domingo 2 de abril de 2023
Cursos de periodismo

¿Alcanza con «combatir» a los súper ricos?

En los últimos años, se instaló la imagen del «1%» como símbolo de la desigualdad global y del poder de las grandes fortunas. Pero cuando se hace de esta cifra un fetiche, se corre el riesgo de moralizar excesivamente la discusión y colocar al «99%» del lado de los «buenos», simplificando demasiado el análisis sobre cómo construir modelos socioeconómicos más eficientes e igualitarios.

A simple vista, 1% es solo un porcentaje, más precisamente aquel que designa la pequeña proporción que representa un caso sobre 100 en una distribución. La celebridad de esta cifra, no obstante, ha ido en aumento. Con el siglo xxi, se transformó en un símbolo. Con toda la fuerza de la autoridad científica, «el 1%» se afirmó como equivalente de las minorías más ricas, como foco del deslumbramiento y el encono que despiertan las elites. 

Un rastreo del origen de la expresión nos conduce a la Francia de finales del siglo xx y a las 807 páginas del primer gran trabajo de Thomas Piketty. Después de que la academia documentara durante décadas, tanto en Europa como en Estados Unidos, el deterioro de la equidad social, le cupo a este economista el gran mérito de volver a colocar el capital en el centro del estudio de las desigualdades. Su movimiento fue doble. La primera innovación fue metodológica: la decisión de complementar el uso de encuestas de hogares con fuentes tributarias. Asentado en la perseverancia y exhaustividad de los registros públicos de la administración fiscal francesa, Piketty propuso diferenciar a los «perceptores de altos ingresos» situados en el centésimo superior (el famoso 1%) de las «clases medias altas» (ubicadas en el 10% o 5% más alto). Según el autor, mientras la riqueza de los primeros provenía de rendimientos del capital, la de los segundos reposaba sobre todo en recompensas salariales.

nuso.org  (nuso.org)