Hace más de 15 años, quien esto suscribe junto con otros periodistas participábamos de un grupo que intentaba renovar el periodismo. Se llamaba Metaprensa y además de una publicación tenía un programa de radio. “Nos mean y dicen que llueve” era el elocuente título del programa, que por otra parte no era original sino que fue copiado de un graffiti en las paredes de Canal 13, ya por entonces el canal líder en mentiras. En ese programa teníamos una sección, se llamaba contranecrológica, y en ella nos dedicábamos a hablar mal de la gente que se moría. No porque fuera necesario siempre, sino porque en algunos casos se obviaba la historia de esa persona, que la muerte transformaba en alguien “serio”, “responsable” o, quizás, “un demócrata cabal”.
Pensábamos que el periodismo argentino se había librado de esta hipocresía hasta hoy, cuando conocimos que el ex presidente Fernando de la Rúa había fallecido. Hubo que escuchar en algunos medios (hubo honrosas excepciones, por suerte) que era un demócrata y varios adjetivos loables más. Pocos se dedicaron a recordar, no el corralito o la tremenda crisis económica y social que ayudó a desatar, sino que fue el presidente que ordenó la matanza en las calles de 39 personas. Fue absuelto por la justicia porque dijo que no dio la orden directa y que se enteró después de renunciar que había muertes. Sin embargo, había decretado el estado de sitio, que no es otra cosa que la prohibición de manifestarse y la vía libre para la represión indiscriminada en todo el país, que es lo que sucedió. Si eso no es responsabilidad política, ¿qué lo es?