China lanzó en 2013 su gran proyecto geopolítico, la Nueva Ruta de la Seda, una larga lista de infraestructuras en países que interesan por alguna razón a Beijing. La idea era crear una red que pudiera servir al desarrollo económico chino y al de sus empresas, ganar peso mundial frente a Estados Unidos y la Unión Europea.
Bruselas seguía los proyectos chinos sin moverse mientras estos se concentraban en Asia, pero su llegada a Europa, con cumbres con Estados miembro de la Unión Europea e importantes inversiones estratégicas, como en el puerto griego del Pireo, llevaron a los dirigentes europeos a reaccionar.
El 1 de diciembre de 2021 los 27 dieron su visto bueno a que la Unión Europea respondiera con una idea similar. Este 1 de marzo el bloque aprueba la primera lista de 87 proyectos de infraestructuras que van desde los Balcanes hasta el centro de África pasando por el Magreb, Sudamérica y hasta Asia.