de Los gráficos peronistas forma parte de la «peronización» del movimiento obrero, que desplaza a los sindicalistas socialistas y comunistas cuyos partidos habían integrado la Unión Democrática. En 1947 los peronistas conquistan por estrecho margen la dirección de la Federación Gráfica Bonaerense e instalan una nueva Comisión Administrativa que obtiene del Ministerio los beneficios festejados el 2 de mayo de 1948 en el Teatro Colón. La nueva marcha, que pronto publica la revista fundada por la nueva conducción, El gráfico peronista, está así a tono con esa reorientación política, que lidera entre otros Guillermo De Prisco, prosecretario y futuro diputado nacional. Pero esa propaganda no parece haber calmado el frente interno, pues en febrero de 1949 un sector de obreros socialistas, anarquistas y peronistas declarará una huelga que, a pesar de la presión del gobierno y de la dirección del sindicato, paralizará durante un mes la mayoría de los diarios de Buenos Aires. El conflicto recién se acabará con una intervención de la CGT respaldada por Eva Perón, que se extenderá hasta 1954. Así, es probable que el «ascenso» de Los gráficos peronistas a marcha de todo el peronismo la haya salvado de quedar como rémora de una dirigencia fracasada o de caer enseguida en el olvido.

Por otra parte, cuando dice «le agregamos unos versos» Odera deja espacio para un autor del texto de las estrofas, que bien podría ser Rafael Lauría, y para otra persona más, autor de la música de esa primera parte. Ése es, precisamente, el rol que durante años reivindicó Norberto Horacio Ramos, no sin observar: «Es que hubo gente que por el solo hecho de haber integrado una comparsa de barrio alguna vez, se sintió con derechos para adjudicarse la autoría de una composición que no tuvo otro dueño que el pueblo». «Tenía 15 años cuando hice la música de la marcha peronista», exclama Ramos en una entrevista de 1983, un año antes de obtener un efímero registro de su nombre en SADAIC como autor de la música de Los gráficos peronistas.

Y éste será su relato en 1989: «Fue en mayo (sic) del 48. Un grupo de obreros gráficos, compañeros de mi papá, me hicieron el pedido. Entre ellos se encontraban Rafael Lauría, Guillermo De Prisco, Enrique Odera y, por supuesto, también mi padre, José Manuel Ramos. La letra ya la tenían elaborada, por Lauría, y la idea era que yo hiciera la música. Me encontraron el estribillo, que contaba con música de comparsa y yo tenía que componer el resto, el “leitmotiv” de la canción. (…) Más o menos a la semana de aquella propuesta, le entregué la música a mi padre y fue ahí que decidieron grabar la canción».

Dejando de lado el error de fecha, hasta aquí esa versión es compatible con la de Odera, y ambos no excluyen a Lauría. Ramos agrega un argumento que supone imparable: «Cualquiera que sepa un poco de música se da cuenta de que la melodía fue realizada por un chico, ya que se basa en tres notas de un tono menor y su dominante. Por eso gustó, porque era sencilla». Al atribuir su forma musical al espíritu del niño que había sido, el músico maduro llevaba a sus últimas consecuencias, en provecho propio, el mito romántico del pueblo puro e ingenuo, un poco infantil. Pero en realidad, ese razonamiento musicológico implica tan solo que aquella melodía podría haber sido compuesta por cualquiera.

La marchita, el escudo y el bombo
Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch exploran la historia de los tres emblemas centrales del peronismo desde su aparición hasta la actualidad.
Publicada por: Planeta
Fecha de publicación: 10/01/2016
Edición: 1a
ISBN: 978-950-49-5475-0
Disponible en: Libro de bolsillo
- Publicidad -

Lo último