En la víspera de Año Nuevo, Claudio Apud se quitó la vida en Bahía Blanca. Tenía 36 años. Se había retirado a mitad de 2018 en Huracán de Ingeniero White después de peregrinar por clubes del sur de Argentina. El 27 de febrero de 2019, César Borda, futbolista de UAI Urquiza, se suicidó en el comedor de su departamento de Lanús Oeste. Dejó una carta en la que le pidió perdón a los más cercanos. Tenía 25 años. Había hecho las inferiores en Lanús. Soportaba problemas familiares. Esta semana, Julio César Toresani se mató en una oficina de la Liga Santafesina de Fútbol, en la que vivía hacía dos meses luego de padecer apremios económicos. Tenía 51 años y, a diferencia de Apud y Borda, había jugado en Boca y River, los clubes más grandes de Argentina. Apud, Borda y Toresani no estaban “tristes” ni sólo “se habían quedado sin dinero”. Cuando la tristeza se convierte en enfermedad, se llama depresión.
El 38% de los jugadores, según una investigación de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro), sufre depresión o problemas psicológicos, en especial los que atraviesan lesiones graves. En la población en general, el porcentaje varía entre el 13 y el 17%. Y después del retiro, detalló FIFPro, insomnio, angustia, alcoholismo. La depresión suele ser un tema tabú en la sociedad. Y en el fútbol, aún más. Porque a pesar de que hay hoy más puestos de trabajo, no se suele preparar a los jugadores para el día después. Toresani no tenía trabajo. Había sido despedido como DT de Rampla Juniors de Uruguay después de dirigir su segundo partido, goleada en contra 5-0 ante Peñarol y pelea con el presidente incluida. “Hablé muchas veces con él por teléfono. Pensé en traerlo como segundo mío. Lamentablemente, llegué tarde. No creí que fuese todo tan grave. Ahora, ¿por qué Boca, River o la AFA no le dan apoyo a los futbolistas que pasan por esta situación? No creo que el caso de Toresani sea el único”, dijo Diego Maradona, con quien Toresani protagonizó una discusión mediática después de un Boca-Colón en 1995.