jueves 18 de abril de 2024
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«Siete personajes en busca de un Toc Toc», de Carlos Ulanovsky y Hugo Paredero

Este libro habla del fenómeno Toc Toc, una obra de origen francés, estrenada en París en 2005 y que y se representó en 22 países. TOC es la sigla de una patología tan propia de estos tiempos como inquietante por sus consecuencias: trastorno obsesivo compulsivo. El autor, Laurent Baffie, muestra con agudeza científica y comicidad universal seis casos típicos de estas perturbaciones.

La meticulosa -¿o quizá obsesiva? – investigación de Hugo Paredero y Carlos Ulanovsky (con la valiosa contribución del licenciado Zunino) se enriqueció con más de 50 entrevistas a protagonistas internacionales y argentinos. Además de los secretos del hecho teatral, el libro contiene una reflexión renovada acerca de esos dos grandes impostores denominados éxito y fracaso, que tan compulsivamente obsesionan y trastornan a todos en general y a los creadores en particular.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

En el diario no hablaban de TOC

El viernes 7 de enero de 2011 fue un típico día del rabioso verano porteño. Aunque casi toda la jornada el cielo permaneció nublado, eso no disimuló el agobio de una temperatura máxima que llegó a los 33 grados.

Los diarios casi no hablaban de Toc Toc. En las tapas de los principa­les matutinos se consignaba un cruento atentado terrorista en Moscú con un saldo de 35 muertos y 175 heridos. Mencionaban el caso de un avión argentino interceptado en un aeropuerto español que escondía una carga sorprendente: 940 kilos de cocaína. Messi obtenía su segundo Balón de Oro en Europa y en un momento opuesto de su carrera el “Burrito” Ortega inte­rrumpía su largo vínculo con River. Año de elecciones en el país y Eduardo Duhalde prometía: “La próxima entrevista la hacemos en la residencia de Olivos”. Y el dato que volvía inconsolables a varias generaciones de argen­tinos: en el Sanatorio de la Trinidad estaba internada, y con el peor de los pronósticos, María Elena Walsh, cabal intérprete de ese reino del revés que, a veces, es la Argentina.

De a poco, tras el receso de las fiestas, los teatros de la avenida Corrientes y aledaños volvían a abrir sus puertas, a encender sus marque­sinas y a tentar con varios retornos y algún que otro estreno. En la lista de las reposiciones figuraban títulos como Los 39 escalones en el Picadi­lly; El mundo ha vivido equivocado en el Paseo La Plaza; La revista de Bue­nos Aires en el Broadway 1; Dijeron de mí en el Maipo; Puro Tango en el Metropolitan y Chicago en el Lola Membrives. Una de las pocas noveda­des sucedía en el Multiteatro. Para muchos ese título significaba poco y nada. Algunos, simplemente, lo asociaban a la onomatopeya de golpear antes de entrar a un lugar y unos pocos sabían que esas tres letras eran las siglas de una inquietante patología contemporánea: el trastorno ob­sesivo-compulsivo.

Allí se presentaba, en la sala de Corrientes al 1200, compartiendo la car­telería exterior con otras dos obras, Brujas y Vuelo a Capistrano. Esa sería, hasta hoy, la casa de Toc Toc. En un principio se manejó la posibilidad de representarla en el Liceo, otra sala de Carlos Rottemberg. Bruno Pedemonti lo recuerda así: “Carlos, más seguro que nadie del éxito que se avecinaba, pensó que esa sería la sala más adecuada porque tenía doscientas localida­des más que la del Multiteatro. Cuando le comunicamos al elenco que exis­tía esa posibilidad (Roberto) Carnaghi se bajó del proyecto porque, según dijo, quería trabajar en la calle Corrientes”. En la breve entrevista que el actor dio a este libro no ratificó el recuerdo de Pedemonti.

Con su primer elenco completo y confirmado —Mauricio Dayub, María Fiorentino, Daniel Casablanca, Melina Petriella, Diego Gentile, Gimena Riestra y Jorgelina Vera— y un eslogan que invitaba a identificarse (“¿Cuál es el tuyo?”)—, Toc Toc subió a escena en la sala del subsuelo, de 360 loca­lidades. En la de mayor superficie del complejo, capaz de albergar hasta 450 espectadores por función, se exhibía Brujas, una adaptación de Nuestras mujeres del español Santiago Moncada, estrenada en el teatro Ateneo en diciembre de 1990. A esa altura, pasados veintiún años de su presentación, ostentaba el galardón de ser un acontecimiento teatral histórico por haber superado el millón de espectadores, pero ya no vendía entradas como en otras épocas. Respecto de Toc Toc, y ya desde algunas semanas antes de su estreno oficial, elenco y productores advirtieron algunos signos que la volvían diferente.

María Fiorentino dijo: “Antes de empezar ya advertimos el boca a boca. A mí me asombró que en un ensayo general hubo gente que se quedó afue­ra”. Testigo de ese ensayo, Daniel Veronese —a quien le habían ofrecido dirigir la pieza y no aceptó— corrobora: “No se había estrenado todavía y la gente ya hacía cola. Un fenómeno como ese lo presencié muy pocas veces”. Bruno Pedemonti amplía aquel especial clima previo: “Después de tres o cuatro funciones con amigos (cincuenta espectadores en la primera, lleno total en la última), abrimos la venta en boleterías y en el primer día vendimos dos mil entradas. Si me pedís una explicación no te la podría dar, pero ahí aparece lo verdaderamente angelado del proyecto”. Actor, autor, director, productor, Mauricio Dayub también participó de este lanzamien­to que todavía, siete años después, no parece tener techo. “En Toc Toc no hubo tiempo para que circulara el boca a boca, que en general empieza a funcionar cuando la obra fue vista por cinco o siete mil espectadores. En este caso pasó después de los doscientos: ahí explotó el boca a boca. Desde la primera función pusimos el cartel de ‘No hay más localidades’. Eso a mí no me había pasado nunca, y tampoco escuché que fuera tan común”.

En paralelo, ocurría un hecho llama­tivo. Ni siquiera la suma de esos datos auspiciosos le permitía al elenco, y a los productores, desprenderse de su escep­ticismo. Salvo excepciones, casi todos si­guieron pensando que concluido el ve­rano, en marzo, o como mucho en abril, tendrían que buscarse un nuevo traba­jo. No fue así: hubo debut pero, nunca, nunca, nunca, despedida. Transgredien­do reglas desde un principio, Toc Toc se abrió camino hacia una peripecia casi asombrosa: una permanencia que ya en­tró en su octavo año y tiene para varios más. En el Multiteatro la nueva temporada se inició el 17 de enero de 2018. El elenco de gira arrancó su quinto año el 27 de diciembre y hasta el 5 de marzo se presentó en Mar del Plata y en otras playas bonaerenses.

Función tras función, crecían la visibilidad de la obra, el interés del pú­blico y la demanda de entradas, todo eso alentado por la más genuina, natural y eficaz modalidad de promoción y publicidad entre todas las co­nocidas: el boca a boca, la recomendación que, por interés y de buena fe, le hace un espectador a otro que no la vio con frases como “¿Todavía no la viste?” o “No te la podés perder” o tal vez, la más prosaica: “Andá que te vas a cagar de la risa”.

Para responder a esa demanda tan extraordinaria como inesperada los productores tuvieron que adoptar decisiones rápidas. Rottemberg, como empresario de sala y coproductor de Brujas, debió apelar a una estrategia que tuvo más de psicológica que de financiera: decidió que el elenco de esas cinco bravas mujeres —Thelma Biral, Nora Cárpena, Graciela Dufau, Moria Casán y Leonor Benedetto (en reemplazo de la fallecida Susana Campos)— pasara a otra sala, más chica. A las muy reconocidas actrices el enroque las llenó de disgustos y tardaron en asimilar el traslado. Ducho en contabilizar butacas llenas y vacías, Rottemberg calculó que la diferencia entre uno y otro espacio equivalía a la asistencia de una temporada entera. La sala más grande disponía de noventa asientos más; a ocho funciones semanales se sumaban 720 entradas a lo largo de una semana. Ocho fun­ciones en la sala grande equivalían a diez en la chica y eso significaba las 3.500 entradas por semana que él había vaticinado en el llamado telefónico a Pedemonti desde México.

Entre los que tampoco tuvieron en mente que Toc Toc se convertiría en un acontecimiento tan masivo como sostenido en el tiempo, debe incluirse al periodismo especializado. Para verificarlo, consultamos el archivo de la agencia SMW Press. En aquel momento, la empresa de Silvia Santos y del recordado Pablo Wolfman tuvo a su cargo la tarea de prensa y difusión de la obra. Al menos en la etapa inicial, hubo muy pocas notas de anticipo aunque sí aparecieron varios comentarios sobre el estreno en los princi­pales medios. Ninguno fue demasiado pródigo en elogios ni tampoco vis­lumbraron la larga vida que tendría por delante. Reconocieron sus valores humorísticos, elogiaron a la dirección y al elenco, pero no la reconocieron más allá del escalón del entretenimiento.

En Clarín Juan José Santillán la calificó con un Muy buena. “Se trata de un texto que, lejos de brillar, tropieza con facilismos retóricos y alcanza relieve por el trabajo de un elenco sólidamente conformado”, apunta sobre un libro al que en otros tramos observa como “reiterativo” y “previsible”. Idéntica calificación (Muy buena) vino de Pablo Gorlero, firmante de la crónica en La Nación. “Su idea de reunir en una sesión de terapia grupal a distintos TOC es mejor que su dramaturgia, pequeña y sencilla, aunque simpática”, expresa y agrega: “… la dirección y las actuaciones logran agrandar esta comedia sencilla, sin demasiado argumento más que el muestrario de todos estos síntomas”. La crítica del matutino Ámbito Financiero le pone cuatro deditos sobre cinco posibles; la de la revista Noticias le adjudica cuatro es­trellas; y Tiempo Argentino, con firma de Mercedes Márquez, le reconoce un Muy bueno. En el semanario Veintitrés, Luis Mazas le pone cuatro zapatitos y afirma: “La excelente adaptación local de Jorge Schussheim no se priva del lenguaje desembozado, de cotidiana procacidad, pero sin caer en el mal gusto y lo burdo que tiene la versión original” y admite que “el premio mayor es hacernos salir de la sala con una sonrisa que, al menos, nos dura hasta llegar a la esquina”. La consideración de Ana Seoane en Perfil alcanza los cuatro signos de admiración, pero opina que “una vez descubierta la en­fermedad de cada protagonista, hay cierta reiteración de efectos que podría haber tenido una mayor síntesis… Nuestro público tiene una rapidez que no necesita tantas explicaciones”. En su reseña para La Prensa, Juan Carlos Fontana comenta: “Su texto, por momentos, pierde la eficacia de los prime­ros minutos para volverse algo repetitivo y monótono, hecho que es salvado por la efectiva dirección y por un elenco de excelentes recursos escénicos”.

Es posible pensar que, de haberse dejado influenciar por los juicios de los expertos, pocos espectadores habrían llegado hasta la boletería. Tam­bién resulta notorio que en esas críticas se trata muy por arriba el tema principal, es decir, los TOC como fenómeno de frecuente consulta psicoa­nalítica e incluso psiquiátrica.

Gimena Riestra estrenó a su Blanca aquella noche del 7 de enero de 2011… y a los tres

meses se fue. “Por una razón sublime”, habría musitado su persona­je: para dar a la luz a su segunda hija, Julieta. Volvió en 2014, en reemplazo de María Fiorentino, y fue como si se hubiera ido la noche anterior. “Cuando un actor se somete a este tipo de obras corales que trascienden en el tiempo, se genera un vínculo tan estrecho con sus compañeros que puede leer en sus mi­radas ese otro pensamiento subyacente y paralelo que existe en ese aquí y ahora de la interpretación”, expresa Gimena, sin persignarse, como lo hace María Auxiliadora.

Carlos Dalmolín, jefe de maquinarias del Multi, llevaba diez años en el teatro cuando arribó Toc Toc. Está desde la primera noche, incluidas las temporadas en Mar del Plata. Se siente, y es considerado por el elenco, hijo adoptivo del espectáculo. No es de los técnicos cuyo apego a lo tea­tral empieza antes de cada función y termina con ella. “Yo amo el teatro. Yo quiero morirme en el teatro”, dice, con emoción tranquila. Heredó ese amor de su suegro, hombre de circo, de la que entonces era su mujer (Juana Patiño, periodista de espectáculos y cantante, ya fallecida) y de su amigo, el empresario Fernando Motti. A Dalmolín le gusta llegar al teatro después del mediodía, “miro todo, siempre hay que hacer algo nuevo. Subo, bajo, vengo al medidor de luz y controlo que estén bien las puertas. Yo no veo la hora de llegar al teatro, me mato por la empresa”. Dalmolín presintió desde el comienzo que asistía al nacimiento de un éxito descomunal, de esos que aparecen muy cada tanto. Es un personaje muy presente entre los recuerdos de Mauricio Dayub de aquella época. Desde el 7 de enero de 2011 las primeras semanas se sucedieron vertiginosamente. Las carcajadas de a cientos en la platea cada noche enloquecían de placer al pequeño po­blado multiteatrista del escenario, que no esperaba semejante adrenalina. ¿Cómo convivir con ello? “Mientras tratábamos de adaptarnos a lo que ya se perfilaba como un éxito arrollador —afirma Mauricio—, aparecieron las opiniones de casi todos los rubros de cómo era más conveniente reaccionar frente a un público tan efusivo… En uno de esos días vino la directora im­partiendo modificaciones relacionadas con la diferencia entre lo que se ha­bía ensayado y lo que la risa del público había transformado”. Las razones de uno y otro lado generaron un momento álgido, casi de enfrentamiento, y uno de los más confundidos por las acotaciones de Lía fue Dayub. “La cantidad de cambios que me pedía me inhibieron al punto de no saber si iba a poder cumplir. A dos semanas del estreno aún no dominábamos el espectáculo con comodidad como para hacer cambios frente al público”. Llegó la noche de probar los ajustes señalados, faltaban minutos para que comenzara la función y las dudas no abandonaban al actor. Para colmo su personaje era el primero en entrar en escena. “Pero el experimentado ma­quinista Dalmolín, que había escuchado toda la discusión artística, se me acercó como lo hacía siempre junto al asistente, esta vez como apiadándose. Mientras bajaba la luz para producir el apagón nos miramos sin hablar. Yo seguía pensando ¿qué hago?, ¿cómo debo encararlo? Y a oscuras total, en el segundo previo a entrar, alcancé a escuchar que me dijo: ‘Tenés que ha­cerla igual que la primera vez, ¿o no recordás que desde la primera vez ya fue un éxito?’. Entré tan seguro y emocionado que hice una de mis mejores funciones, marcando el rumbo de lo que mi personaje sería para siempre”.

Siete personajes en busca de un Toc Toc
Si usted ya fue uno de los millones de espectadores de TOC TOC, tendrá la oportunidad de descubrir numerosas claves que desconocía. Si todavía no la vio, el libro es la mejor puerta de entrada a una explosión de humanidad desopilante.
Publicada por: EDICIONES B
Fecha de publicación: 02/01/2018
Edición: 1a
ISBN: 9789876272926
Disponible en: Libro de bolsillo
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