El Mundial Sub 20 que empieza este sábado en Santiago del Estero no estaba en el calendario de la FIFA ni en el de los hinchas argentinos. El equipo albiceleste de la categoría había quedado eliminado en el Sudamericano de Colombia y a la AFA le preocupaba ese resultado deportivo: el primer fracaso de la llamada “gestión Tapia”. Un conflicto político hizo que la FIFA le quitara la sede a Indonesia. Y un guiño del destino, el viaje a Paraguay de Gianni Infantino, el dueño de la pelota, propició la candidatura de nuestro país. Con la capacidad ya instalada, cuatro estadios que precisaron apenas cierto maquillaje, un costo total de US$ 30 millones de dólares, un movimiento económico estimado en 250 millones de la moneda estadounidense y apenas 45 días para organizarlo, el torneo es una realidad. Que no hubiera sido posible sin un guiño del destino y otra selección, la de mayores, que se ganó al mundo en Qatar 2022.
“Lo único que queríamos era que Argentina lo jugara”, se sincera una fuente de la AFA ante la consulta de LA NACION sobre las motivaciones que llevaron a Claudio Tapia y el gobierno nacional a presentar los documentos para organizar la competencia. Cuando la FIFA se quedó sin sede, Argentina no dudó en apuntarse. Pero había que respetar los pasos burocráticos. Firmar cartas de intención y garantizar exenciones impositivas por un monto cercano a los 50 millones de dólares.