“Argentina siempre estuvo cerca…” Un parafraseo antojadizo de la letra de la canción de Fito Páez sintetiza la relación con el país y los vínculos políticos que Jorge Bergoglio mantuvo en esta década de papado. Diez años de añoranzas públicas de volver y referencias políticas a la realidad nacional, pero ningún viaje de regreso a su tierra natal, a la que observa –ha confesado y lamentado- dividida, agrietada y empobrecida.
Un decenio después de aquella noche romana del 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal protodiácono Jean-Louis Tauran pronunciaba la fórmula en latín «Annuntio vobis gaudium magnum: habemus papam! eminentissimum ac reverendissimum Dominum, Georgius Marius Dominum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio” y el arzobispo porteño aparecía en el balcón central de la basílica de San Pedro, el peregrinaje de referentes de la política argentina se hizo incesante, aunque más no sea para una foto; incluso entre quienes lo denostaron o les fue difícil digerir su elección pontificia.
En julio de 2013, Francisco hizo su primer viaje internacional a Rio de Janeiro (Brasil), sin pasar por Buenos Aires, donde el pontífice argentino reforzó ese apelativo de papa de los pobres o papa latinoamericano que le colgó la prensa. En la catedral carioca, no dudó en apelar a una expresión bien argenta para exhortar a la juventud a “hacer lío” en la Iglesia y en la sociedad. La frase obligó a que extraños se preguntaran, por primera vez, qué quería decir el pontífice venido del fin del mundo.