«Vero» era su nombre. Escribía supuestamente desde Corrientes capital. Con poco más de 35 años según podía adivinar de sus fotos en su perfil, seguidora de las terapias holísticas, los malabares y el arte callejero, «Vero» había visto mi nombre en un grupo masivo de Facebook y me contactó por chat privado con una oferta para entrar a su Telar de la Abundancia. Ni siquiera me dijo «hola», o «¿qué tal?», no me pregunto cómo estaba, quién era, o qué hacía de mi vida. «Vero», sin siquiera saludarme, me ofreció con un copy-paste su propio Telar, con un mensaje pre-escrito lleno de mayúsculas y emojis de regalos envueltos, llamas y cohetes espaciales. Sus motivos eran cósmicos. Los planetas, según ella, se habían alineado porque su negocio raro era mi chance de ganar.
«El Universo hizo que hoy te llegue esta invitación a este TELAR EXPRESS. Tres o cuatro horas y te consagrás. Sí, así como lo leés. El Universo está de tu lado. Vamos, te queremos acá. Sentite merecedor. Aceptamos tarjetas», decía el mensaje. Para unirme, solo tenía que entrar a un chat grupal de WhatsApp, al que me invitaba con un click. Entré.
De repente, me sentí rodeado por vampiros.