domingo 26 de marzo de 2023
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La alegría de la mayoría orgullosa

El fútbol no es pretencioso. No busca serlo. Desde que por primera vez pateas una pelota con amigos en el jardín de infantes aprendés que todo lo que surja de ese ritual es genuino, auténtico. Y grupal. Hay cosas que aprendés desde chiquito: a competir jugando, a no dejar en banda al que tenés al lado, a que siempre lo de adentro del equipo es más importante, a que si boqueás te tenés que bancar la que se venga y viceversa, a que el respeto se gana, no se reclama y que no tiene que ver con ganar, sino que está en la misma competencia. Para jugar al fútbol solo necesitás una pelota. Alrededor se arma todo, desde los amigos que te hacés jugando, hasta los arcos con mochilas o remeras improvisadas de postes. Solo una pelota. Y a veces ni eso.

Esa originalidad del deporte es la que penetra en la construcción de la identidad. Tu equipo y tu selección son parte de vos. Son tradición familiar, son tu viejo explicando cómo se patea un penal; tu abuelo marcándote que “este pibe Riquelme va a ser cosa seria”; tus amigos rompiendo un vidrio en un cumpleaños que no debió haberse hecho en una casa; ese trofeo de 10 centímetros de alto que cuando lo levantaste para vos pesaba 6 kilos y era de oro. El fútbol reúne a los pibes del barrio en la calle o en el club. Los de escuela pública y privada, los de familia religiosa y los ateos. Y hoy masivamente a las pibas, de todas las edades. Las que pueden crecer pateando una pelota y las que se animan a los 30. Todos con su camisetita, con la 10 de Diego ayer y con el 10 de Messi hoy. Las heredadas de un primo más grande y las recién compradas en un local oficial. Una ficción de grandeza ecuménica, popular, que no conoce grietas, que tiene sus superhéroes, sus historias y cultura. Que va más allá de lo que los clubes, las asociaciones y el negocio hacen de él. Una ficción donde siempre todo arranca cero a cero y el resultado de nuestro destino es abierto.

Por eso en un mundial la alegría es genuina. Quien fue abrazado por el fútbol a cualquier edad (una orgullosa mayoría, por suerte) ve en un partido del mundial más que un partido. Ve a la bandera idolatrada puesta a competir. Y así, esplendorosa, que al mundo con sus triunfos admiró, se proyecta en la alegría popular a desbloquear como ese manto igualador que a todos nos lleva a esa canchita, con los pibes del barrio y los consejos de tu abuelo. El fútbol es eso que nos hace sentir únicos en grupo, capaces de todo y mano a mano. La cosa más importante de la vida entre las menos importantes de la vida.

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