martes 19 de marzo de 2024
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«Guía práctica de mindfulness para niños», de Silvio Raij

Este libro es un viaje a través del mindfulness para que los adultos aprendan las herramientas de la atención plena y puedan compartirlas con sus alumnos, hijos o niños a su cuidado. Está pensado para ser aplicado en el ámbito escolar o familiar y busca inspirar a los adultos a entrar en contacto con esta disciplina milenaria, como primer paso para que luego, de su mano, también los niños se introduzcan en ella.

Al igual que tenemos la costumbre de lavarnos los dientes y ducharnos cada día, la práctica del mindfulness nos ayuda a adquirir hábitos saludables para la mente y el cuerpo, a respirar de manera consciente y a regular de una forma más amable nuestros pensamientos y emociones. Silvio Raij, referente en el ámbito del coaching, el liderazgo y el mindfulness, expone aquí los beneficios de esta técnica, su historia, fundamentos y funcionamiento a partir de explicaciones sencillas y fáciles de compartir con niños.

Guía práctica de mindfulness para niños incluye treinta tarjetas ilustradas con ejercicios para aprender y practicar jugando, meditaciones guiadas, sugerencias para diseñar una clase que incluya el mindfulness en el ámbito educativo y mucho más. No requiere experiencia previa en meditación y está dirigida a padres, educadores, terapeutas, cuidadores, abuelos, tíos y adultos en general que tengan niños a su cuidado y estén interesados en integrar esta valiosa práctica a sus rutinas diarias.

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

 

Capítulo 2 – Las preguntas de los adultos

Ser consciente significa abandonar los juicios durante un tiempo, dejar de lado nuestros objetivos inmediatos para el futuro, y tomar el momento presente como es y no como nos gustaría que fuera.

Mark Williams

¿Puede ayudar el mindfulness a los niños a encontrar momentos de calma?

Sí, los puede ayudar. En general, tendemos a asociar calma con ausencia de movimiento, pero no siempre es así. Hay niños que por su naturaleza necesitan integrar el movimiento a lo que están haciendo. Por ejemplo, en una ocasión, una maestra me compartió: “Uno de mis alumnos, de 5 años de edad, está todo el tiempo en movimiento y me es difícil que se siente a hacer una tarea… ¿Qué puede hacer el mindfulness por ese niño?”. Yo le respondí que, con la práctica regular, el niño podrá ser más consciente del movimiento que experimenta en su cuerpo y podría desarrollar la habilidad para autocontrolarse y manejar mejor su atención, siempre respetando su naturaleza y sin pretender forzarlo o manipularlo.

Esto significa que, si el niño es muy activo e inquieto, seguirá siéndolo, pero podrá serlo con más conciencia y sabiendo que existe un lugar interior donde él puede estar más en contacto con lo que necesita. También aprenderá a valorar los instantes de silencio y de pausa y, en algún momento, tendrá la fuerza interna para decidir cómo quiere hacer las cosas. En estos casos, es muy importante la actitud y conciencia de los padres, educadores y maestros como referentes y ejemplos de calma interior.

¿Cuáles son las principales causas de estrés en los niños?1
El estrés en los niños puede ser provocado por cambios positivos, como comenzar una nueva actividad, pero está vinculado con más frecuencia con cambios negativos, como una alteración importante en su familia o una enfermedad. Como adultos, podemos ayudar al niño si aprendemos a reconocer las señales de estrés y le enseñamos maneras naturales y saludables para regularlo, como la práctica del mindfulness.

Algunas de las causas son:

•       La excesiva exposición a la tecnología y sus pantallas.

•       La gran presión o exigencia para que cumplan las tareas escolares o tengan notas altas.

•       Los problemas con sus amigos, las burlas o las distintas formas de presión social.

•       La constante exposición a situaciones de violencia real o a través de la televisión o las redes sociales.

•       La presencia de pensamientos negativos sobre otros o sobre sí mismos.

•       Los cambios en el cuerpo.

•       Los divorcios de sus padres o la pérdida de algún ser querido.

•       Los problemas económicos en el ámbito familiar.

•       La inseguridad del hogar o del barrio en el que viven.

•       Los cambios de escuela y las mudanzas.

•       La sensación de incertidumbre sobre el futuro.

•       El desacuerdo con profesores, padres u otros adultos.

•       El estrés excesivo de los padres.

Los síntomas físicos del estrés en los niños pueden incluir:

•       Disminución del apetito y cambios en los hábitos alimenticios.

•       Dolor de cabeza y malestares estomacales.

•       Tener dificultades para conciliar el sueño, pesadillas frecuentes y orinarse en la cama.

Los síntomas emocionales o de comportamiento pueden incluir:

•       Dificultad para relajarse.

•       Exceso de ansiedad y/o preocupación.

•       Temores nuevos o recurrentes: miedo a la oscuridad o a estar solo.

•       No querer participar en actividades familiares o escolares.

•       Enojos, rabietas frecuentes, llantos.

•       Dificultad para controlar sus emociones.

•       Comportamiento compulsivo o agresivo.

•       Búsqueda de aislamiento.

•       Tics nerviosos.

¿Pueden los niños meditar?

Si te preguntas si tus hijos, alumnos o los niños que están a tu cuidado pueden meditar y si los niños son más capaces de estar en el presente que nosotros, los adultos, no lo dudes: el niño suele percibirse a sí mismo como una unidad sin divisiones; por eso, es capaz de estar en el aquí y en el ahora sin grandes esfuerzos. Sin embargo, después de los 7 años, van dejando atrás la conciencia del propio cuerpo. Paulatinamente, se distancian de sus sensaciones y ceden terreno al pensar. Un niño que está jugando está mucho más en el presente que un adulto. De hecho, está sumergido en su juego y en sí mismo. Esta conexión y conocimiento de su propio ser interior es muy importante para su desarrollo emocional, y meditar es una de las mejores formas de ahondar en su mundo interior. Las razones para incluir la meditación en la educación de nuestros hijos son muchas más de las que imaginamos. De hecho, si realizan esta práctica de una forma sistemática, mejorarán sensiblemente su nivel de bienestar físico y emocional. Un niño que practica regularmente el mindfulness sabrá aprovechar mejor su inteligencia, rendirá más en sus estudios, se relacionará de forma más habilidosa con sus compañeros y con sus familiares y sabrá afrontar con mayor éxito las experiencias difíciles con las que todos los seres humanos hemos de enfrentarnos. Además, la práctica meditativa lo ayuda a expresar con más claridad su mundo interior, lo que contribuye a normalizar sentimientos desagradables, como el miedo, la tristeza, la vergüenza o la incertidumbre.

¿Pueden o saben los niños estar en silencio?

Por mi experiencia en el trabajo con niños, la creencia de que el niño no puede estar en silencio está más basada en las propias dificultades del adulto que en las verdaderas capacidades del niño. Los niños que se han criado en un ambiente ruidoso y sobrecargado de estímulos van a necesitar una cuota de ruido para sentirse cómodos, porque esa es la realidad que conocen. También puede resultar un gran desafío para aquellos niños que se han criado en un hogar o en una escuela donde el silencio era utilizado como castigo. A ellos les resultará doblemente desafiante permanecer silenciosos. No obstante, los niños que han crecido en entornos tranquilos van a considerar el silencio y la calma como una práctica agradable y familiar. Ellos aprenden rápidamente a valorar su silencio cuando se cultiva en casa o en el aula. Lo más aconsejable es reducir el ruido auditivo, pero también el exceso de información. No hay nada de malo en que pasen tiempo en silencio o que sientan que se aburren. El aburrimiento promueve y ayuda a desarrollar su creatividad. En definitiva, si el silencio se propone desde un lugar lúdico, como un juego, y no se utiliza para que el niño reflexione sobre lo que hizo mal sino como un método de relajación, los beneficios son muchos.

¿Los niños pueden meditar solos?

Si surge del niño el impulso o la necesidad de sentarse a meditar solo, no hay impedimentos para esto ni contraindicaciones, y es bienvenido. Sin embargo, nuestra sugerencia es que esté siempre acompañado y supervisado a la hora de sentarse y cerrar sus ojos. No hay que olvidar que la meditación puede significar un viaje de descubrimiento de su mundo interno y es prudente acompañarlo en sus primeros caminos de exploración. Puede ocurrir que en ocasiones tenga experiencias y sensaciones agradables y placenteras, y otras veces, vivencias desconcertantes o confusas. En esos momentos, es vital que estemos con ellos y que sienta que el adulto está allí disponible para escucharlo o acompañarlo desde su presencia. Como adultos, somos su referencia; por eso, si queremos que nuestros niños mediten, tenemos que iniciarnos primero nosotros en la práctica, ser su ejemplo y, luego, buscar oportunidades para meditar junto a ellos.

¿A qué edad es aconsejable empezar a meditar?

En realidad, podríamos enseñarle meditación a un niño mientras aún se encuentra en el vientre de su madre. Si la madre medita, el bebé recibirá el fruto de esa experiencia en la forma de calma o tranquilidad. Lo mismo ocurre si la madre estuviera estresada, nerviosa o tensionada: el bebé sentirá el impacto de esas emociones. Existe una conexión muy profunda entre el bebé y su madre. Luego, cuando el bebé ya ha nacido, la madre puede colocarlo en su regazo mientras medita y ese bebé sentirá la sensación de calma y los movimientos de la respiración. Un bebé que ha crecido en este contexto, tendrá muchas más posibilidades de ser un niño tranquilo. Eline Snel, la reconocida terapeuta holandesa autora del programa La Atención Funciona y de varios libros dedicados al mindfulness con niños, sugiere comenzar la enseñanza formal de la atención plena a partir de los 4 años de edad.

¿Cuál es el mejor momento para comenzar a practicar?

Primero tenemos que asegurarnos de que el niño está listo para probar el mindfulness, es decir, que esté medianamente tranquilo, porque si está lleno de energía y con ganas de correr y jugar, o está viviendo un momento de estrés, puede que no sea la mejor ocasión para iniciar la práctica. Quizás podamos preguntarle antes de comenzar cómo se siente o si hay algo que le moleste y escuchar con respeto y sin juicio sus respuestas. También es importante que practiquemos el mindfulness en situaciones positivas y nunca lo utilicemos como un castigo. En caso de que sea un grupo de niños el que va a comenzar su práctica, nos conviene proponerlo cuando el clima general de la clase esté tranquilo y cuando nosotros mismos también lo estemos.

¿Cómo debe ser el espacio para meditar?

No es necesario un lugar especial para meditar. De hecho, podemos practicar la meditación de una manera informal mientras caminamos o realizamos cualquier actividad. No obstante, cuando queremos meditar de una manera formal, necesitamos contar con un espacio para sentarnos o acostarnos y practicar. Lo que se aconseja es que ese espacio mantenga una atmósfera tranquila, sea limpio y seguro. Un lugar que nos permita estar durante unos minutos en una atmósfera armoniosa, sin interrupciones ni sonidos u olores demasiado intensos. En ese lugar estaría bien disponer de un mat de yoga, una colchoneta o manta que le permita al niño acostarse en el suelo. Si se medita en una postura sentada, podemos usar almohadones o una silla cómoda.

¿Cuál debería ser la duración y frecuencia de la práctica?

En cuanto a la duración de la meditación, va a variar en función de la experiencia de cada persona y su nivel de tolerancia a permanecer en la misma postura. Para un niño, lo ideal es empezar por periodos cortos, de entre 3 a 4 minutos, para ir extendiendo su práctica conforme se vaya sintiendo más cómodo.

¿Con qué frecuencia se recomienda practicar?

Lo ideal es que sea una práctica regular y que poco a poco pueda integrarse a la vida cotidiana. Es mejor hacerlo varias veces por periodos cortos que una sola vez de larga duración. La repetición regular favorecerá que se instale el hábito y que luego le sea más fácil volverlo parte de su vida. La intención es que, si surge repentinamente una situación difícil de afrontar, tengan disponible la herramienta para utilizarla. Recuerdo que una alumna comentó en clase que, antes de comenzar una competencia de voleibol que tenía en el colegio, se puso muy nerviosa y no paraba de temblar. En ese momento recordó la práctica de respiración consciente que habíamos hecho en clase y, luego de unos minutos de inhalar y exhalar, se pudo tranquilizar.

¿Cómo practicar el mindfulness en familia?

El mindfulness, en esencia, es la capacidad de permanecer conscientes de lo que está sucediendo y, por esa razón, lo podemos integrar fácilmente a nuestras rutinas familiares del día a día. No obstante, lo primero que tenemos que chequear es el interés real que los niños tengan en esta práctica. Si no hay interés de parte de ellos, es mejor esperar y ser pacientes; cada niño tiene sus propios tiempos y quizás aún no sea el momento. Ahora, si sus hijos muestran interés, aquí les dejo algunas sugerencias para ponerlo en práctica en el ámbito familiar:

•   Dar un paseo

Puede invitar a su hijo a dar un paseo por el barrio para que preste atención a las cosas que no había visto antes utilizando todos sus sentidos físicos. Por ejemplo, observar los cables de la luz que cuelgan en las calles, apreciar los diferentes diseños de las baldosas de la vereda, tocar el tronco de un árbol y oler los aromas de sus hojas. También puede invitar al niño a permanecer en silencio durante unos minutos durante el paseo y jugar con él a escuchar los diferentes sonidos que aparecen alrededor.

•   Respirar con un compañero

En el caso de que el niño sea muy pequeño, prestar atención a la respiración puede ser una tarea difícil de seguir y por eso se utiliza un juguete para practicar. Lo que haremos será pedirle al niño que se acueste y se coloque un peluche en su abdomen y lo sienta subir y bajar mientras inhala y exhala. Este ejercicio también se puede hacer de a dos: un niño se acuesta y el otro permanece sentado a su lado. El que está acostado cierra los ojos y respira, mientras que el compañero le apoya las manos sobre el abdomen para sentir su respiración.

•   Comer de forma consciente

Una práctica muy linda puede hacerse al sentarnos en familia a comer. Por ejemplo, haciendo sonar una campanita o algo que emita un sonido vibrante e invitando a todos los que estén en la mesa a permanecer en silencio durante el tiempo que dure el sonido. Otra cosa que se puede hacer en ese momento es pedirle al niño que imagine el origen de uno de los alimentos que hay en la mesa para que pueda agradecer por tenerlo en su plato. Por ejemplo, si se considera un trozo de pan, se cuenta todo lo que pasó para que llegara a la mesa: se preparó la tierra, se sembró la semilla, se molió para conseguir la harina, se le agregó levadura, agua y sal, se lo amasó, se lo cocinó al horno para llevarlo al supermercado y, por último, acabó en nuestro plato.

•   Adivinar los cambios

Primero, se ponen de frente dos niños, o el adulto con el niño, y se observan durante unos instantes prestando atención a la ropa que llevan puesta, el peinado, los accesorios, etc. Cuando están listos, se colocan de espaldas y cada uno hace tres cambios en su vestimenta sin que el otro los vea. Una vez hechos los cambios, vuelven a ponerse de frente y cada uno tiene que descubrir los tres cambios que hizo el compañero.

Guía práctica de mindfulness para niños
Herramientas y ejercicios sencillos para hacer en la escuela y en el hogar.
Publicada por: Paidós
Fecha de publicación: 07/01/2020
Edición: 1a
ISBN: 978-950-12-9898-7
Disponible en: Libro de bolsillo
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