jueves 25 de abril de 2024
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¿Te atreverías a usar un coche fúnebre como vehículo personal?

A la mayoría de la gente, un coche fúnebre le produce escalofríos y un malestar generalizado. Cuando ven uno por la calle o la carretera, miran para otro lado de forma nerviosa. A otros, sin embargo, les resulta indiferente.

Cuando Pepe le dijo a su madre que se había comprado un coche fúnebre para usarlo como auto personal, su respuesta fue: “Hijo, eres imbécil y siempre lo has sido, pero dentro de unos límites. Con esto has ido más allá de esos límites y no sabemos si algún día volverás”.

Cinco años después, su madre lo llama “el coche de la familia, el cochito”, y ni se le ocurre deshacerse de él.

El auto en cuestión es un SEAT 124 de 1974. Pepe Ballester, diseñador de 32 años de Valencia, España, hace surf clásico (que usa tablas más largas de lo normal), y tiene una marca de ropa temática. Cuando vio al 124 en venta, pensó que podía matar dos pájaros de un tiro: tener un clásico donde entraran las tablas de surf, y un espacio donde exponer su ropa cuando fuese a ferias.

La primera decepción con el coche ya comprado fue comprobar que las tablas no cabían en el espacio trasero. La segunda, que hay gente que chilla e insulta por la calle cuando alguien aparece usando un coche fúnebre sin fines mortuorios. La tercera, que el trabajo para restaurarlo iba a ser inmenso.

Más allá de las decepciones, es un coche al que Pepe tiene un cariño especial. Le instaló un mugido de vaca como claxon, lo dejó impoluto y ahora hasta planea usar los raíles de la parte trasera para instalar una madera extraíble de 2 metros por 1,10. “Una mesa digna de ir con los amigos a comer por ahí una barbacoa. También tengo siempre un stick de hockey detrás, porque cuando vuelvo de hacer la compra lo necesito para alcanzar las bolsas del fondo”.

El llavero del coche es un ataúd en miniatura que encontró bajo el asiento. Ahora le gustaría transformar la carrocería, y hacer el coche hard-top para poder desmontar el techo y llevar la trasera al aire. Pero no está seguro de algo que implique modificaciones grandes.

Otra ventaja inesperada de tener un coche fúnebre es que la policía le mira con otros ojos. “Nunca me han multado yendo con él, y eso que he aparcado donde me ha dado la gana. Encima de aceras incluso. Y en los controles de policía de mi pueblo, como ya me conocen, cuando paso los agentes me hacen una pequeña genuflexión y la señal de la cruz con el luminoso. Es muy divertido”.

“El coche es comodísimo, me cabe cualquier cosa de Ikea, incluso cosas que amigos con una Kangoo no pueden llevar. También he llevado la camilla de un masajista. En otra ocasión, un festival de surf daba como postre melón. Llevé como sesenta melones en el coche, la gente me iba haciendo fotos por la autovía”, cuenta su Pepe.

Las reacciones sociales fueron variadas. Su familia se lo tomó con buen humor. La familia de su pareja no. Su jefe le dijo que no quería ver nunca ese coche, y una vecina que tiene una tienda de disfraces se lo pidió para usarlo como promoción en la puerta durante la semana de Halloween.

La ilusión de Pepe con este coche es darle una segunda vida. “Antes se usaba para transportar fallecidos, ahora me apetece que tenga un uso distinto, más alegre”. Por el momento, cumple la promesa.

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