jueves 28 de marzo de 2024
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Un país raro

Argentina es un país raro. Será el caso testigo que terminará modificando la legislación internacional sobre el accionar de los capitales especulativos. Eso dirá la jurisprudencia internacional cuando en los próximos meses una comisión de Naciones Unidas elabore finalmente una recomendación para que inescrupulosos fondos financieros no puedan afectar las reestructuraciones de deuda de países soberanos. Hay un amplio consenso mundial para avanzar en ese sentido (121 países ya anticiparon su opinión contra el voto negativo de sólo once). Con todo, no habrá nada para festejar. El fallo del juez Thomas Griesa que protege los intereses de los Fondos Buitres por sobre los bonistas que aceptaron el canje de deuda, no se verá afectado por esa medida. El repudio explícito del Papa Francisco y la opinión de importantes confederaciones sindicales tampoco tendrán efecto real. En términos coloquiales: Argentina tiene razón pero deberá pagar. Falta saber cuándo, cuánto y cómo.

“Con los buitres no es no llores por mí Argentina, es no llores por mi the world”, dijo Cristina Kirchner en su primer intervención pública en Nueva York. No son pocos los especialistas que señalaron, dentro y fuera de los Estados Unidos, las consecuencias del fallo de Griesa más allá del caso argentino. Nueva York dejó de ser una plaza confiable para las operaciones financieras. Hay media docena de ciudades europeas que ofrecen mayor seguridad y confianza para este tipo de operaciones, incluso con legislaciones antibuitres. Con todo, no será fácil para Argentina desanclar la jurisdicción norteamericana. Aunque no cumple con el pago a los bonistas (tiene congelados por orden de Griesa 539 millones de dólares), el Banco de Nueva York se resiste a dejar de ser el agente fiduciario de la Argentina. Es posible, incluso, que se defienda judicialmente. Ésa es la batalla que se viene. Por lo pronto, entre sus tantas contradicciones el anciano juez norteamericano podría permitirle al Ciribank pagar los bonos de legislación argentina.

Se le puede cuestionar al gobierno de Cristina Kirchner haber subestimado un problema grave, su propensión a las bravatas públicas contra el magistrado y la inexplicable demora en convocar a la solidaridad internacional. También el haber convocado demasiado tarde a la oposición política. Es posible que no hayan imaginado nunca un revés judicial de esta naturaleza. En un funcionario no contemplar todas las alternativas es un error cuya responsabilidad no puede trasladarse. Para colmo de males, el golpe llega en el peor momento de la economía nacional de la última década: la inflación sigue sin control, hay signos de recesión y pérdida de puestos de trabajo. Esto va más allá de lo evidente: la inequidad de la decisión judicial y la imposibilidad de su cumplimiento sin afectar al 92,4 por ciento de los bonistas que ingresaron al canje en 2005 y 2010.

El apoyo de países, entidades gremiales, organismos de derechos humanos, dirigentes políticos e intelectuales es bueno pero insuficiente. Nos declara, algo así, como campeones morales. Más concretas son las propuestas que acercaron un grupo de empresarios argentinos y el plan que baraja el millonario de origen húngaro George Soros. En todos los casos se analiza comprar de la deuda en mano de los Buitres y luego, en enero próximo cuando caiga la cláusula RUFO (que gatillaría reclamos millonarios si se pagara el fallo), negociar con el gobierno argentino. Soros, quien además tiene el 3,5 por ciento de las acciones de YPF, demandó al Banco de Nueva York por bloquear los pagos de los bonos reestructurados. El millonario no es un filántropo. Defiende sus inversiones pero además tiene una vieja disputa con los sectores conservadores de los Estados Unidos que amparan a los Fondos Buitres. Paul Singer financia las campañas de los candidatos republicanos y demócratas con igual convicción y generosidad.

En Argentina la causa contra los fondos especulativos tienen más ateos que en el ámbito internacional. A un año del recambio presidencial la pelea con los Buitres condiciona parte de la discusión política con altas dosis de mezquindad. Hay algo positivo: la decisión de endeudar al país, algo que ni siquiera se sometía a discusión interna en décadas pasadas, ya no será algo tan simple. La deuda externa pasó a estar en todas las agendas. Las reacciones fueron diversas. Mauricio Macri propuso pagarle a los Fondos Buitres sin más; Sergio Massa no ahorró críticas al gobierno pero a instancias de Roberto Lavagna pidió proteger el acuerdo con la mayoría de los bonistas; Daniel Scioli acompañó la estrategia del gobierno; los candidatos presidenciales del FA-Unen no contestan o no saben. Sólo para nombrar a quienes tienen alguna posibilidad de gobernar el país.

Mientras tanto hay un espejo dónde mirarse. El ex Ministro de Economía de Carlos Menem y de la Alianza, Domingo Felipe Cavallo, firma artículos de opinión en diarios económicos y ofrece lecciones de cómo superar la crisis de endeudamiento en televisión. Algunos periodistas lo consultan como a un experto neutral. En los próximos días, la fiscal Fabiana León, será la encargada de acusarlo ante la justicia por ser el arquitecto de la operación de deuda más ruinosa de los últimos años: el llamado Megacanje que incrementó las acreencias del país en 50 mil millones de dólares. Todo pasa al mismo tiempo. Las peores barrabasadas parecen no tener costo político ni judicial. Definitivamente, Argentina es un país raro.