La dieta cetogénica o ‘keto’, que consiste en consumir cantidades muy bajas de hidratos de carbono y cantidades elevadas de grasas, ha ido ganando popularidad e incluso se ha relacionado con una potenciación del sistema inmune en estudios recientes.
Los hidratos de carbono son la primera fuente de combustible a la que recurre el organismo para obtener energía para la vida diaria. Las dietas bajas en carbohidratos y ricas en grasas, como la dieta ceto, restringen el consumo de carbohidratos (por ejemplo, pan, pasta, arroz y otros cereales, productos horneados, productos de patata como patatas fritas y patatas fritas, y frutas y verduras ricas en carbohidratos).
Al privar al cuerpo de hidratos de carbono, este se ve obligado a empezar a descomponer la grasa para obtener energía. La descomposición de la grasa en el hígado produce cetonas, sustancias químicas que el cuerpo utiliza como energía en ausencia de hidratos de carbono; de ahí el nombre de cetogénica, o «productora de cetonas». Los defensores de una dieta cetogénica suelen sugerir limitar los carbohidratos al 10 por ciento del total de calorías diarias, las proteínas entre el 20 y el 30 por ciento y obtener entre el 60 y el 80 por ciento de las calorías diarias de las grasas.