La actividad física es sin duda uno de los pilares del envejecimiento saludable. Ahora sabemos que el ejercicio es una verdadera polipíldora, ya que activa la producción de literalmente cientos de sustancias beneficiosas denominadas exerquinas. El músculo ha dejado de ser simplemente un órgano destinado al movimiento, reconociéndose ahora su actividad endocrina.
Más allá de estos nuevos descubrimientos que explican muchos de los beneficios del ejercicio para la salud, quedan dudas no resueltas. ¿Cuanto más ejercicio mejor? Sabemos desde finales de los años 80 del siglo pasado que la relación entre volumen y/o intensidad del ejercicio y función inmune tiene forma de “J”. Los que hacen ejercicio habitual de forma moderada tienen mejor función inmune y menor riesgo de infecciones respiratorias que los sedentarios. Pero en el otro extremo de la “J” están aquellos que hacen ejercicio a intensidad alta o con mucha frecuencia y que también tienen mayor riesgo que los moderados. ¿Sucede lo mismo con el ejercicio y el corazón?