jueves 18 de abril de 2024
Cursos de periodismo
InicioPeriodismo JustoLa guerrita santa

La guerrita santa

El documento de los obispos fue más comentado que leído y disparó un nuevo cruce entre el Gobierno y la cúpula de la Iglesia. Funcionarios y opositores debatieron los títulos de los diarios.

En la guerra santa declarada entre el gobierno nacional y el grupo Clarín todo vale. No importa si algo es cierto. Importa si afecta al otro, “al enemigo”. Las declaraciones de dirigentes políticos, sindicales o religiosos pueden acomodarse a voluntad. Cualquier testimonio queda sometido a la edición y el recorte, para que quede en línea con la necesidad de quien reproduce la información. Algo de esto ocurrió con el documento que el fin de semana pasado emitió la Conferencia Episcopal sobre la violencia en la sociedad.

“El país está enfermo de violencia” y “la corrupción es un cáncer social”. Estas fueron las dos frases que los medios más críticos al kirchnerismo transformaron en títulos. Los enmarcaron en una suerte de crítica frontal de “la Iglesia” al gobierno nacional. El documento, si bien es crítico de la violencia imperante en la sociedad y advierte sobre el incremento de la delincuencia, no tiene el tono admonitorio que le asignaron y apela a todos los actores sociales no sólo a los funcionarios.

En el acto organizado para recordar al Padre Carlos Mugica, asesinado por la Triple A, la presidenta Cristina Kichner le respondió con dureza a los títulos de los diarios: “cuando se habla de una Argentina violenta, quieren reeditar viejos enfrentamientos”, dijo. Las mismas usinas mediáticas se prendieron de esas declaraciones para potenciar, lo que a esa altura, ya podía calificarse como “enfrentamiento”.

Un día después “los empresarios cristianos” y «de los bancos extranjeros” apoyaron los dichos de los prelados. Algunos funcionarios, desde Gabriel Mariotto a Agustín Rossi, hicieron lo propio a la hora de cuestionar el escrito. Luego se sumaron Mauricio Macri y dirigentes de La Cámpora bancando una y otra posición. A esta altura es difícil saber si alguien de los que hablaron había leído el documento completo.

Los obispos no son inocentes. Saben perfectamente el efecto que tienen sus observaciones. En la Conferencia Episcopal conviven expresiones conservadoras y reaccionarias con religiosos que defienden posiciones más abiertas y democráticas. La Iglesia Católica en esto se parece mucho al peronismo. Son dos casas con paredes elásticas.

El documento le asigna una mayor responsabilidad al gobierno en su rol de garante de la paz social, pero de la lectura del texto no se desprende que sea el sujeto exclusivo de las críticas. Si bien señala: “Constatamos con dolor y preocupación que la Argentina está enferma de violencia” y que “los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad». También dice que “no se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales. Ellos sufren de manera particular la violencia y son víctimas de robos y asesinatos aunque no aparezcan de modo destacado en las noticias”.

Sugiere: “ampliar la mirada y reconocer que también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrasta con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros”.

Y cuando habla de la corrupción como “cáncer social” hace referencia a la corrupción “tanto pública como privada”. Y sorprende con dos afirmaciones: “La lentitud de la Justicia deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia”, una frase que es fácilmente ubicable en cualquier discurso de la Presidenta de los expresados cuando defendía la reforma judicial. Y otra: “Nos duele y preocupa que casi la mitad de los presos no tenga sentencia”, a tono con los reclamos de la agrupación Justicia Legítima u organismos de Derechos Humanos.
“Nos estamos acostumbrando a la violencia verbal, a las calumnias y a la mentira”, agrega el documento de los obispos. Otra frase que suscribirían propios y extraños.

El martes pasado, monseñor Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica, escribió una columna en Página/12: “Los obispos argentinos quisimos hacer un llamado a la reflexión acerca de la violencia. En un largo debate entre nosotros, terminamos coincidiendo en la necesidad de encarar el tema de una manera amplia, evitando un acento excesivo en la inseguridad. La idea que predominó fue la de la violencia en toda la sociedad, de manera que cada uno se sintiera interpelado en lugar de entretenerse culpando a otros: ´No nos ayuda culpar a los demás´», dice el texto.

El rector de la UCA agrega: “Por eso esta declaración, confeccionada con aportes de toda la asamblea de obispos argentinos, rechaza la ´justicia por mano propia´, defiende a los pobres de la acusación de violentos, cuestiona ´la insultante ostentación de riqueza´ de otros y la ´tendencia al individualismo y egoísmo´. También habla del maltrato a los presos, de ´las crisis de la familia´ y de los ´episodios de violencia escolar´, menciona que los medios ´no siempre informan con objetividad y respeto´, etcétera”.

Monseñor Fernández opina: “Lamentablemente, la sana intención de este mensaje, que ofrece una propuesta educativa y autoeducativa, no fue acogida simplemente porque no se lo leyó completo. El día antes de la publicación de este documento, en la versión electrónica de un diario se anunciaba torpemente que los obispos iban a enfrentar al Gobierno por el tema de la inseguridad. Con esa clave falsa de lectura, al día siguiente todos mutilaron el documento. Paradójicamente, también algunas personas oficialistas utilizaron esa misma clave de lectura que les ofreció un medio opositor, sin detenerse a leer y a sopesar el conjunto del texto de los obispos, y entraron ingenuamente en el juego”.

Por previsible, no sería una mala idea que Monseñor discuta esta cuestión con sus pares antes de firmar el próximo documento. Y, complementariamente, que los dirigentes lean completo los textos sobre los cuales van a opinar. La lengua en Argentina suele ser más rápida que la vista.