martes 19 de marzo de 2024
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Apuntes sobre el caso Nisman

A dos años de la muerte del fiscal Alberto Nisman todavía no se sabe cómo murió. Ese es el dato duro, real y vergonzoso. Revela mejor que muchas declaraciones el estado de situación de la justicia argentina. Los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA también permanecen irresueltos. Todavía no se despejan las dudas sobre la explosión de Río Tercero ni sobre la muerte de Carlos Menem Jr. El Poder Judicial está atravesado por la ineficacia y la corrupción. Atentados y crímenes políticos se suceden en distintos lugares del mundo pero en la mayor parte de esos lugares se encuentra y se castiga a los responsables. En la Argentina el problema no es el delito sino la impunidad.

Ningún gobierno asume la voluntad política de modificar ese estado de cosas. El único intento serio fue el decreto 222 de autolimitación en la designación de los miembros de la Corte Suprema de Justicia firmado por Néstor Kirchner y que devino en un salto de calidad en el Tribunal. Pero no fue suficiente. Cuando su ministro de Justicia, Gustavo Beliz, propuso avanzar sobre el fuero federal terminó eyectado del gobierno.

Hay cosas que nadie quiere tocar. La ex Side es otro buen ejemplo. Entre otras cuestiones, de allí salían los sobres en los noventa para los magistrados amigos. Los Kirchner alimentaron y utilizaron a ese monstruo que terminó mordiéndoles la mano. Cuando quisieron cambiar algo ya era tarde. Mauricio Macri hizo campaña diciendo que reformularía completamente el antro de los espías y no lo tocó. Nombró a un amigo del fútbol, Gustavo Arribas, para conducir una de las áreas más sensibles del Estado. Un hombre sin experiencia pero de su íntima confianza. Arribas ahora apareció denunciado por recibir dinero espurio. El Presidente decidió no cambiar nada. Apenas peinar al monstruo para la foto.

El kirchnerismo operó sobre la justicia de manera indisimulada. El macrismo también lo hace y cada vez con menos pudor. Por lo menos media docena de magistrados no se mueven sin un guiño oficial. La misma actitud tienen la mayoría de los gobernadores. Parece una condición del cargo. Asumen y acto seguido colonizan el Poder Judicial. Gerardo Morales es el mejor ejemplo de la hipocresía que no reconoce partido político ni ideología. Siempre criticó la injerencia del ejecutivo en la administración judicial. Sin embargo, a una semana de asumir su cargo en Jujuy amplió el número de miembros del Tribunal Superior de la provincia de 5 a 9 y nominó a cuatro jueces que no sólo adhieren a su gobierno: dos de ellos participaron de la votación que amplió el tribunal. Las dos primeras condenas a Milagro Sala, a tres años por un escrache donde no estuvo, y la inhabilitación para participar de organizaciones sociales, revelaron el nivel de acatamiento político que existe entre los jueces provinciales.

La causa Nisman está cruzada por intereses contrapuestos, dentro del país y en el exterior. Es fundamental que los funcionarios judiciales den una señal que permita recuperar la credibilidad en el sistema. Para eso deberán sacudirse las presiones. Fallar bien sin mirar a quien. Deben estar más preocupados por impartir justicia y garantizar derechos que por salir en la tapa de un diario.

En el campo de batalla mediático la suerte está echada. Están los que sostienen que al fiscal lo mandó a matar Cristina Kirchner. Cerca del kirchnerismo aseguran que Nisman, atribulado por la inconsistencia de su denuncia contra la ex Presidente, decidió quitarse la vida. Los datos no importan. Las dos versiones cuentan con un aliado imprescindible: la verdad dejó de ser algo importante en el país. Para ellos, el sujeto de la información se mueve con la lógica de la hinchada. El lector, el oyente, el televidente, no es un ser pensante que se informa y saca sus conclusiones, ese sujeto está en vía de extinción. Los mensajes van dirigidos a un consumidor que sólo digiere los mensajes que le agradan y, por tanto, sólo quiere confirmar sus preconceptos. Y para lograr ese objetivo vale todo.

Más allá de los errores e irregularidades que se puedan señalar en la investigación y de las innumerables chicanas destinadas a embarrar la causa. Lo que se sabe con indubitable certeza es que Nisman apareció muerto en el baño de su casa unos días después de denunciar por encubrimiento a la entonces Presidenta Cristina Kirchner. Que Diego Lagomarsino fue la única persona que estuvo con él en el departamento (no hay ningún dato que indique la presencia de terceros ajenos a ellos dos). Que Lagomarsino le dio el arma de dónde salió el disparo que lo mató. Que Lagomarsino era empleado de Nisman (le dejaba al fiscal una parte de su sueldo) y socio en cuentas en el exterior (la pista del dinero no se investigó en profundidad). Por tal razón el horario del deceso es clave para saber efectivamente cuál fue su rol (los peritos de la querella sostienen que el fiscal murió el sábado y los oficiales y de la defensa de Lagomarsino que fue el domingo cuando él ya no estaba en el departamento). Habrá una nueva junta pericial dirigida por Gendarmería. Dicen que con la participación de 27 miembros y que tendrá una resolución entre abril y mayo. El horario de la muerte es clave.

Ya no importa tanto si Nisman era buen o mal fiscal. Si hizo mucho o poco por esclarecer el atentado contra la AMIA. Si obedecía órdenes del poderoso espía Jaime Stiuso. Tampoco sus conductas privadas. Es fundamental saber cómo y por qué murió. Conocer qué pasó con Nisman es una necesidad judicial y un imperativo ético.

La Cámara que accedió al pedido de la querella (la ex esposa de Nisman, la jueza Arroyo Salgado y sus hijas) de que pase al fuero federal no abona ninguna de las tres hipótesis que se manejan hasta ahora (suicidio, homicidio o suicidio inducido). Es decir que ni la fiscal de primera instancia, ni la jueza ni los camaristas están convencidos de lo que pasó aquel 18 de enero de 2015. Sin embargo, hay una competencia por tratar de acomodar la cabeza al sombrero. Que la justicia determine la situación que mayor rédito político o económico les puede dar. No importa si se ajusta a la realidad.

Se abre una nueva oportunidad. El caso Nisman es paradigmático y el riesgo de que quede irresuelto, esta vez, puede tener costos altísimos para la credibilidad en el sistema. Si el juez Julián Ercolini y el nuevo fiscal Eduardo Taiano no eligen el camino de la verdad, si obedecen a alguien que esté más allá de sus conciencias, la democracia entrará en un callejón sin salida.