Años atrás, cuando Netflix inició el reemplazo de su negocio de alquiler de DVD a través del correo por el de streaming, comenzó a ampliar la base de personas que consumían contenido audiovisual por Internet, aunque generalmente no de forma legal, ya sea vía descargas o streaming en sitios no autorizados.
La originalidad de Netflix consistía entonces en ofrecer lo mismo pero de una manera mucho más fácil y segura, a cambio de un abono de bajo valor.
Se empezaba a dibujar en el horizonte un paraíso para el consumidor, que permitiría el acceso a contenidos sin restricciones, donde estaría todo disponible para consumir bajo demanda (y por qué no en vivo), a un menor precio que la TV por cable.