viernes 2 de junio de 2023
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20 años de kirchnerismo: origen, apogeo y largo declive de una ambición desmesurada

El 24 de marzo de 2004, avanzado ya el primer año de su gestión, Néstor Kirchner consagró el regreso de la pasión a la política argentina. Había habido convulsiones y había habido muertes, cómo no, en el estallido de la crisis de 2001, pero puede decirse arbitrariamente que fue en aquel acto de la inauguración del Museo de la Memoria en la Escuela de Mecánica de la Armada cuando Kirchner fijó el rumbo, selló el relato que aún perdura.

Aquel gesto de contrición de Kirchner en nombre del Estado nacional por los crímenes cometidos décadas atrás por la dictadura condujo paradójicamente al presidente hacia un largo camino de omisiones y distorsiones, de enfrentamientos y conflictos que contribuyeron a la construcción de su poder, a su propia identidad y a la del kirchnerismo y a la perdurabilidad de su proyecto. A la distancia, se han revelado nocivos fuera de esos objetivos. Si como muchos hoy aceptan, la apuesta más condenable de Kirchner fue el haber agitado una tradicional vocación fratricida de la sociedad argentina por medio de la confrontación permanente, impresiona que el juego se hubiera cobrado en él mismo a una de sus víctimas.

El kirchnerismo apareció a la luz de aquellas convulsiones de 2001, casi por azar. Aunque su genealogía hay que rastrearla una década atrás. A finales de 1991, desde los confines del país Néstor Kirchner había abrazado el liderazgo transformador de Carlos Menem y la audacia reformista de Domingo Cavallo y ordenado una economía pequeña y por entonces desquiciada como la de Santa Cruz. Detrás de un duro programa en el que sobresalieron las reformas administrativas y el rigor fiscal, Kirchner debutó en la gobernación con un decreto por el que dispuso el no pago del salario de diciembre y el medio aguinaldo de funcionarios y empleados públicos y un recorte de los salarios de enero, además de la suspensión de las discusiones paritarias del sector. No fue sencillo imponer un ajuste de esa dimensión en una provincia aún hoy indómita, pero Kirchner logró empuñar todos los cabos del poder local en el más puro estilo caudillista, maniató a la justicia, sometió a la prensa y, mediante sucesivas reformas en la Constitución provincial, se mantuvo ininterrumpidamente en la gobernación durante los siguientes doce años.

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