Parada en el banquillo de los acusados una tarde de noviembre de 2011, Susan Kigula descargó el peso de 11 años en el corredor de la muerte cuando se dirigió a su hijastro.
«¿No sabes cuánto te amo?», le dijo llorando al adolescente de 14 años que estaba sentado con la familia de la pareja fallecida de Kigula, a unos metros de distancia.
«¿Sabes que te amo?», repitió. «¡Yo soy tu madre!», gritó cayendo de rodillas, envuelta en lágrimas.
Se volvió luego hacia la familia de su compañero y dijo que lo sentía.
La prensa local en Uganda describió lo ocurrido como la «admisión de un crimen horrible».
Pero ella asegura que no es a eso a lo que ella se refería.
«La prensa mintió», dice.