Imagínate que tu álbum familiar con toda clase de fotos íntimas estuviera publicado en Internet. Esa foto en la que estás en la taza del váter por primera vez, aquella en la que estás en bola picada en la bañera y con un tupé hecho de espuma, o tu primer día de clase llorando a moco tendido mientras miras con odio a tus progenitores.
Si tu infancia solo vive en los álbumes de fotos puedes considerarte un perfecto anónimo en términos actuales, pues mucha gente nacida después del 2000 ha visto su infancia totalmente expuesta en las redes sociales, dejando la famosa «huella digital».
No es lo mismo que esas fotos las vean cinco conocidos y pases unos minutos de «tierra trágame» a que las vean decenas (o incluso centenares) de personas, o cualquiera que decida buscarlas introduciendo tu nombre en Google.