Jessica Patch tenía buenas razones para aceptar un trabajo publicitario bien remunerado en San Francisco, EE.UU.
Aparte del reto en sí del puesto, sabía que el dinero extra la ayudaría a financiarse un costoso tratamiento de fertilidad.
El lado negativo: tener que manejar casi 90 km hasta la oficina, lo que significaba estar hasta cuatro horas al día en el auto.
Para matar el tiempo, Patch escuchaba podcasts y recibía un programa de radio sobre terapias para aliviar el estrés, pero la presión del desplazamiento al trabajo, añadida a la larga jornada laboral, le «arruinó completamente el cuerpo», según cuenta.
De 35 años, Patch desarrolló problemas estomacales relacionados con el estrés, se deprimió y terminó con problemas en la zona lumbarde tanto estar detrás del volante.
Y ni pensar en intentar concebir.