Cualquier cosa que se diga sobre el neoliberalismo hoy en día queda a merced de dos contextos adversos. En nivel mundial, la crisis y reestructuración aún en curso del capitalismo parecen dar por tierra con algunos pilares neoliberales: globalización, privatización, librecambio, ofertismo (supply-sider), e incluso el multiculturalismo y el posmodernismo, a los que cierta crítica marxista consideró «lógicas culturales» del capitalismo neoliberal. En el plano local, el agotamiento de los progresismos y el crecimiento de las nuevas derechas parece querer recuperar aquel programa económico, adosado a un conservadurismo social radicalizado. El neoliberalismo parece estar muerto y vivo al mismo tiempo dentro de la caja de la crisis global. En todo caso, su análisis requiere de un nuevo tipo de abordaje. Hay que adaptarse (La Cebra, Adrogué, 2023), el libro de Barbara Stiegler, retoma dos temas viejos para intentar decir algo nuevo. Y lo logra. Además nos permite ver el sentido y los límites de este nuevo giro local a la derecha. Todo a partir de un problema: ¿cómo evoluciona la humanidad bajo el capitalismo?
Los dos temas abordados son la genealogía del neoliberalismo y el debate Dewey-Lippmann. Respecto al primero, la referencia inevitable es el curso ofrecido por Michel Foucault durante 1978-1979, luego editado como Nacimiento de la biopolítica. Nunca dejaremos de admirar la lucidez clarividente de Foucault en anticipar el interés de las teorías neoliberales incluso antes de que Margaret Thatcher llegara al poder -clarividencia que no dejaba de tener un dejo de entusiasmo, como lo vienen señalando especialistas foucaultianos como Daniel Zamora o Michael C. Behrent-. Pero no viene mal recordar que, de todas las familias neoliberales, Foucault le prestó más atención al ordoliberalismo alemán, menos reluctante al Estado y más preocupado por la cohesión social, cuya eficacia se había probado durante la gestión de Ludwig Erhard como canciller de la República Federal Alemana entre 1963 y 1966. Tanto Erhard como su asesor Alfred Müller-Armack habían sido miembros de la Sociedad Mont Pelerin junto a austríacos como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek o Fritz Machlup. Más tarde acuñaron el concepto de «economía social de mercado», alternativa alemana al bienestarismo más centrada en el paternalismo empresarial que en el Estado providencial. Fascinado con ese modelo, Foucault marginó en su análisis a la escuela austríaca, de Mises y Hayek, más proclive a la disrupción y el darwinismo social, cuya influencia se extendió a los países anglosajones y desde allí al resto del mundo.