Cuando se estrenó la segunda temporada de ‘Succession’, en 2019, Trump seguía presidiendo Estados Unidos y la pandemia no había tenido lugar. Entonces una columna de The Guardian se preguntaba por el éxito de la serie, es decir, por nuestra obsesión por los superricos que aparecen retratados en ella. Llegaba a la conclusión de que nos fascina ver cómo esa gente también llora (aunque llore por otros motivos menos dramáticos) y terminaba argumentando que iba a ser difícil, sin embargo, «ver una línea de Banana Republic inspirada en la serie. La moda del pasado tiene cierto atractivo, que Mad Men supo capitalizar, pero el suéter de punto es más difícil de vender». Cuatro años después, sin Trump y con la pandemia dando sus últimos coletazos, las búsquedas del estilo de Succession —en concreto, y de eso que se ha dado en llamar lujo silencioso y que describe de forma un tanto heterogénea a ese 1% de la población— se han multiplicado por 10. No sabemos si Banana Republic o cualquier marca de moda accesible lanzará una línea inspirada en la familia Roy. De hacerlo, sería una paradoja, porque si algo define al lujo silencioso no es la estética, es el material. Pagar 2.000 euros por un jersey de pelo de camello de The Row o 500 por una camiseta básica de Brunello Cuccinelli, hecha en un pueblo italiano por una comunidad de costureros humanistas (no es broma), la favorita de Mark Zuckerberg, la camiseta que le hace parecer despreocupado sobre su propio atuendo por tener cosas más importantes en las que pensar pero lo suficientemente poderoso como para pagar una pequeña fortuna por el objeto más nimio que existe y, además, tener decenas del mismo modelo en su armario.