Perez Hilton fue uno de los mejores ejemplos de pionero en el uso de Internet. El Mark Zuckerberg del chismorreo. Empezando desde abajo y sin contactos, sólo con un blog, dinero y viviendo en Los Ángeles, se montó en cuestión de unos pocos años un emporio de la difamación que todos los famosos temían y que superó a los viejos poderes de la prensa del corazón. Él desveló muchos de los trapos sucios más comentados de las últimas décadas. Este tirano del nuevo ecosistema mediático está viviendo en sus carnes cómo lo destronan un puñado de adolescentes. Hilton cometió un error imperdonable: meterse con Charli D’Amelio.
“No quiero parecer demasiado dramático, pero tengo la sensación de que mi mundo se está derrumbando. Siento como si me estuviera muriendo”, esto dice el empresario durante uno de los instantes de su sensiblero (y falso) vídeo confesional sobre el asunto después de que TikTok, a fuerza de denuncias de usuarios, le haya arrebatado su cuenta con más de millón y medio de seguidores.