Fui a ver al Ballet de Montecarlo, en concreto su producción de COPPÉL-I.A. en los Teatros del Canal. Yo recordaba haber visto una versión de Coppelia con trajes y decorados de Sigfrido Martín Begué, un tema, el de los autómatas articulados, que a Sigfrido le iba como anillo al dedo y para el que creó una escenografía y unos trajes maravillosos. Esto ocurría en un teatro madrileño, probablemente el teatro de la Zarzuela en la década de los 90. Sigfrido siempre me decía que debería dirigir alguna zarzuela, me recomendaba La Gran Vía y que él se encargaría de todo lo visual. Yo siempre le prometía que me lo pensaría, pero él murió antes de que yo me decidiera.
Veo la función en la misma butaca de su coreógrafo, Jean-Christophe Maillot, que me la cede generosamente porque el teatro estaba hasta la bandera. Y lo hace de un modo tan risueño que solo cabía pensar que su Coppelia ya había sido bendecida por el éxito, lo cual me quitaba un peso de encima, en caso de que no me entusiasmara el espectáculo. Pero me entusiasmó. ¡Y hasta qué punto!
La versión del Ballet de Montecarlo fue una delicia de principio a fin. La muñeca robotizada del Dr. Coppelius, que acaba matándole, iba vestida con un body gris metálico, surcado por distintas cintas adhesivas de aspecto metálico plateado que delineaban todas sus articulaciones, me recordaron muchísimo al personaje de Elena Anaya en La piel que habito. Y a la Musidora de Los Vampiros de Louis Feuillade (1915). Y naturalmente a la Irma Vep de Olivier Assayas, inspirada a su vez en Los Vampiros de Feuillade y en su propia película, la primera adaptación de la protagonista de la película muda. Y su serie del año pasado, con Alicia Vikander. La silueta negra de Vikander es lo que yo recordaba haber visto muy joven en una versión de Fantomas. Y esta era la imagen de la que partía en una de las secuencias, cuando Vera (Elena Anaya) antes llamada Vicente, huye de las garras del mad doctor Robert Ledgard (Antonio Banderas) por la escalera del Cigarral toledano. En ese momento me sentía como un niño que consigue hacer realidad un sueño. Casi diría que hice la película para rodar esa secuencia porque la recordaba de un modo nebuloso de mi niñez.