Son muchas las personas que alguna vez han experimentado miedo o estrés en la calle. También las que salen para relajarse o desconectar de sus vidas domésticas o laborales. El espacio es el mismo, pero las experiencias son claramente distintas. Así, pese a que la calle es un espacio importante de nuestras vidas, apenas sabemos por qué a algunas personas les generan emociones positivas y a otras, negativas.
Numerosos municipios han invertido cantidades importantes de dinero para “adecentar” “mejorar” o “modernizar” sus calles, plazas o parques. Generalmente consiste en cambiar la urbanización, aumentar el mobiliario urbano o añadir vegetación. Pero, en realidad, no pasan de ser intervenciones meramente formales: no se ha estudiado hasta qué punto mejoran las emociones que la gente experimenta en los espacios públicos. Por lo tanto, ¿son realmente efectivas estas medidas?