Hace solo un mes, fuerzas lideradas por combatientes kurdos y respaldadas por Estados Unidos (EE.UU.) le arrebataban a Estado Islámico (EI) su último bastión, la ciudad siria de Baghuz, y anunciaban el fin de lo que el grupo yihadista llamaba su «califato».
Ya hacía meses que el presidente estadounidense Donald Trump venía afirmando la derrota de EI.
Sin embargo, EI acaba de reivindicar uno de los mayores atentados desde que dos aviones se estrellaran contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001: una serie de explosiones en iglesias cristianas y hoteles de lujo de Sri Lanka que dejaron 321 muertos y unos 500 heridos el Domingo de Pascua.