viernes 19 de abril de 2024
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«Rock & Pop. La imaginación al poder», de Guillermo Courau y Francisco Anselmi

tapa Rock&Pop

Rock & Pop, una de las radios más escuchadas del país, ahora tiene un libro con toda su historia. Los periodistas Guillermo Courau y Francisco Anselmi realizan un recorrido por los hitos de la emisora, sus programa y personajes, como así también de su evolución en relación con el país. A punto de cumplir 30 años de existencia, esta crónica muestra todo el sólido pasado de esta FM y su incierto presente y futuro. En este adelanto, se cuentan los tiempos de gloria, las primeras crisis y la experiencia de «Rock&Pop TV».

El sonido de la democracia (1985-1989)

Que nunca más la violencia perturbe, conmueva y degrade a la sociedad argentina.
Raúl Alfonsín (1984)

Los nuevos vientos democráticos arremetieron en la sociedad argentina, sin tregua y sin pedir permiso.

Queda para otros foros la discusión de si cada pueblo es quien lucha por su democracia o si esta es producto de un contexto general que excede las fronteras de un país. Causas y consecuencias hay en todos los procesos, pero en este caso las segundas acompañaron el nacimiento de una nueva generación de jóvenes que llegó en busca de una ruptura, de otros lenguajes, de nuevos vehículos de expresión. Y fueron ellos quienes les exigieron a los medios un cambio de paradigma.

A diferencia de sus padres y abuelos, los adolescentes de los ochenta no habían sufrido en carne propia los rigores de la dictadura militar. Aunque los resabios existían y se sentían en el aire, la decodificación que hacían aquellos chicos no era personal sino que nacía de sus mayores. Víctimas directas del Proceso, los adultos a mediados de la década aún llamaban la atención de los más jóvenes ante el peligro de ir por la calle con el pelo un poco más largo de “lo que corresponde”, o se preocupaban cuando sus hijos o hijas levantaban la voz para condenar a un gobierno de facto que todavía no estaba completamente diluido, sino débil y agazapado como un animal herido.

Como todo proceso democrático que llega luego de un período sin libertad, el espectro cultural de la Argentina en los ochenta fue una suerte de caja de Pandora. Artistas, periodistas y personalidades de la cultura comenzaron, cada uno desde su lugar y con sus armas, a vomitar todo aquello que durante años les obligaron a callar. Del otro lado de la ecuación estaba el pueblo, que consumía con placer cada una de estas declaraciones de liberación sin pensar demasiado en la fuente y el contexto. La consigna era gritar, y desde la Rock & Pop se iba a hacer como nunca antes.

Cuando el “Reverendo Douglas Vinci”, uno de lo íconos de Radio Bangkok, era solo el artista plástico y diseñador Carlos Masoch, vivía con esperanza pero a la vez con mucha impotencia las consecuencias de los años de plomo:

La dictadura me quitó diez años de mi vida, yo hice a los 30 lo que
tendría que haber hecho a los 20. Y no soy el único que piensa así,
a muchos nos pasó lo mismo. Rescato que nuestro programa fue
parte de un momento que no podría haber nacido en ningún otro
período. La cabeza de Grinbank fue esencial para construir la idea
de una radio distinta, la Rock & Pop permitió que el rock se
masifique.

De todas las manifestaciones artísticas, la música fue donde más y mejor se vio este nuevo fenómeno ecléctico de voces y discurso. En la década anterior, un “tipo duro” como Billy Bond y su “pesada del rock and roll” era capaz de abandonar un estudio de grabación si se cruzaba en él con Sui Generis, por considerarlos “blanditos” en su propuesta musical. Las aguas estaban divididas y quedaba bien claro quién pertenecía a dónde.

Con la vuelta de la democracia ya no fue lo mismo. Pero este cambio no fue advertido por los jóvenes de los ochenta, ya que se daba a un nivel más profundo de análisis; en el día a día se juzgaba menos y se disfrutaba más. Los chicos consumían con igual avidez a Juan Carlos Baglietto, Charly García, Sumo, Soda Stereo y Zas, todos enmarcados dentro de la cada vez más amplia etiqueta de “rock nacional”. La radio y la televisión, como hicieron siempre, se concentraron en agitar el consumo y fogonear un negocio que durante la última década, a través de prohibiciones y medidas absurdas, se había aquietado demasiado.

El bombardeo de música que los adolescentes escuchaban y compraban profusamente no fue más que el reflejo del cambio de un orden a nivel mundial. Quedaron atrás las utopías setentistas y se ingresó a un escenario más cínico y personalista, donde se perdieron de vista los objetivos grupales en pos del beneficio personal. La brecha entre ricos y pobres se acentuó, y en este contexto apareció la figura del yuppie –como una e(in)volución del hippie–, un hombre individualista, dedicado obsesivamente al trabajo y a los réditos que este pueda brindarle. El discurso “marca Lennon” comenzó a atrasar, y mientras la trova rosarina de Baglietto, Silvina Garré, Jorge Fandermole y Fito Páez cantaba nostálgica que “solo se trata de vivir”, Luca Prodan desde Sumo explicaba que no sabía lo que quería, pero lo quería “ya”; y Miguel Mateos ensayaba una crítica social desde la poética: “Tengo a un ruso y a un yanqui dentro de mi habitación, que se juegan mis zapatos y mi foto de graduación en un Atari”. En ese presente que renegaba de su pasado y proclamaba desde el punk que no había futuro, Daniel Grinbank emprendió el proyecto más ambicioso de su vida: cambiar para siempre los medios de comunicación. En apenas dos años, Rock & Pop se convirtió en un éxito.

La idea de una emisora únicamente musical y segmentada, que transmitiera desde las 7 de la mañana hasta la medianoche, funcionó muy bien y la marca comenzó a hacerse un lugar en el espectro radial. “La gorda Elizabeth” y el equipo de musicalizadores habían logrado posicionar a la emisora en un lugar de privilegio gracias a una mezcla justa de talento y olfato para programar de acuerdo con el “espíritu” joven y rocker. Todavía era muy pronto para saber que ese espíritu y por consiguiente esta marca (que tenía mucho más de “rock” que de “pop”) terminaría siendo un símbolo que perduraría hasta hoy.

Tan bien había funcionado aquel “experimento” sonoro que muy pronto empezó a ser replicado por otras emisoras, no tanto en el estilo sino en la idea de segmentación. Bobby Flores fue uno de los primeros en advertir el peligro que esto implicaba:

Como a nosotros nos iba bárbaro, los demás nos empezaron a
copiar la fórmula. Por ejemplo, fuimos los primeros en poner la
tanda grabada, hasta ese momento los programas tenían un
locutor que hablaba en vivo. FM 100, Latina, Láser y otras
hicieron lo mismo, y encima con mejor sonido. Ahí Daniel
decidió incorporar programas en vivo.

A pesar de crecer en audiencia, la Rock & Pop no despegaba desde lo comercial, al nivel que buscaban sus propietarios. Por entonces, la publicidad en radio era mucho más restrictiva que hoy, y las marcas dudaban mucho frente al perfil que ofrecía cada medio. El producto radial tenía que encajar a la perfección con sus intereses. Si no, no había trato. En este aspecto, la FM de Grinbank y Morano tuvo, desde su concepción, la ventaja de contar con un rumbo claro y preciso, con la idea también de que funcionara como imán para las empresas que apuntaban a un segmento adolescente. Había que llamarles definitivamente la atención, y para ello también faltaban voces, faltaban programas.

El lugar se cubrió de pedazos de cristal

Ari Paluch fue, junto con Mario Pergolini, el conductor del primer programa en vivo de la historia de la Rock & Pop. El miércoles 1 de abril de 1987 debutó Feedback. Recuerda Paluch:

La radio en la Argentina era muy prolija, toda grabada. Después
se fue desacartonando y agregó una artística que acá no tenía
ninguna otra FM, como la de las norteamericanas, con jingles y
separadores. Además, Daniel y Marcelo supieron tasar muy bien
la tanda, no por palabra sino por segundo, así que por primera
vez se empezó a pautar en FM pagando como si fuera AM o más.
Hasta ese momento no había sucedido nunca. Buenos
separadores, mucha producción y comercialización, esos fueron
los primeros pasos. Con Mario llegamos a una radio armada que
después nosotros desarmamos. Para mí la invitación de Daniel
fue muy importante. Dicen que el maestro aparece cuando el
alumno está preparado, y en mi historia esa frase encastra
perfectamente .

Feedback no fue un proyecto pensado para Rock & Pop. Había nacido dos años antes en la FM de Radio Continental, gracias al entusiasmo de Paluch, por entonces de 23 años, y de Pergolini, de 21. La idea de la dupla había sido captar a sus pares con un programa que se colocaba a medio camino entre los parámetros marcados por la AM en cuanto a locución, y un caudal de información sobre bandas y música extranjera, producto de la pasión de ambos por el tema. La apuesta funcionó porque en la era pre Internet para informarse sobre lo que pasaba en el mundo había solo dos caminos: comprar revistas especializadas y diarios extranjeros muy difíciles de conseguir, o escuchar la radio.

Después de la experiencia en Continental, el programa pasó a FM Okey, donde estuvo solamente ocho meses, en los cuales sus conductores no vieron un centavo. Por eso, y porque ambos eran también oyentes de la Rock & Pop, es que no dudaron cuando recibieron el llamado de Grinbank que los invitaba a mudarse de radio. La apuesta del empresario musical fue arriesgada. Ari Paluch y Mario Pergolini eran dos desconocidos, con más intuición y entusiasmo que estrategia. Esa fue la clave para que Daniel se fijara en ellos. Dice Ari:

El 24 de diciembre de 1986 puso nuestro programa por FM Okey
y vio que estábamos en vivo. Soy judío y nunca festejé
Nochebuena hasta que me casé con mi mujer, que es católica, así
que no tenía problema en trabajar ese día. Lo de Mario fue más
meritorio porque él sí es católico, y ese año sacrificó la noche
familiar para hacer el programa conmigo. Entonces Daniel dijo:
“Estos pibes me ganan en rating, hace ocho meses que no les
garpan y encima laburan en Nochebuena… Quiero que vengan”.

Pero el plan de Grinbank era mucho más ambicioso que dejar el timón de la radio a dos chicos con mucho talento pero sin demasiada experiencia en el micrófono. Incluso antes de incorporar a la dupla Paluch-Pergolini, el empresario comenzó a tentar a Lalo Mir para ocupar la mañana de la radio. No era la primera vez que el destino profesional los reunía: Daniel era conocido de Lalo de la época de 9 PM, programa por el que desfilaron prácticamente todos los artistas que representaba en ese momento. A su vez, en 1985 el conductor había hecho por Canal 11 Videoscopio, un ciclo de clips para televisión que se subía a la ola de un género de moda en esa década dominado por ejemplos tan eclécticos como Música Total Videos o Johnny Allon presenta. Si bien el ciclo no tuvo ni la continuidad ni la repercusión de sus competidores, sirvió para reunir nombres como los de Bobby Flores, Eduardo de la Puente y Elizabeth Vernaci, que luego marcarían a fuego la historia de la radio. “También estaban Daniel Melingo, Pipo Cipolatti y Andrés Calamaro. Estuvo bueno porque ya nos conocíamos todos de la noche, y de compartir el mismo dealer”, se ríe Bobby. Continúa Lalo Mir:

Años después Daniel me contó que se había inspirado mucho en
9 PM para armar su radio. De hecho, gente como Bobby o
Quique Prosen eran personas que ya estaban en mi círculo. Y no
solo ellos, Eduardo Gudiño, el primer operador que armó la
artística de Rock & Pop, fue también el primer operador de 9
PM. Creo que el concepto de radio que Grinbank tenía en la
cabeza fue en parte una evolución de lo que habíamos hecho
nosotros en Del Plata.

Estaba todo listo para sumar un segundo programa a la grilla de la nueva FM, pero mientras se empezaba a delinear informalmente lo que luego se llamaría Radio Bangkok, un hecho histórico inclinó la balanza hacia un costado inesperado, que a la vez marcaría la esencia de la administración Grinbank. El jueves 16 de abril de 1987, el pueblo argentino se despertó con la noticia de que un grupo de militares, al mando del teniente coronel Aldo Rico, había tomado el Regimiento de Infantería de Campo de Mayo. El conflicto había comenzado veinticuatro horas antes en Córdoba, cuando la Cámara Federal declaró en rebeldía al mayor Ernesto Guillermo Barreiro, militar en actividad, por no presentarse a declarar a raíz de presuntas violaciones a los derechos humanos. Barreiro fue dado de baja esa misma noche, decisión que se convirtió en detonante de lo que vendría luego. Los carapintadas al mando de Rico exigían que los medios dejaran de lado su “campaña contra las Fuerzas Armadas”, un aumento de presupuesto y la destitución del jefe del Estado Mayor del Ejército en favor de cinco postulantes propuestos por ellos.

Ese día y hasta que terminó el conflicto el domingo siguiente, Rock & Pop dejó de lado su programación mayoritariamente musical para dar su primer grito en favor de la democracia. Mario, Ari, Lalo, el mismo Grinbank, músicos, personajes de la cultura, todos pasaron ante el micrófono abierto de la radio para informar sobre el minuto a minuto del alzamiento, reflexionar acerca de lo que estaba pasando y, en definitiva, pronunciarse a favor de un proceso democrático que parecía estar de nuevo en jaque. Mucha sangre había sido derramada como para quedarse otra vez en silencio. Recuerda Paluch:

Éramos todos jóvenes de la primavera alfonsinista. Grinbank me
llamó a las 2 de la mañana y me dijo: “Venite, tenemos que hacerle
el aguante a la democracia”. Era un contexto muy lindo, de mucha
libertad. La Rock & Pop entró en el momento exacto.

La participación de la emisora y de su gente no terminó ahí. El gobierno convocó a Grinbank para que montara frente al Congreso un sistema de sonido para poder dirigirse a los miles de argentinos que se habían reunido espontáneamente. El prestigio de Lalo Mir entre los jóvenes lo convirtió en uno de los oradores de esa jornada, una tarea no exenta de riesgo:

En esa transmisión de aguante para Alfonsín nos turnábamos para
hacer el aire, pero igualmente siempre estábamos por ahí en el
estudio. De pronto aparecieron unos señores de anteojos negros y
traje y me dijeron: “Daniel te necesita”. Me subieron a un auto y
me llevaron hasta el Congreso. Ahí me encontré con Grinbank, que
estaba preparando el sistema de amplificación. Lo que pasó fue
que en la plaza había gente común junto a agrupaciones políticas,
y se produjeron algunas peleas entre la izquierda y los
“peronchos”… la típica. El gobierno quería hacer un acto un poco
más formal; la idea era centrar la atención en un escenario.
Fuimos varios los que hablamos; me acuerdo que al lado mío
estaba Graciela Mancuso. A mí me tocaba decir que teníamos
comunicación con la presidencia, que todo se estaba desarrollando
bien, llevar tranquilidad a la gente. Una comisión de diputados y
senadores nos guiaba. Yo les pedía instrucciones, quería saber bien
qué decir para no mandarme alguna cagada.

Lo que no sabía Lalo era que lo que resultaría inolvidable para él esa tarde no sería precisamente lo que dijo al micrófono:

Teniendo el discurso listo me dijeron: “Bueno, salí y hablá”. Me
preparé, y en ese momento apareció uno de seguridad del
Congreso, que estaba atrás de una columna, y me dijo: “¿En
serio vas a salir a hablar? Te van a dar un tiro…”. Miré cagado
para atrás, y vi cómo los demás me hacían con la manito “dale,
dale, dale” para que empezara a caminar. Salí temblando.
Todavía no sé quién puso a ese hijo de puta ahí, nunca supe
quién era.

Pasado el mal momento y aquietado el amague de otro Golpe, quedó claro que el resultado de una Rock & Pop hablada fue satisfactorio para todos. El espíritu rockero de las canciones se conservaba a través de un lenguaje para nada “radial”, de conversaciones donde no se respetaba la “limpieza del aire”, como sucedía en AM hasta ese momento. Se usaban las mismas expresiones de los adolescentes que la escuchaban. Este código compartido, esta identificación absoluta con el oyente, fue el pilar fundamental de la consolidación de la Rock & Pop en el terreno popular.

Así, casi por casualidad (o mejor dicho, por necesidad) nació el concepto de programas de radio al estilo “charla de café”, una práctica que en aquel momento fue vanguardista, y hoy de tan habitual se ha tornado insoportable. Sin embargo, hay una diferencia muy importante: lo que actualmente se utiliza para reemplazar el menor atisbo de contenido crítico, hace treinta años era solamente una herramienta nueva para llegar a más gente, y así todos podían escuchar lo mucho que había para decir.

El templo de las sensaciones

Lo que estás escuchando no es una interferencia, es una pequeña
muestra. El jueves 23 de abril a las 10 de la mañana podrás
liberar tu mente, podrás dar rienda suelta a tu fantasía. Todo lo
que vendrá será producto de la vida, y nunca diferenciaremos
cuál es el dato falso de cuál es el dato cierto. Ya no importarán
los nombres ni los números. A partir de entonces solo importará
la música, ese será nuestro idioma, en cada canción estarás
comunicado. Aquí Radio Bangkok. Aquí, la Rock & Pop.

El primer spot promocional de Aquí Radio Bangkok grabado por Lalo Mir fue una verdadera declaración de principios de lo que sería el programa, al menos en el primero de sus dos años de vida.

Promediaba 1987, y Radio Bangkok o Bangkok a secas proponía desde su concepción la aceptación del absurdo como realidad. No se trataba de un programa de radio sino de la puesta en escena de uno, con falsos conductores, falsa información, y la sinrazón como motor creativo. Ejemplo de esto es el nombre mismo, que remitía a la capital de Tailandia (lugar que ninguno de los conductores conocía) desde donde, supuestamente, se emitía. Recuerda Lalo:

Yo aporté la idea de que transmitiéramos desde Bangkok,
inspirándome en Radio Colonia. Durante la época de los
militares en casa se escuchaba Colonia porque acá todas las
emisoras estaban intervenidas por los militares. Esa dicotomía
me parecía atractiva. Que la ciudad fuera Bangkok y no otra
tuvo dos razones, la primera fue que era fácil de rimar con Rock
& Pop, y la segunda que yo había visto las películas eróticas de
Emmanuelle que estaban filmadas en Tailandia, y a partir de ahí
me parecía que era una ciudad espejada con Buenos Aires, muy
parecida. Al principio empecé solo en el micrófono. Ese se puede
considerar un aporte desde lo personal al programa. Después se
sumaron a la mesa Bobby, y un poco más tarde Douglas y todos
los demás. Comencé a tejer con esas voces una especie de
comedia, con situaciones absurdas y personajes diferentes.

En el universo propuesto por el programa primó la revolución, la desestructura social como inicio de un nuevo paradigma político; los protagonistas se presentaban como ministros (de culto, de economía), e incluso había un maharajá jugado por Lalo. Al mismo tiempo, no existía en los conductores la menor intención de “corporizar” esta simulación a través de imitaciones, dialectos o situaciones concretas. El contraste con la propuesta temática aparecía a través de un lenguaje local, lunfardo, irreverente y llano. Con el correr de los meses comenzaron a sumarse, no solo integrantes al grupo (Mc Phantom, el Ruso Verea), sino también nuevas criaturas ficticias, nacidas de la necesidad de rizar cada vez más el rizo, de darle siempre una vuelta más a la tuerca del aire.

De la galería de personajes que nutrieron los dos años que duró Radio Bangkok, hay dos que permanecieron en la memoria: Asdrúbal Kakakián y Cacho de Castelar. Ambos surgidos de casualidad, y de la precariedad del momento. Dice Douglas Vinci:

Un día a Bobby no lo dejaron entrar al edificio, por no sé qué
boludez que había dicho el día anterior. Estábamos por empezar
el programa y no había manera de convencer a los de la radio.
Entonces le dijimos: “Andate enfrente, pedile el teléfono al
gallego y salís así”. Bobby se fue al bar, pidió un café con leche
con medialunas, y mientras nosotros lo llamábamos se le ocurrió
inventar a Asdrúbal Kakakián, un tipo que había quedado
olvidado en los sótanos de la penitenciaría de la Avenida Las
Heras cuando la demolieron. Con Lalo no sabíamos con qué iba
a salir, le dimos aire y apareció Asdrúbal, un tipo que solamente
hablaba de cosas viejas, de los sesenta. Nos gustó tanto que
siguió durante el resto del ciclo.

Si Kakakián fue producto del percance, Cacho de Castelar, en cambio, emergió de una necesidad técnica. Quique Prosen, desde el control, se convertía en este oyente que volvía locos a los conductores llamando desde su kiosco de diarios:

Ellos se ponían a hablar, a delirar, y no paraban nunca. Yo era
productor y responsable de la coordinación, y por más señas que
les hacía no había forma de pararlos. Entonces un día agarré un
teléfono y salí al aire a través de la consola como si fuera un
oyente. Entonces los empecé a bardear, a burlarme de ellos, a
sobrarlos, y quedó muy bueno. Así nació Cacho.

El tercer paso de comedia que quedó en la historia de Radio Bangkok fue la “División ENTEL”, un equipo de técnicos de la telefónica del Estado con nombres y personajes inspirados en la serie División Miami (Miami Vice, muy de moda entonces) que iba al domicilio de un usuario para solucionarle problemas en la línea y terminaban haciendo toda clase de barbaridades. Al respecto, dice Vinci:

Hacíamos de tres desaforados que entrábamos a la casa de
alguien y en lugar de ayudarlo le tomábamos el whisky, le
comíamos todo, nos encamábamos con la mujer… cualquier cosa
podía suceder. A pesar de que ese sketch para el oyente parecía
totalmente improvisado, teníamos un guion de inicio, desarrollo y
fin. Lo que pasaba en el medio sí surgía en el momento. Como en
la mayor parte de las cosas que hacíamos en Bangkok,
trabajábamos sin red.

Realidad y ficción se mezclaban en “la misteriosa tierra del reino de Tailandia”. Imposible saber qué sucedía en la realidad y qué se pergeñaba a través de una cuidada edición. El mejor ejemplo fue que ni los oyentes más fieles ni los dueños de la radio sabían que todos los días, durante media hora, el estudio quedaba completamente vacío. “El desayuno” era una sección nacida de la febril imaginación de Lalo Mir con la sola intención de tomarse algo en “el bar del gallego” en el medio del programa. Recuerda el conductor:

Iba desde las 12:30 a la 1 de la tarde. Era un compacto grabado que
nos permitía irnos media hora a chupar enfrente. La edición la
armaba yo el día anterior de manera muy loca y arbitraria,
mezclaba una selección de música con rarezas, pedazos de
programas anteriores, sonidos de alguna película de Niní Marshall o
algo de la televisión. Entonces, la dejábamos y nos íbamos al bar a
“compensar” la noche anterior donde seguramente nos habíamos
acostado tarde y nos habíamos portado mal. Nos clavábamos una
cerveza o un fernet, y con eso llegábamos bien hasta las 2 de la
tarde.

La idea tenía el visto bueno de todos, menos de los dueños de la radio, ignorantes de lo que pasaba:

Un día aparecieron Eduardo Medrano, que era el gerente de
Radio Buenos Aires, con Jorge Civit, el director. Ellos no tenían
injerencia artística sobre nosotros, pero sí sobre lo que acontecía
dentro del edificio. Civilmente, penalmente, legalmente, nosotros
pertenecíamos a Radio Buenos Aires, así que los tipos eran
nuestros jefes. El tema es que entraron y no había nadie, pero ellos
nos venían escuchando, entonces preguntaron: “¿Cómo puede
ser? ¿Dónde están?”, y alguien les dijo: “En el bar de enfrente”.
¡¿Para qué?! Se armó un caos. A un operador lo acusaron de
abandono de tareas. Según el reglamento, si nos íbamos y la
artística estaba protegida por una grabación, tenía que haber un
técnico presente por cualquier problema. A nosotros no nos
hicieron nada, zafamos. Igualmente nunca nos hicimos cargo, y
seguimos yendo al bar todos los días y poniendo el cassette.

Este cúmulo de irracionalidades cuidadosamente pergeñadas catapultó a Radio Bangkok al estadio de programa de culto. Lo que había nacido como un divertimento, que incluso Daniel Grinbank en los primeros meses estuvo a punto de levantar, se convirtió en el fenómeno radial más importante de la década del ochenta. Era habitual escuchar a los chicos en la calle o en los colegios repetir las frases que había popularizado el programa, como “No entiendo, juro que no entiendo” –con la voz del locutor chileno Gabriel Salas Arévalo– o “Ríndete y tendrás un juicio justo”, lo que representaba un guiño de complicidad y pertenencia entre los oyentes y el programa. Esta comunión fue parte de un fenómeno que no se volvería a repetir dentro de Rock & Pop.

Con el fanatismo social por el programa nacieron también los mitos. Uno que era muy popular entonces aseguraba que las ideas de Radio Bangkok habían surgido de una charla dentro del Renault 11 blanco de Lalo Mir, porque él vivía allí. Treinta años después, el conductor cuenta la verdad:

Los mitos son muy difíciles de voltear, pero lo cierto es que yo
estaba pasando una etapa de separación muy fea de una persona
hermosa, y me encontraba en el trance de conseguir departamento
mientras vivía en un apart. El chiste era que vivía en un auto
porque en el baúl llevaba pilchas, zapatillas, botas, camperas, discos, y me iba cambiando ahí. Me terminé mudando el año que
empezó Bangkok a un departamento, en el mismo edificio en el que
vivía mi hermano. Pero el mito de que vivía en un auto quedó.

Para los integrantes del ciclo no había límites. Se habían convertido en estrellas, los programas se peleaban por tenerlos de invitados, podían cerrar una campaña política, rifar un cerdo a las 3 de la mañana en un boliche o hacer una competencia de huevos fritos a media mañana y recibir cientos de ellos en la puerta de la radio. Pero no eran mediáticos, en la acepción más vergonzosa del término; todos y cada uno de ellos tenían una esencia rockera. Entonces, ¿cuál era el paso lógico en esos casos? Sí, armar una banda de rock.

La banda A mamá le dieron dos años –de la que lamentablemente quedan muy pocos registros grabados– nació como una forma de enriquecer las presentaciones en vivo del trío conductor de Radio Bangkok, y de divertirse, claro. No mucho más que eso. Con un repertorio que abrevaba en el rock y el blues local, la banda llegó a tocar en el velódromo del Parque Tres de Febrero ante cinco mil personas, todo un suceso. Sin embargo, lo más interesante del experimento fue la inspiración para el título. Dice Douglas: “Habíamos decidido hacer la banda, y hasta teníamos el repertorio, pero nos faltaba el título. En eso vimos en el diario Crónica un titular: ‘A mamá le dieron dos años’, y nos pareció genial”. La noticia se refería a la presentadora y actriz Nélida Teresa Colomba, que en 1987 fue detenida en el aeropuerto de Bruselas luego de que la policía encontrara, entre sus pertenencias, libros con cocaína en su interior. Aunque hasta el final de sus días aseguró que no tenía conocimiento del cargamento que llevaba y se declaraba engañada “por falsos amigos que traicionaron mi confianza”, Colomba fue condenada a seis años de prisión, que por buena conducta se redujeron a tres (no a dos, como se había informado prematuramente), lo que luego llamaría un “retiro espiritual”.

La clase política de la época, primero con desconfianza y después con resignación, tuvo que aceptar que Radio Bangkok era también formador de opinión, y que pasar por él podía significar un considerable avance en una carrera política. La FM había trascendido ideologías y colores partidarios; todos querían estar en el programa, claro que algunos lo transitaban mejor que otros. Bobby Flores recuerda el incidente con Dante Caputo, ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Raúl Alfonsín:

Fue una época en la que estábamos muy de moda, y los políticos
querían venir aunque sabían que los íbamos a verduguear. Caputo
daba muy para la joda; ya en televisión lo imitaba Mario Sapag,
estaba bueno como invitado. La cuestión es que vino y se sentó al
lado mío, en medio de la charla yo le hice un chiste medio
pelotudo que ni siquiera me acuerdo y se rieron todos. Cuando
fuimos al corte, Caputo me abrazó muy cariñosamente, y me dijo:
“Mirá, Bobby Flores, ¿qué estabas haciendo el lunes a las 2 de la
tarde”. “Salí de acá y me fui a comer a La Boca con dos amigos,
¿por?”, le contesté. “Porque yo el lunes a las 2 de la tarde estaba
discutiendo el desarme de Irán con Khadafi y se me puso bravo,
terminamos como a las 9 de la noche. No tengo ganas de discutir
con vos también”. Me dio una lección que aprendí para toda la
vida: no te hagas el gracioso al aire en tu programa pedorro,
porque hay cosas importantes en serio. El tipo me cagó a pedos
pero con mucha altura. Ahí me di cuenta de que yo era un
pelotudo.

Una historia real muy Radio Bangkok. Muy Rock & Pop.

Despiértame cuando pase el temblor

Dicen que los verdaderos amigos se ven en los malos momentos, y que los proyectos demuestran su solidez ante la crisis, no ante el éxito. Rock & Pop tuvo la oportunidad de comprobarlo cuando el terreno firme donde se habían construido los cimientos de la radio se convirtió en arenas movedizas.

El primer signo de cambio fue la partida de Marcelo Morano. El principal gestor de la 106.3, y compañero de Grinbank desde el minuto cero, supo que su estadía iba a ser corta. El rock no era lo de él, y así se lo hizo saber a su socio cuando le propuso comprar FM Okey para convertirla en una emisora de música clásica. Con la cristalización de la transacción en 1987, se oficializó la separación entre ambos. La pregunta es inevitable, ¿por qué dejar lo que a todas luces era un éxito para apostar por un negocio de nicho cuya proyección era lógicamente inferior? Según Morano, porque sí:

Soy nómade. Al mismo tiempo que armamos con Daniel la Rock &
Pop yo tenía en FMR un ciclo que se llamaba Los intérpretes.
Entonces surgió la posibilidad de comprar otra FM con Daniel y
otro socio, Raúl Fernández, y les propuse que hiciéramos Radio
Clásica. Una vez que estaba todo listo negocié con ellos que yo les
daba mi parte de la Rock & Pop y ellos me daban Clásica. Con mi
socia en ese otro proyecto, Gabriela Aberastury, tenía un vínculo
afectivo enorme, además estudiaba piano y me gustaba mucho la
música clásica. En cambio la Rock & Pop era el mundo de Daniel.
Me acuerdo de ir al primer Festival que hizo y verlo de afuera,
como si fuera una película. Él organizaba los detalles con Charly
García o Nina Hagen, y yo venía de armar un concierto de música
clásica gratis. En un momento me pregunté: “¿Qué hago acá
parado?”. No tenía nada que ver con mi mundo, con mi proyecto
personal, estaba más vinculado a Daniel y a su manejo de
conciertos, sellos discográficos, management. Fue una elección de
vida más que otra cosa.

Lo dicho, porque sí.

En la silla vacante de Marcelo Morano se sentó Raúl Fernández, quien dos años después comenzaría una notable carrera comercial en televisión asociado con otro muchacho que vendía publicidad para la Rock & Pop desde su comienzo: Marcelo Tinelli.

La partida de Morano no fue conflictiva, al menos ese es el recuerdo de Bobby Flores:

Marcelo siempre tuvo un espíritu muy inquieto. Cuando algo
empezaba a funcionar se iba y arrancaba con otra cosa, era algo
muy de la época. Pero quedó todo bien con nosotros, tanto que un
día nos llamó a Quique y a mí para darnos la discoteca de FM
Okey, que a él no le servía para nada. “Si me hacen una tira de
música les regalo los discos”, nos dijo. Así fue como un día en el
Fiat 128 de Quique, que después le compré yo, cargamos todos los
vinilos. Estuvimos toda la mañana y toda la tarde sacándolos de la
radio. Nunca volví a ver tantos discos juntos adentro de un auto en
toda mi vida, quedaba lugar en los asientos de adelante solamente
para nosotros dos. Imaginate nuestro sentimiento como fanáticos
que éramos de la música; estábamos en el paraíso.

En diciembre de 1988 se produjo la segunda crisis en Rock & Pop, pero esta vez no se trató de movimientos internos de los que los oyentes permanecieron al margen, en este caso fueron dos de las tres figuras más importantes de la radio que se pelearon y decidieron tomar rumbos diferentes. Feedback, el programa que había inaugurado la historia hablada en la FM de Grinbank, se partió a la mitad. Ari Paluch y Mario Pergolini no se soportaban más, y decidieron poner fin a la sociedad frente al micrófono.

Pergolini había estado varios días ausente del programa para acompañar en una gira a Soda Stereo (como previamente había hecho Ari con Zas). Su compañero se sintió muy bien conduciendo el programa solo, y así se lo hizo saber cuando volvió:

Se lo expliqué y lo entendió. Mario tenía una gran inseguridad
porque pensaba como todo el mundo que yo era más profesional, y
él era un colgado. Pero con el tiempo se supo rodear muy bien,
demostró su carisma e hizo un carrerón. Él era un animador
carismático, un gran lobbista, y se convirtió en un gran
empresario.

Nunca se dieron a conocer los motivos de la abrupta separación de los conductores. Si bien en un primer momento se pensó en celos profesionales, en los pasillos de la radio se hablaba de razones relacionadas con la compulsión por decir mentiras que sufría entonces Mario Pergolini. El ejemplo emblemático, que varios compañeros de Rock & Pop todavía hoy recuerdan, fue el de una enfermedad que el conductor confesó tener y puso en vilo a todos. Dice Douglas Vinci:

Estábamos haciendo Bangkok y un día viene Pergolini con mala cara.
Le preguntamos qué le pasaba y nos contesta: “Vengo del
médico, me dijo que tengo leucemia, que me voy a morir en tres
meses”. Nos quedamos re mal y decidimos juntar algo de dinero
para darle. Con el tiempo nos enteramos de que era todo mentira.
Como otros tuvieron problemas con drogas, él tuvo muchos
problemas con la mitomanía. Eso es algo que recuerdo mucho,
porque me pegó muy mal.

En lo que respecta a Paluch, en los noventa tuvieron una gran pelea entre ellos relacionada con este trastorno. Elizabeth Vernaci fue testigo involuntaria:

Fue tremendo. Una vez íbamos juntos en auto con Mario y me
contó que Ari Paluch era gay y que andaba con alguien de la
radio. Al tiempo nos invitaron a algunos a Mar del Plata, y yo le
comenté en joda a un compañero: “Ojo si te toca dormir con Ari
porque parece que se la come”. Fui una boluda. El pibe con el que
hablé, como era lógico, fue y se lo contó. Esa noche estaba en
Sobremonte tomándome un whisky tirada en un sillón con Andrés
Calamaro y Ariel Roth cuando entró Paluch caliente como una
pipa. Encima yo justo tenía en la mano unas pastillas
anticonceptivas, las mira y me dice: “Yo no necesito tomar esas
cosas como vos”. Me salió contestarle jodiendo: “Si las
necesitaras no serías puto, serías re puto”. ¡¿Para qué?! Peor.
Siguió como loco y ahí me di cuenta de que estaba enojado en
serio. Le pedí perdón, le dije que tenía toda la razón, y que me lo
había dicho Mario. Cuando Ari volvió a Buenos Aires fue
directamente al estudio de la radio para cagarlo a trompadas;
zafó de casualidad. Mario se quedó caliente conmigo y quiso dar
mi teléfono al aire para que me jodiera la gente; por suerte, De la
Puente lo frenó. A partir de ahí con Pergolini estuvimos diez años
peleados.

Con la continuidad de Feedback tambaleante, el asunto fue qué hacer. Para cuando el problema llegó a Daniel Grinbank, sus protagonistas habían encontrado una solución:

Mario había empezado a tener muy buena onda con Eduardo de la
Puente. De hecho, si algún día yo faltaba a Feedback, venía a
reemplazarme y entre los dos hacían otro tipo de programa, más
delirante. En ese momento yo soñaba con el estilo de radio que
hacían los norteamericanos como Casey Kasem, algo del tipo
American Top 40. Fuimos a ver a Daniel y le dijimos que cada uno
quería hacer su programa porque teníamos distintos estilos, y él
nos dio la oportunidad.

Más allá de los problemas personales entre ambos conductores, Paluch nunca terminó de encajar con sus compañeros de radio:

Ellos eran más transgresores y yo “el careta”, porque tenía otros
códigos. Era un pibe de barrio al que le gustaba el rock pero no
estaba cerrado solo a eso, también me gustaban temas pop y no
tenía el prejuicio de “es rock o nada”. Además, algunos eran
habitués al tema de la droga y yo nunca en mi vida tomé cocaína.
Para ellos era un tipo medio nerd. Lalo fue una excepción, aun si
ponía algo o no en su nariz, si la noche anterior se tomaba un vino
de más o no, siempre fue un tipo muy consciente y profesional. Me
estimulaba mucho. Porque cuando a veces no sos parte “del
palo”, te quedás afuera. Lalo sabía que a mí me gustaba la radio y
que no tenía que participar de ciertos vicios para poder hacerla.

La solución que encontró Grinbank para mantenerlos a ambos fue dejarle el horario de la tarde a Paluch, que hizo Maratón (“un programa para los tiempos que corren”, según su eslogan) y pasar a Pergolini junto a De la Puente a partir de las 7 de la tarde con Malas compañías.

Con Mario tuvimos muchas desavenencias, aunque en ese
momento la gente pensaba que Grinbank nos había separado a
propósito para tener ocho horas de aire, en lugar de cuatro. Yo
hice lo que sentí, como hago siempre en mi vida, y la verdad es
que me dieron libertad absoluta.

Cada proyecto tomó el perfil de su conductor, algo que no sucedía en Radio Bangkok por tratarse de una propuesta orientada a lo grupal. Maratón dejó de lado el halo transgresor que imperaba en la Rock & Pop de ese momento para concentrarse en la información musical con un perfil periodístico a la medida de Paluch, estilo que mantuvo y desarrolló a lo largo de su carrera.

Malas compañías fue el germen de lo que más tarde sería Cuál es?, La TV ataca, Hacelo por mí, Caiga quien caiga y el resto de los proyectos menos exitosos que forjó Pergolini, un programa que tenía como núcleo su imagen de chico rebelde. La comunión con Eduardo de la Puente se tradujo en una propuesta que todo el tiempo empujaba los límites. Paradójicamente, el imaginario colectivo coloca a Radio Bangkok como el programa más iconoclasta de la Rock & Pop de entonces, y sin embargo este se desarrollaba dentro de un universo de fantasía con reglas muy claras. Malas compañías, en cambio, hacía pie en la realidad más cotidiana, visibilizando historias verdaderas aún más increíbles que las inventadas. Prostitutas, presos, ministros, gays, cualquiera podía salir al aire y convertirse en protagonista del ciclo; la comunión con el oyente radicaba en sintonizarlo y no saber nunca qué iba a pasar.

Mario Pergolini le comentaba a la revista La Maga en 1993: “Era un programa muy raro, muy irónico, con un humor muy negro. La gente se animaba a decir cosas que a lo mejor no les decía ni a los familiares”. Sigue hoy Eduardo de la Puente:

Nuestra pasión era tan grande como nuestra irresponsabilidad.
Malas compañías fue una de las mejores cosas que me ocurrió
en la vida. Estaba todo por hacerse, había muchos límites para
correr. Teníamos una demencia importante, éramos muy
pendejos y nos llevábamos el mundo por delante. Nos metíamos
en temas muy cotidianos, pero también muy jodidos y pesados.
Después de las 10 de la noche Malas compañías estaba
dedicado a las putas, a los tacheros, a los colectiveros y a los
presos.

La referencia horaria no es caprichosa, ya que en ese momento el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) estaba muy atento a las situaciones y al lenguaje que se utilizaba en los medios; las multas y las sanciones por infracciones fuera del horario de protección al menor eran moneda corriente. Continúa Eduardo:

Una puteada en esa época te podía traer muchas
complicaciones. Con nosotros estaba Daniel Barceló, un pibe
que hacía imitaciones. Un día está hablando como Mirtha
Legrand y se manda un “pelotudo” a las 9 de la noche. Nos
quedamos helados pensando en la que se iba a venir por eso.
Igual nosotros también éramos unos descontrolados. Un par
de veces hicimos el programa en pedo y se notaba al aire pero
no nos importaba. Otro momento muy denso era la sección
donde leíamos cartas de tipos que estaban en cana. Tuvimos
mucha repercusión y también nos costó algún que otro
quilombo. Con las barbaridades que tirábamos al aire, a mí
me parecía raro que no hubiese ningún llamado del
COMFER. Hasta que un día, en una reunión con Daniel por
otro tema, se queda callado, nos mira serio y nos dice:
“Miren, esta pila de papeles son apercibimientos para
ustedes”. El tipo hasta ese momento los había estado
frenando, un fenómeno.

Sería ingenuo pensar que la paciencia de Grinbank ante las presiones del Estado se debía a la identificación, la camaradería o a su “estilo rocker”. Malas compañías era un éxito, que llegó a captar el 78 por ciento de la audiencia en FM, lo que redundaba en un buen negocio desde lo comercial. Al mismo tiempo Mario comenzaba, a fuerza de carisma, a delinear un perfil de figura. Al empresario le convenía tenerlo contento, y de su lado.

De la cabeza de Pergolini surgió la sección más exitosa del programa: “Contactos”, pensada según el conductor “para que la gente transara”. La idea era simple: los viernes a la noche llamaba un oyente para pedir una cita de fin de semana. Desde un chico aburrido hasta una pareja que buscaba una tercera o tercero para un trío, o un homosexual que quería conocer a alguien (otra transgresión para la época). Se le abría el micrófono para contar su caso, y luego los primeros cinco que llamaban recibían los datos de la persona. De ahí en más, que sucediera lo que tuviera que suceder. Esta premisa, con distintos nombres y reglas, se repitió infinidad de veces en la historia de la radio argentina. En la actualidad hay programas enteros basados en el mismo concepto. “Es como la escena de la ducha de Psicosis –dice De la Puente–, ya se vio setecientas ochenta mil millones de veces, pero nosotros fuimos los primeros, y los que mejor la hicimos”.

Otro clásico de Malas compañías era el radioteatro. Se trataba de recuperar un formato de la AM de varias décadas atrás pero con historias y personajes al borde de lo políticamente correcto. El segundo guion que salió al aire, Al filo del bisturí, terminó levantado por denuncias. El autor del texto fue Alejandro Nagy, conductor y locutor de Rock & Pop:

Con un amigo que había estudiado en el ISER conmigo se nos
ocurrió la idea para una historia. Cuando empecé a trabajar con
Mario me acordé que tenía ese texto y se lo propuse para los
radioteatros, le di una vuelta de tuerca y armé veinte capítulos. Al
final terminaron saliendo solamente cinco o seis porque se armó
despelote con toxicomanía.

Uno de los personajes de Al filo del bisturí estaba a cargo del futuro periodista Juan Castro, que por entonces tenía 16 años y la tarea de atender los teléfonos mientras el programa salía al aire. Continúa Nagy:

Con Juancho pasó algo muy particular. Su personaje se llamaba
Lisergiconi, era un jefe de farmacología que vivía dado vuelta,
hasta que un día amenazaba con tirarse de una azotea. Esos
libretos estuvieron hasta hace muy poco en la casa de mis viejos.
Cuando pasó lo de Juan, le pedí a mi mamá que escondiera todo,
no quería que nadie supiera que había escrito eso. Yo sé que no
iba a pasar nada, pero nunca falta el turro que lo agarra y dice:
“Anticiparon la muerte del pibe…”. Y yo lo que menos quería era
lucrar con la muerte de Juan, un tipo al que yo quise mucho.

A la televisión se le dio por reventar

Casi por casualidad, para 1988 la Rock & Pop había delineado un perfil temático a partir de su programación, con dos puntas de lanza que eran Radio Bangkok y Malas compañías. Los conductores eran muy diferentes, hasta se podrían separar en bandos, pero el código transgresor y el discurso “de barrio” era el mismo, o al menos provocaba el mismo tipo de identificación. Por eso, cuando Daniel Grinbank decidió apostar a la televisión, no dudó en armar un “dream team” con lo mejor de ambos ciclos.

Rock & Pop TV debutó el domingo 10 de julio de 1988 por Canal 11 con la conducción, por decirlo de alguna manera, de Lalo Mir, Mario Pergolini, Bobby Flores, Douglas Vinci, y la participación especial del propio Grinbank. Los acompañaban las modelos Raquel Mancini y Lara Zimmermann. Se trataba de un formato de videoclips, realizado con el secreto fin de que sirviera para promocionar algunos artistas que el empresario buscaba instalar en el mercado local. Su competencia eran enlatados –como la serie Dallas, que emitía Canal 9– y experimentos de autor, como El monitor argentino, conducido por Jorge Dorio y Martín Caparrós en el 13.

Para entender el concepto rompedor de Rock & Pop TV es importante repasar la televisión de 1988. Los adolescentes estaban representados desde la tira juvenil Clave de sol, donde las problemáticas no eran más que una puesta al día de lo que décadas antes ya había explorado Abel Santa Cruz; es decir, amores no correspondidos, problemas naif con los padres y algún que otro mal comportamiento en el colegio. De drogas, sexo o represión ni hablar. Eso eran tópicos que el imaginario asociaba a los integrantes de la radio de Grinbank, aun cuando no necesariamente era cierto. Dice Bobby:

Nosotros no éramos tan drogones como la gente cree. Si
trabajábamos dieciséis horas por día no podía haber nunca una
desmesura de colocación; tampoco teníamos tanta guita. Sí es
cierto que teníamos un entorno bravo, a veces los shows de la
Rock & Pop parecían “ExpoDealer”, venían todos los vendedores
de Buenos Aires. Pero yo hacía Radio Bangkok de 10 de la
mañana a 2 de la tarde, después musicalizaba la tarde de la FM, y
a la noche me iba a pasar música a los boliches; no tenía mucho
margen para el reviente. Acceso a lo que se nos cantaba las bolas,
sí, claro. De drogas, putas y rock teníamos la VIP, pero no la
podíamos usar porque laburábamos mucho. Y ni te cuento cuando
empezamos en la tele.

Si parecía que los adolescentes catódicos se habían quedado en el tiempo, al rock no le iba mucho mejor en la pantalla chica de fines de los ochenta. Badía y Cía. era uno de los pocos lugares en la televisión abierta donde se podía ver a Charly, a Spinetta, a La Torre; más, gracias a Juan Alberto Badía habían tenido sus primeras experiencias en un estudio de televisión solistas como Fito Páez o grupos como Los Fabulosos Cadillacs. Pero tanto el estilo pulcro y atildado como su audiencia no tenían nada que ver con la realidad de los adolescentes de entonces. El resto de la programación que acaparaba el rating estaba orientada a un público adulto: Tato Bores, el 2×1 de Gerardo Sofovich con La noche del sábado y La noche del domingo, Héctor Larrea y su Seis para triunfar, o el debutante Antonio Gasalla. También en 1988, en la trasnoche de ATC, comenzó Notidormi, divertimento pavo pero convocante conducido por Raúl Portal.

Nada de la lista anterior se emitía por Canal 11, que, todavía en manos del Estado, enfrentaba una crisis económica que lo tenía al borde del cierre. Buscar a los mesías de la radio para que transpolaran su exito a la pantalla chica parecía ser análogo a cuando en el juego de la perinola aparece la leyenda “Todos ganan”. ¿O no?

Y… no. A pesar del poker de ases que cada noche abría el programa y la presencia de una tribuna adolescente desaforada, al principio el rating no acompañó. Tampoco rindieron los muy buenos conciertos, muchos de ellos inéditos, que Rock & Pop TV emitía completos cuando se acercaba la madrugada del lunes. El espacio de los domingos, al que se sumó otro llamado La perla de Bangkok los viernes a las 9 de la noche (después de Titanes en el ring), comenzó a naufragar. Había que inventar algo urgente.

Y así surgió el “Largo de pecho”. El concepto era sencillo: tres o cuatro chicas, vestidas solamente con la parte inferior de una bikini y una remera finita de algodón blanco, recorrían de punta a punta boca abajo una pileta de lona. El agua, combinada a la falta de corpiño, transparentaba la remera dejando muy poco de sus cuerpos librados a la imaginación. En estas condiciones, fuera del agua y en una fila, las concursantes esperaban la decisión del jurado para saber quién era la ganadora. El sistema de juicio se basaba en la potencia y caudal de los gritos frenéticos de la tribuna.

Pablo Kohlhuber, responsable comercial de la radio y productor en los ciclos televisivos, no recuerda la experiencia con mucho cariño:

El “Largo de pecho” era muy raro, muy loco, una competencia de
remeras con tetas. No estoy muy orgulloso de eso. Nosotros
veníamos del palo de la radio y de los shows, nada que ver.
Además, la tele nos fue desencantando por las presiones que nos
metían.

Para Bobby Flores, Rock & Pop TV fue parte del vértigo que vivían entonces:

Una locura. Lo que pasaba es que éramos pendejos modernos que
estaban de moda. Llegamos a una televisión que se estaba vaciando
de contenido, éramos famosos en un mundo de cinco canales. [Pensá
que] no existía el cable. Nadie nos decía nada porque veníamos
ganando, estábamos invictos.

El “Largo de pecho” generó tal sacudón en la sociedad que poco importaron los conductores o la música. La gente solo clavaba la televisión en Rock & Pop TV para ser testigo de este segmento de erotismo brutal y naif. Las mediciones de rating crecieron de manera directamente proporcional a las presiones del canal, del gobierno radical, del COMFER, de la Liga de Padres de Familia, y organizaciones similares para que “bajaran dos cambios”. Al mismo tiempo, como explica Bobby, el día a día del programa (que iba en vivo) tampoco era tranquilo:

Empezaron a venir las hinchadas de fútbol, entraban los de Los
Andes y los de Lanús los esperaban afuera. Venía la cana, era un
quilombo. Creo que por eso se terminó levantando. Lo que hacíamos
nosotros no tenía nada de lo que se había visto hasta ese momento
en televisión; en ese sentido sí se puede trazar un paralelo con la
radio. Fuimos los primeros que le hablamos a un tipo que está detrás
de cámara. Hasta ese momento los conductores miraban siempre a
la lente. Como nos conocíamos mucho todos, a lo mejor Pablo
Kohlhuber desde atrás me decía con señas: “Correte de ahí”, y yo le
contestaba: “¿Qué correte, boludo?, si me dijeron que me quede
acá”. Y todo eso salía al aire.

Pero no era momento para transgresiones en televisión. El 11 de junio, Gerardo Sofovich le había hecho en su ciclo de Canal 2 (hoy América TV) una entrevista a Dalmiro Sáenz, quien terminó hablando de vírgenes, culos y de Jesús “cogiendo”. A los pocos días, la Cámara Argentina de Publicidad le declaró un boicot al conductor y le hizo perder el 50 por ciento de la pauta de avisos. Esta ola de falsa moral salpicó también a Rock & Pop TV y amenazó con prohibirlos. El equipo en pleno se plantó y siguieron al aire, pero estaba claro que no lo harían por mucho tiempo más.

Grinbank finalmente cedió a las presiones, y de común acuerdo Rock & Pop TV fue levantado. El 25 de septiembre se emitió por última vez. Paradójicamente, quien ocupó ese horario en Canal 11 a partir del 5 de diciembre fue el mismísimo Gerardo Sofovich, ya reconciliado con el orden institucional.

A pesar de su corta existencia, el ciclo dejó una huella que marcaría a la televisión en los noventa: “Tinelli, ni lerdo ni perezoso, ocupó ese lugar y robó un poco el formato de lo que veníamos haciendo: tribuna y descontrol, también lo de no hablarle a la cámara”, analiza Douglas Vinci refiriéndose a Ritmo de la noche, el primer éxito de fin de semana que el conductor de Bolívar hizo también los domingos a la noche por el 11. Poco después, ya desde Canal 9, Mario Pergolini también tomó características de Rock & Pop TV para Hacelo por mí. En este no había un estudio lleno de remeras mojadas pero sí, por ejemplo, chicas que luchaban en el barro. La reacción del público en el estudio fue la misma. Nuevamente Rock & Pop había hecho escuela. Consolidada en los receptores y las cabezas de los adolescentes argentinos, la marca creada por Daniel Grinbank parecía no tener límites. Por una idea o proyecto que se caía, enseguida se abrían nuevas posibilidades. Sin embargo y aunque nadie lo podría haber imaginado o predicho en ese momento, junto con la década, el sueño estaba a punto de terminar.

Rock & Pop. La imaginación al poder.
El 23 de enero de 1985, como consecuencia de un período democrático ya consolidado, comenzó a emitir oficialmente la FM Rock & Pop. La aventura que emprendió el empresario Daniel Grinbank, con más entusiasmo que certezas, terminó siendo el germen de la última gran revolución en la historia de la radio en Argentina. Lalo Mir, Mario Pergolini, Elizabeth Vernaci, Bobby Flores, todos fueron parte de la génesis de la leyenda. En sus treinta años de permanencia en el aire, la Rock & Pop marcó a fuego a dos generaciones de argentinos, que forjaron con ella un sentimiento de identificación y pertenencia. Este libro es una detallada crónica de su historia con entrevistas a sus protagonistas. Desde los idílicos años de su gesta como trinchera de resistencia hasta el aburguesamiento, diáspora de sus referentes, e incierto presente.
Publicada por: Paidos
Fecha de publicación: 10/21/2014
Edición: Primera Edición
ISBN: 9789501201703
Disponible en: Libro de bolsillo
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