No es necesario ser ratón de biblioteca para estar en deuda con el objeto libro. De hecho, no podrías leer estas líneas que estás leyendo si no hubieras tenido algunos libros en tus manos a la largo de tu vida. La historia de nuestra humanidad está cimentada sobre ellos. Al principio eran objetos de lujo. Hasta que en 1440 Gutenberg creó la imprenta. El libro se popularizó, los Cervantes comenzaron a escribir pensando en las ventas, la industria del libro creció y pasaron los siglos. El libro debe de ser uno de los inventos más antiguos que aún sigue en vigencia.
Sin embargo –qué pena que en toda historia de evolución siempre haya un sin embargo–, hace un tiempo que el mercado viene retrayéndose. Afuera y acá. Y no sólo por la crisis económica. La merma es sostenida desde hace más de cinco años. Probablemente tenga que ver con las plataformas de streaming. Es difícil la competencia. La Asociación de libreros y editores de Alemania, tras haber perdido seis millones de lectores en los últimos cinco años, elaboró un estudio para saber a dónde migraron. La respuesta fue clara: están en las nuevas plataformas de entretenimiento.
Pero hay un sector editorial que está creciendo sostenidamente: el de los audiolibros. Nada nuevo, aunque en los últimos tiempos se convirtió en un boom. ¿Cambio de hábitos? Tal vez. El audiolibro puede colocarse entre Netflix y el libro de papel; es un mix entre ambos. Las empresas que los proveen, Audible, Amazon, Penguin, Fonolibros, Storytel, se están convirtiendo en estrellas del mercado. Algunas trabajan con la venta online de cada unidad; otras, como Storytel, proponen un abono mensual.