La invasión bolsonarista a las sedes de los tres poderes en Brasilia, con Jair Bolsonaro recluido en Orlando, EE.UU., es un hecho inédito desde la recuperación democrática en Brasil.
Si el pasado domingo 1° de enero, Lula subió por la rampla del Palacio de Planalto con una joven cartonera negra, Aline Souza, que le ofreció la banda en representación de la diversidad del pueblo brasileño que la acompañaba, el domingo 8 una turba violentaba la sede del Ejecutivo, el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal. Las tres sedes, los tres poderes, incluso la Cámara de Diputados donde el bolsonarismo logró la bancada más expresiva (99 representantes).
En imágenes que pudieron verse por las redes sociales, los manifestantes aparecen en el tramo previo a la triple invasión escoltados por la Policía Militar dependiente del gobierno del Distrito Federal. Por esta connivencia -evidente en las diversas filmaciones que hasta muestran a los policías bebiendo agua de coco frente a un Supremo Tribunal Federal ya invadido- es que Lula decretó la intervención federal, en materia de seguridad, en Brasilia. Pero hay un dato adicional de primera importancia: el ahora exsecretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Anderson Torres, destituido por el gobernador del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), había sido ministro de Justicia y Seguridad Pública del propio Bolsonaro a nivel federal. Y algo más: se encuentra en este momento, como el expresidente, en la ciudad de Orlando, Florida, en EE.UU. Dos más dos es cuatro. Si tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra, es un perro.