El Mundial de Alemania 1974 escondió una narrativa que todavía genera controversia: la incentivación argentina para que Polonia ganara un partido. Un capítulo con gusto a fábula, impensado por estos tiempos, con declaraciones cruzadas, presiones en tiempo real, desmentidas, confesiones y El Gráfico como protagonista.
Corría 1974 y la Selección tenía dos caras: el talento natural surgido por estas latitudes y la desorganización técnica-institucional. Había jugadores como Carlos Babington, Miguel Brindisi, el Loco Houseman, el Ratón Ayala, el Mariscal Roberto Perfumo, Enrique Wolff y, claro, un joven y explosivo Mario Alberto Kempes. También había, claro, una deuda importante en términos de profesionalismo, en un plantel dirigido por un triunvirato: Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka.
Aun así los atributos futbolísticos de la Selección Argentina en torno a la Copa del Mundo de Alemania 1974 invitaban a soñar. El desarrollo durante los primeros días, sin embargo, se volvió cuesta arriba y el equipo albiceleste estaba cada vez más necesitado de un milagro.