Tan complicada fue la noche para Mario Negri que, cuando aguardaban que avanzara la carga de votos de la capital para acercarse al menos a los guarismos que esperaban, llegó la noticia de la muerte del diputado Héctor Olivares, baleado días atrás a cuatro cuadras del Congreso en un hecho que la Justicia aún investiga. En paralelo a esa trágica novedad, el escrutinio oficial no solo ratificaba la amplísima ventaja que vaticinaban las encuestas en favor del gobernador Juan Schiaretti: los números que se iban cargando mostraban que la respuesta de las urnas al candidato de la Casa Rosada eran todavía peores a esas previsiones.
Hay pocas cosas más gráficas para mostrar el contraste de estados de ánimo en una elección que el clima de los búnkeres. Córdoba no fue una excepción. Mientras en el hotel Quórum, centro de operaciones de Schiaretti, cientos de personas cantaban y celebraban al ritmo del cuarteto y hasta con algún mensaje para Buenos Aires –“un minuto de silencio para Macri que está muerto”-, en el salón que reservó Negri en el Holiday Inn la presencia la ponía exclusivamente la prensa, con los parlantes tomados por música funcional al estilo de una FM porteña. El único movimiento era el de los propios periodistas, hacia los televisores, cada vez que salía a hablar alguno de los dirigentes en los búnkeres de Schiaretti y del radical Ramón Mestre.