La última política estrella del Gobierno de Corea del Sur no se centra en su preocupante problema con el insomnio, la exposición a las catástrofes naturales o la lucha contra la corrupción, problemas todos con los que lidia el país. Ni siquiera apunta a su músculo tecnológico o las complicadas relaciones con Pyongyang. Su foco es otro muy distinto: el cuidado de los jóvenes solitarios, que pasan sus días enclaustrados en casa, un quebradero de cabeza tal para las autoridades que han decidido asignarles subsidios de 449 euros para animarlos a salir a la calle.
La medida resulta llamativa, pero tiene su lógica.