Quien más, quien menos ha pasado una mala noche en la que no ha podido dormir: preocupaciones, vecinos ruidosos, el catarro de turno… Al día siguiente, estás hecho una piltrafa y con un humor de perros. Afortunadamente, ante estos casos, es fácil recuperar el descanso perdido en la siguiente noche, pero ¿qué podemos hacer cuando el insomnio acecha? ¿Puede la alimentación ayudarnos?
El sueño es un periodo fisiológico en el que se produce el descanso físico y mental, y donde la conciencia está suspendida y las funciones corporales ralentizadas. El sueño y la vigilia -que es como se llama al estado de «estar despierto»- son ciclos que se repiten cada día y forman parte de los ritmos circadianos. Este término, el de ritmo o ciclo circadiano, hace referencia a los ciclos fisiológicos que ocurren en nuestro organismo y que se repiten cada 24 horas. Estos ciclos están sincronizados por factores ambientales, como es el caso del sueño, el cual se sincroniza con los ciclos de luz y oscuridad. Cuando cae la noche, la falta de luz promueve la liberación de melatonina: la hormona que induce el sueño (no la confundas con la melanina, que es el pigmento que da color a la piel).