martes 6 de junio de 2023
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Cómo la era del streaming convirtió la música en ruido de fondo

Ay, la era del streaming. El año pasado me desperté y me di cuenta de que ya no escuchaba música. En su lugar, escuchaba ruido, una mezcolanza de canciones indistinguibles que imitaban mis gustos musicales. Mi adicción al ruido surgió de las listas de reproducción algorítmicas de Spotify, que prometían ayudarme a concentrarme, o a encontrar música adaptada a mis gustos. El diseño de la aplicación siempre me empujaba en esa dirección, así que la seguí obedientemente. Era tan fácil. Buscar buena música lleva su tiempo. Pero con un toque, estas listas de reproducción me proporcionaban un sinfín de gaalletitas que se disolvían en el fondo. Con frecuencia, se trataba de artistas de los que nunca había oído hablar y que, una vez actualizada la lista de reproducción, nunca volvería a buscar.

En algún momento del año pasado lo decidí: basta. No quería que la música genérica fuera la banda sonora de mi vida. En lugar de eso, lancé un contraataque en solitario que hasta ahora ha consistido en resistirme a la llamada de Spotify para «descubrir» música nueva cada semana, seguir a los artistas que me gustan en plataformas más pequeñas como SoundCloud y tomar la drástica decisión de gastarme 50 dólares en un álbum de vinilo que ya tenía guardado en mi teléfono.

Me sentía muy bien por haber abandonado el vicio. Pero la semana pasada me encontré con un video de Ariana Grande cantando la canción de Rihanna, «Diamonds», aunque Grande no estaba cantando. Su voz había sido generada con inteligencia artificial. Me di cuenta de que esta es la nueva iteración del ruido. Y eso me hizo pensar en los acontecimientos de hace 20 años que nos han llevado a este punto, donde el ruido amenaza con apoderarse del streaming de música.

es.wired.com  (es.wired.com)