En los últimos meses, algo parecido al pánico se apoderó del Partido Demócrata en Estados Unidos. La popularidad del presidente Joe Biden es notablemente baja; las principales iniciativas se han frenado; los demócratas perdieron las elecciones para gobernador en el territorio supuestamente favorable de Virginia y es probable que se produzcan importantes reveses en las elecciones legislativas de medio término.
Muchos demócratas «progresistas» culpan a las estrellas en lugar de culparse a sí mismos. El éxito de los republicanos, según esta opinión, se debe a una combinación de «supremacía blanca antinegra» y a características estructurales del sistema político estadounidense, como la existencia de un colegio electoral para elegir al presidente y el Senado, que favorecen a regiones y poblaciones que no apoyan a los demócratas. Para los demócratas «centristas», en cambio, el verdadero problema reside en el propio partido o, más bien, en su ala progresista, que insiste en defender cuestiones ligadas a la justicia racial o social con «opiniones y valores no compartidos» por la mayoría de los votantes.