«Hay profesiones más dañinas que el diseño industrial, pero solo unas pocas», escribía el diseñador Victor Papanek al comienzo de su clásico Diseñar para el mundo real (1971). Obsesionado con la responsabilidad en el diseño, Papanek acusaba a sus colegas de crear productos que desperdiciaban recursos naturales, empeoraban la crisis ambiental e ignoraban sus responsabilidades éticas y sociales.
Con algo de orgullo, Papanek se jactaba de haberse hecho odiar por sus contemporáneos y de haber escrito el libro de diseño más leído del mundo. Su vigencia es indiscutida y su mensaje imposible de ignorar: aunque para diseñar no haga falta una matrícula profesional, es una profesión que conlleva una enorme responsabilidad y una suerte de juramento hipocrático no le vendría del todo mal.
Mike Monteiro es un diseñador empecinado con hacer que sus colegas se interesen por arreglar los problemas en los que el diseño nos metió. Esta no es mi apresurada interpretación: él lo dice muy claro en las primeras páginas de su audaz Ruined by Design (2019), cuyo subtítulo se traduce en «cómo los diseñadores arruinaron el mundo y qué hacer al respecto».