El almuerzo fue pensado como un gesto de Alberto Fernández a la CGT para tratar de compensar el ruido que había generado en su conducción los elogios del Presidente a Hugo Moyano, un dirigente sindical de enorme peso pero que hoy por hoy está afuera de la central sindical. Pero lo que pasó en la Quinta de Olivos fue que se impuso la realidad: los dirigentes que concurrieron a la comida se enfocaron en mostrar su preocupación por el parate económico y las consecuencias que tendrá entre los trabajadores que representan.
De Moyano igual se habló, pero solo a la hora del postre -ensalada de fruta- y por iniciativa del propio Fernández.