Un pequeño grupo de manifestantes protestó bajo la lluvia la semana pasada frente al Instituto Francis Crick, en Londres, donde la tecnología CRISPR estaba involucrada. Allí se celebraba la Tercera Cumbre Internacional sobre Edición del Genoma Humano. La escasa congregación, perteneciente a Stop Designer Babies (Detengan los bebés de diseñador), portaba pancartas en las que se leía: «Nunca más a la eugenesia» y «NO a la modificación genética humana». El grupo se opone a lo que considera una tendencia de la comunidad científica a utilizar la edición genética para la mejora biológica; por ejemplo, para aumentar la inteligencia o los ojos azules. Según argumenta el grupo, si esto llegara a ocurrir sería un tobogán directo hacia la eugenesia: la eliminación deliberada de individuos portadores de genes ‘defectuosos’, o que no caen bajo determinados estándares genéticos.
Tres días después, al final de la cumbre, parece que los deseos del reducido grupo se han cumplido en parte, al menos por el momento.
Tras varios días en los que los expertos analizaron las cuestiones científicas, éticas y de gobernanza relacionadas con la edición del genoma humano, el comité organizador de la cumbre emitió su declaración de clausura. La edición hereditaria del genoma humano (la modificación de embriones que luego se implantan para establecer un embarazo, y que pueden transmitir su ADN modificado) «sigue siendo inaceptable en este momento», concluyó el comité. «Las discusiones públicas y los debates políticos continúan y son importantes para resolver si esta tecnología debe utilizarse», añadió.