Bueno, Twitter, la red social del pajerito, decidió echarme raid de la manera más contundente que tenía. Bloqueó mi cuenta “de manera permanente”, mi cuenta alternativa e intentó bloquear otras cuentas vinculadas, incluso la de mi mujer. También me impidió crear cualquier cuenta nueva y sólo me permitió realizar una apelación que seguramente irá a pasar por un algoritmo seteado como empleado municipal que no le dará demasiada pelota y ahí quedaré, flotando en una pila hasta el fin de los bytes.