En primera plana del sábado se anuncia con este título y la foto pixelada de una mujer vestida de fiesta una nota interior. En Policiales la mujer (dos veces más de fiesta, vestidos diferentes, todos muy sugerentes) es presentada como parte de un “clan gitano” y motivo fatal del asesinato de Miguel Yadón y (penosamente hoy lo sabemos) Héctor Olivares. ¿Cuál es la diferencia entre una familia y un clan, qué agrega al imaginario sobre los lazos de parentesco? Y sobre todo: ¿cuál es la pertinencia de señalar su pertenencia a la comunidad gitana?
La condición “androcéntrica” del uso del lenguaje señala de qué modo se filtran no solo sesgos sexistas sino otros aspectos que estigmatizan o ignoran ciertas identidades, como suele explicar la especialista Patricia L. Gómez. Uno de sus ejemplos es precisamente “gitano”, que en el diccionario de la RAE tenía hasta 2014 como 4ª acepción “que estafa u obra con engaño”. Desde 2015, la RAE reemplazó esa acepción por “trapacero”, que según el mismo diccionario significa “que con astucia, falsedad y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”.