miércoles 27 de septiembre de 2023
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Códigos de estética visual y moral

Una intuición que me viene aquejando hace rato: cuánto de estética hay en la ética. Una de esas ideas que se te ocurren en la ducha y se sienten tanto una gran revelación como groseramente evidentes. Tan así que seguro ya se le ocurrió antes a alguien más. Wittgenstein según leo, y de seguro a muchos clásicos más. Tiene sentido. Comemos (nos identificamos, sentimos) primero con los ojos.

El desconcierto y desazón que permea al kirchnerismo tuitero y mediático desde hace un tiempo, pero particularmente palpable durante el traumático cierre de listas de cara a las elecciones presidenciales de este año, me lleva una y otra vez a esa intuición. Un poco por ahí viene lo que escribió acá Pablo Semán. Lo que se escucha de Mariana Moyano aquí también. “Es un interés estético más que programático” lo que motoriza el malestar en parte de la bases, puntualiza Iván Schargrodsky en una participación radial colgada en YouTube. Quienes intervienen en los comentarios para refutarlo terminan por darle la razón.

“Somos los grasas de esta pelea, que vamo’ a hacer”, dice entre risas Sergio Massa en un viejo clip reflotado en clave de campaña. La metáfora gastronómica evocada tanto en el textual como en un párrafo anterior, e implícita en el título de esta nota, está muy a la mano. Después de todo, el peronismo mismo hizo una bandera de platos que originalmente se le endilgaron como descalificación: el choripán, el pancho y la coca. Tan efectiva fue esta operación simbólica de apropiación que la impugnación antiperonista ya no ataca ese menú cárnico a través de su modo de cocción (al fuego del proverbial parquet), sino que apunta a la responsabilidad politica de la imposibilidad de saborearlo (polenta).

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